El Baúl de los Deportes
«¡Trata de arrancarlo, Carlos... arráncalo, por Dios… me cago en su puta madre!»
Se cumplen 25 años de una de las grandes desdichas de la historia del deporte: el Mundial de rallies de 1998 que perdieron Sainz y Moya tras romper el coche a pocos metros de la meta
«No es que sea mariquita, es un maricón al que le buscaron un niño rubio de ojos azules»
![Luis Moya, a patadas con el Toyota](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/11/23/sainz-moya-Rqf0ISh0SAOXgO1d3EidFUM-1200x840@abc.jpg)
Ha pasado un cuarto de siglo desde aquella escena inolvidable. Cumple 25 años un capítulo que forma parte de la historia del deporte español y universal. Lo que ocurrió el 24 de noviembre de 1998 en el sur de Gales se ha instalado en ... la memoria colectiva de millones de ciudadanos de todo el mundo —aficionados y no aficionados a los rallys— que vieron y siguen viendo con asombro una secuencia impactante. Son apenas unos minutos en los que aflora con total crudeza la paleta de sentimientos que anidan en el ser humano y emergen cuando la vida te da un revés considerable.
En pocos segundos desfilan ante la cámara y el micrófono la sorpresa, la incredulidad, la esperanza, el desasosiego, la templanza, la ira y, por encima de todo, la profunda tristeza de perder un título mundial a escasos pasos de la gloria. Concretamente, a poco más de 500 metros que les faltaron a Carlos Sainz y Luis Moya para cruzar la meta de la última etapa del Rally de Gran Bretaña, prueba que cerraba el campeonato del mundo de 1998. La intensidad gestual y anímica del momento fue tal que, pese a ser un deporte minoritario, al día siguiente fue noticia de portada en numerosos periódicos de todo el mundo.
Sainz y Moya ya eran bicampeones del mundo (1990 y 1992) con su Toyota Celica, y amanecieron aquel martes de noviembre con fundadas opciones de obtener la tercera corona. Llegaron al Reino Unido jugándose el título con Tommi Makinen (Mitsubishi), pero el finlandés ya estaba fuera de combate. Había tenido que abandonar en el sexto tramo tras sufrir un accidente, así que a la pareja española les bastaba con acabar en cuarta posición, precisamente la que ocupaban cuando arrancó la última jornada del rally británico.
El piloto madrileño lo tenía muy claro. «Tenemos que tratar de mantener la cabeza fría y no perder la concentración. Debemos ir deprisa, pero a la vez tenemos que evitar cometer errores, algo muy complicado, sobre todo tras lo sucedido en los dos últimos tramos. Es muy fácil caer en una de sus trampas… En las dos últimas especiales (cuando descendió de la segunda a la cuarta plaza de la clasificación) tuvimos problemas con la dirección. En el primero me costó un trompo y en el segundo me hizo perder aun más tiempo. Tengo que hacer mi propio rally y no pensar en lo que hagan los demás. La presión es mucha y más en esta carrera», declaró antes de afrontar la jornada definitiva.
Carlos fue fiel a su discurso. «Sainz había realizado una carrera inteligente, conservando al máximo el coche y sin arriesgar. Conocedor de la ventaja que tenía, recorrió cada uno de los tramos a la velocidad más adecuada para mantener el cuarto puesto en la clasificación, aunque hubo momentos en los que llegó a ser tercero», relata la crónica de ABC.
El séptimo y último tramo, con final en Margam, discurría con idéntica normalidad. Hasta que, a punto de llegar a la meta, sobrevino el desastre. Oyeron un ruido extraño procedente del motor, empezó a salir humo y el Toyota se paró: «Carlos Sainz y su copiloto, Luis Moya, no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Salieron del habitáculo para tratar de comprender la situación y tardaron poco en darse cuenta de que su carrera había terminado poco antes del final. Después de apagar el fuego, Carlos Sainz volvió al coche para intentar ponerlo en marcha. Sus reiterados intentos fueron vanos».
«El piloto madrileño se alejó del coche y vagó por las cercanías del lugar tratando de encontrar sentido a lo que acababa de pasar. Cuando llegó ese instante rompió a llorar de amargura y rabia. Enseguida atendió a los numerosos periodistas españoles allí reunidos y abandonó el lugar en un helicóptero, mientras Moya permaneció junto al vehículo, al que llegó a propinar una patada. El piloto español sólo alcanzó a decir, con la voz entrecortada: 'Parece increíble que suceda algo así. Sólo faltaban unos quinientos metros... No se puede tener tan mala suerte'».
«Tommi Makinen seguía el desarrollo de la carrera desde su hotel… cuando recibió una llamada en su teléfono móvil que casi le deja helado. Había sumado desde su habitación su tercer título mundial consecutivo, como premio a las cinco victorias que ha conseguido a lo largo de esta temporada. Canceló el vuelo para ejercer de campeón».
Moya estampó su casco contra la luna trasera
El 'Mundo Deportivo' resumió la escena y el desesperado monólogo de Luis Moya ante un Carlos Sainz mudo y demudado: «Empieza a salir humo del capó del Toyota. Sainz se detiene e inmediatamente Moya intenta apagar el fuego con el extintor. Carlos también baja y le ayuda, pero Luis empieza a gritar: '¡Trata de arrancarlo… trata de arrancarlo, Carlos… arráncalo, por Dios… arráncalo, Carlos!'. Luis la emprende a patadas son el coche: '¡Me cago en su puta madre… será hijo de puta'!».
Segundos después, Moya descargó definitivamente su furia interna contra la luna trasera del vehículo japonés número 5. Se quitó el casco y lo estrelló contra el cristal, rompiéndolo y atravesándolo.
El enviado especial del diario deportivo catalán, Raymond Blancafort, escribió las reacciones del dúo español tras lo sucedido: «Habían transcurrido apenas tres horas de su dramático abandono cuando Carlos Sainz y Luis Moya, ya duchados pero sin poder ocultar en sus rostros las secuelas de las lágrimas vertidas, comparecían ante la prensa. 'Cuando te pasa algo así dan ganas de mandarlo todo a la porra, de encerrarte en casa y olvidarte de las carreras', explicó Sainz. 'Todos podéis imaginar cómo nos sentimos, porque pensar en un desenlace así, tal como iba el rally, es increíble. Ha sido muy cruel', dijo Sainz una vez finalizada a ovación con la que fue recibido por la prensa española».
'No creo que en la historia del deporte se haya dado un final de prueba tan dramático e inesperado. Es lo que pasa con los deportes del motor. En un partido de tenis rompes la raqueta y la cambias, pero aquí rompes el motor y ya está: pierdes: Pero una cosa es perder el primer día, cometer un error, y otra, la forma cruel en la que hemos perdido el título', añadió la pareja española. 'Todo iba muy bien hasta 500 metros del final, cuando de repente el motor cambió de sonido y salía fuego por el capó. No podía creerlo. Hemos intentado seguir, pero era imposible. Creo que ha sido una biela que ha salido por un costado, pero no lo sabemos con exactitud', explicó Sainz compungido. 'De tener los dos títulos que tengo a los tres o incluso cuatro que hubiéramos podido tener, tampoco cambia mucho la vida. Hay otras cosas importantes, como la familia'. Moya aseguró que él y Sainz tardarán 'mucho tiempo' en reponerse. 'Ya lo teníamos en la mano'».
Lágrimas de los periodistas
Semejante infortunio provocó un enorme disgusto general. Primero, en Reyes Vázquez y Juanjo Lacalle, esposa y representante de Carlos Sainz respectivamente, quienes aguardaban la ansiada entrada en meta del Toyota. Ambos pasaron del desconcierto al llanto en escasos minutos. Los que tardaron en entender y asimilar la fatal noticia que les transmitían a través del walkie-talkie que portaba Lacalle.
Así lo contó Blancafort: «Richard Burns y Juha Kankkunen estaban detenidos tras la última especial. El británico celebraba su victoria y el grueso de la prensa —españoles, por supuesto— esperábamos a Carlos Sainz en un paraje bucólico, unos inmensos prados verdes donde incluso lucía un sol casi mediterráneo. El Toyota se hacía esperar más de lo debido y comenzaba cundir un cierto nerviosismo, cuando a un centenar de metros se vio ondear, en lo alto de una loma, una gigantesca bandera finlandesa. Era la alarma general, confirmada por la aparición del Ford de Thiry».
«El belga confirmó lo que nadie quería oír: 'El coche de Sainz está parado a unos quinientos metros de la meta'. Mientras se nos ponía cara de tonto y comenzábamos a correr prado a través, saltando vallas, Carlos hablaba con la asistencia por radio: 'El motor se ha roto'. Todos se quedaron mudos, antes de reaccionar entre lágrimas, especialmente Juanjo Lacalle, su mánager, y la esposa de Sainz, Reyes. Mientras corríamos, una solitaria silueta roja, sentada lejos del camino, junto a un arroyuelo, nos descubrió a un Sainz destrozado, que no podía reprimir las lágrimas de desesperación e incredulidad. Sólo pudo decir estas palabras: '¡Es increíble perder esto así! No se puede tener tan mala suerte!'. El helicóptero de Dave Richards 'rescató' a Carlos y se lo llevó directamente al hotel».
«Mientras, Tommi Makinen oyó sonar su teléfono móvil cuando, de paisano, abandonaba el hotel camino del aeropuerto, sin esperar al final del rally. 'Carlos ha abandonado. ¡Eres el campeón!', le dijeron los miembros de su equipo. Tommi recuperó la llave de la habitación y rápidamente volvió a enfundarse el anorak de Mitsubishi. Había que dar imagen de marca y subir al podio. 'Soy muy feliz. Las últimas 48 horas habían sido muy duras, pero soy campeón. Lo siento de veras por Carlos', dijo el finés».
Los periodistas españoles allí presentes también sufrieron. De hecho, durante la citada rueda de prensa posterior al desenlace, Luis Moya desveló que a varios de esos informadores se les escaparon las lágrimas, y el copiloto gallego les quiso agradecer esa muestra de solidario apoyo.
Llamadas del Rey y de Aznar
A casi 2.000 kilómetros, en Madrid y en toda España, también hubo conmoción y palabras de aliento. El Rey Juan Carlos I telefoneó a Sainz para darle ánimos y felicitarle por su magnífica temporada, y lo mismo hizo el presidente del Gobierno, José María Aznar. Al día siguiente, a su regreso, tuvo una calurosa acogida por parte de los numerosos aficionados que acudieron a recibirle a Barajas.
«Una gran multitud se agolpaba desde una hora antes en el aeropuerto. Sainz aguantó la marea humana con una sonrisa, mitad agradecimiento a la afición, mitad cansancio. Como él mismo reconoce, el abandono del martes es 'duro, muy duro, pero ese trago hay que pasarlo alguna vez en la vida'. Sin embargo, el piloto de Toyota es consciente de que esto pasará; 'Ahora estoy tocado, pero sé que durante estos días voy a meditar bastante en lo sucedido y que dentro de poco volveré a estar preparado'…. Consciente de que la imagen de su escudería ha podido quedar dañada por todos estos acontecimientos, Sainz afirmó que 'el equipo somos todos, tanto yo como los constructores. Un fallo mecánico puede suceder en cualquier momento, y cuando ocurre, perdemos todos'».
Por cierto, el rally de Gran Bretaña 1998 lo ganó el inglés Richard Burns (Mitsubishi). El campeón del mundo de 1998 fue Makinen con 58 puntos, dos más que Sainz. El finlandés venció en Suecia, Argentina, Finlandia, Italia y Australia, pero abandonó en seis de las 13 pruebas del calendario. El español, mucho más regular, solo se retiró en Kenia y Gran Bretaña. Ganó en Montecarlo y Nueva Zelanda, y subió al podio, siempre como segundo clasificado, en Suecia, Portugal, Argentina, Finlandia y Australia.
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