El equipo que hizo aún más grande a Nadal
Tan entrelazados como separadas sus funciones. Tan capaces de acompañar al campeón en sus celebraciones como al tenista en sus derrotas, sean cuales sean
De 2004 a 2024: una evolución del mito para perpetuarse
Nadal-Federer-Djokovic, una rivalidad que encumbró el tenis
![Rafa Nadal junto a Carlos Moyá y Toni Nadal.](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2024/10/10/1201580772-k4RF-U6031821410470SH-1200x840@diario_abc.jpg)
Lo han hecho el Nadal que todos conocen y el Rafa que casi nadie conoce. El de los títulos y más títulos, y el de levantarse tras una lesión. Es su equipo y su familia. Tan entrelazados como separadas sus funciones. Tan capaces de ... acompañar al campeón en sus celebraciones como al tenista en sus derrotas, sean cuales sean. Tan vitales para impulsarlo en el ánimo como para anclarlo a la tierra.
Y todo empezó con tío Toni. A Nadal, que se le daba también de maravilla el balón, le gustaba imitar a su otro tío, también famoso de nombre Miguel Ángel. Pero Toni le hizo ver que podía ganar (y perder) él solo, sin compañeros de por medio pero con apoyos de por medio. Fue Toni quien tomó la batuta y la carrera de Rafael con trucos de magia y disciplina, con conocimientos de tenis y de psicología, con mano derecha para impulsar el saque de su sobrino y mano izquierda para que también creciera como persona.
Desde la infancia, sus nombres han estado unidos.
Construyeron una dupla indisoluble y exitosa, lejos de las miradas de los curiosos en el día a día, pero cómplices en sus momentos en público. Emocionados ambos cuando había mordiscos y cuando había dolores. Y de ambas cosas, la misma cara de la moneda del deporte, los dos son ricos.
El tío creó un plan y el sobrino lo ejecutó.
Pulió a un chico muy habilidoso en cualquier disciplina deportiva y que tenía tanta predisposición con ambas manos como de espíritu de sacrificio, aunque el tenista pocas veces se expresó de este modo sobre esa parte vital de su crecimiento como tenista.
Era un trabajo que aprendió a disfrutar con una alta dosis de exigencia, humildad y buena actitud. Dos palabras que Nadal ha repetido cientos de veces en sus comparecencias con la prensa. Humildad y actitud es lo que le exigía Toni, tanto para presentarse en la pista ante el rival o aunque fuera de entrenamiento: ni una mala cara ni un mal gesto ni una raqueta rota, como para atacar una bola, desde cualquier punto de la pista, desde cualquier nivel en el que se encontrara.
De parte del chaval, el compromiso, las horas de entrega y esa capacidad que también ha configurado todo lo que es: escuchar. Solo así se entiende que no haya dejado de crecer, por muy grande que ya fuera el tenista y su leyenda.
Así iba disfrutando desde pequeño y en compañía de su tío por todo el mundo: primero en las categorías menores, después en las adolescentes y a partir de los 17 años, en el circuito adulto al que Nadal se acopló de inmediato con la fuerza de sus músculos y la de voluntad que siempre estuvo sostenida por detrás, a distancia, en el palco, gorra en ristre, por Toni.
Aunque juntos recopilaron una gran colección de mordiscos, el entrenador siempre alabó lo justo a su sobrino en público, y compartió el éxito en un casi siempre segundo plano, dando importancia relativa a lo que es su sobrino. Este también aprendió la lección: «esto es solo un juego» era una de esas frases con las que minimizaba todo lo que iba cosechando. Juntos, por destacar solo una parte de la superficie, diez títulos de Roland Garros, 22 Grand Slams en total.
Aunque hubo altibajos en la carrera del balear, como aquel año 2015 y 2016 tan complejo por lesiones de todo tipo que acabaron por mermar también su férrea mente, siempre fue el tenista quien levantaba el brazo para señalar la posible culpa del mal curso. Nunca fueron los demás, nunca su tío, desde luego. De ahí que fuera decisión de Toni la que supusiera la ruptura de esta dupla única a finales de 2016. El cansancio de media vida dando varias vueltas al globo, su propia familia y volver a las raíces de la enseñanza, bajaron al tío del avión y dejaron que el sobrino siguiera volando, eso sí, con otra buena mano para guiarle: Carlos Moyá. Para siempre en el álbum familiar, el homenaje de sobrino a tío con la décima Copa de los Mosqueteros recogida al unísono.
No era fácil la empresa de Moyá, pues continuar la dinámica gloriosa era una responsabilidad grande, pero el mallorquín aceptó el reto y también Nadal. Amigos desde la infancia, la complicidad fue inmediata, y la capacidad de escucha del tenista aligeró la carga del extenista. Juntos, otros siete años de «Vamos» y mordiscos, y también de reflexiones, lesiones, planes de futuro y una complicada transición a la vida de extenista, que también es difícil de explicar, de asumir y de digerir por parte de todos.
Alrededor, una estructura compacta, de amistad y confianza inquebrantables forjada en los años y los partidos. Nombres tan cotidianos y de toda la vida como los de su propia familia. Francis Roig fue también guía con plano secundario con Toni y en primero cuando este decidía quedarse a descansar con su familia. Labor que continuó realizando con Moyá, hasta que decidió apearse del viaje a finales de 2022.
Para mantener viva la ilusión y reforzar los lazos en este grupo tan familiar, Nadal llamó a Marc López para que lo acompañara en estas últimas temporadas. Entre los dos, una amistad que brilló como nunca en el oro olímpico de Río 2016, y que quedó patente a finales de 2023 cuando Nadal cumplió la promesa que le hizo cuando el barcelonés se retiró del tenis de que se despedirían juntos en una pista.
Rafa Maymó: su tarjeta de presentación dice que es fisioterapeuta, pero para Nadal es mucho más; es un confidente, un amigo, casi un psicólogo. Cientos de horas de charla en la camilla para preparar su cuerpo, pero también su mente; en los días malos y en los buenos. En su palco desde el inicio. Como también Joan Forcades, el preparador físico que ha conseguido que el cuerpo del balear se recomponga cada vez que las lesiones lo tiraban al suelo.
En el lado de las relaciones con las marcas, Carlos Costa, mánager del tenista desde que era un adolescente. Aunque se encarga de negocios y acuerdos comerciales, en el que se incluyen varios proyectos conjuntos, también forma parte del clan que aconsejaba al tenista. Jordi Robert ha sido otro pilar en la carrera del manacorense por esa relación tan estrecha entre el tenista y la marca Nike, de la que Robert, más conocido como Tuts, era el enlace que lo ha acompañado desde siempre. Para organizar una agenda ingente de peticiones de entrevistas, Benito Pérez-Barbadillo. Y en el plano más médico, Ángel Ruiz Cotorro, que ha revisado cada cicatriz del balear, física y no física, en un historial que, por desgracia para el tenista, es casi tan largo como el de sus propios títulos.
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