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Tenis / Los 14 mordiscos de Nadal

2008, el cuarto Roland Garros de Nadal: La mayor paliza ante el mayor rival

El español mordió esa cuarta Copa de los Mosqueteros después de infligir un severo castigo en la final a Federer, que solo pudo sumar cuatro juegos

2007, el tercer Roland Garros de Nadal: Borrón y título nuevo tras 81 triunfos seguidos

Nadal, con su cuarto título en París, en 2008 Reuters
Laura Marta

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Por si no había demostrado ya su superioridad en esta Philippe Chatrier que empezó recelosa e incluso desafiante en algunos choques, pero que acabó por convertirlo en patrimonio nacional, Rafael Nadal firmó un torneo impecable en aquel 2008. Tanto como para que nadie se opusiera lo suficiente a su fortaleza como para robarle un solo set, tanto como para infligir a todo un Roger Federer una de las mayores derrotas de su carrera en la final.

No fue solo la final, sino el camino hacia el último día. Un desfile triunfal en el que la frase más repetida sería «no pude hacer nada», y que quizá vino precedida por ese resbalón a destiempo en la primera ronda de Roma, ante Juan Carlos Ferrero (7-5 y 6-1). Pero París no es Roma. Y se entona el balear con Thomaz Bellucci (7-5, 6-3 y 6-1) y encadena castigos al rival más que resultados: 6-4, 6-0 y 6-1 a Nicolas Devilder, 6-1, 6-3 y 6-1 a Jarkko Nieminen, 6-1, 6-0 y 6-2 a Fernando Verdasco, 6-1, 6-1 y 6-1 a Nicolás Almagro en cuartos. Ese partido que pasa a la historia por la profética frase del murciano. «¡Este va a ganar Roland Garros cuarenta años seguidos; tendrá 65 años y lo seguirá ganando!», le gritó a su palco, y a la grada entera, en medio de ese partido que fue como enfrentarse a un huracán. «Siempre podré decir que tuve la suerte de jugar en la Central de Roland Garros con el mejor jugador de la historia en tierra y que es una leyenda. En ese partido no encontraba la fórmula para hacerle daño», recordaría luego Almagro. Ni él ni nadie.

Fue esa frase la que también expondría en semifinales un Novak Djokovic ya de lleno en las grandes ligas con su primer Abierto de Australia. Pero todavía estaba lejos, muy lejos, del planeta en el que gravitaban Nadal y Federer. «Probablemente debido al estrés combinado con el cansancio físico entre el final del primer set y el comienzo del segundo, todo fue tan rápido que no sentí que tuviera tiempo para sacar mi mejor tenis. Me di cuenta, pero quería aguantar, no quería rendirme. Hice todo lo que pude, pero no jugué el tenis que solía mostrar». No pudo, no supo, lo normal ante este Nadal de 2008 implacable.

Y ya en la final, Roger Federer, que repetiría la misma frase que todos los demás: «No pude hacer nada, no vi soluciones. Una amarga derrota. Es difícil de aceptar. El resultado es duro. Este es quizás el Rafa más fuerte que he visto en mi vida. Tiene todas las habilidades en arcilla, por eso ganó lo que ganó». Y por eso ganó como ganó al suizo en aquella final para el recuerdo: un 6-1, 6-3 y 6-0 en apenas dos horas y 8 minutos. «El mejor año, el mejor torneo que ha jugado. Rafael estuvo maravilloso. Un torneo perfecto», recordaría Toni Nadal.

Un cuarto mordisco a la Copa de los Mosqueteros que lo igualaría con Bjorn Borg. y una paliza al suizo que tendría repercusiones un mes después. La dinámica vencedora se trasladó a la hierba y Nadal conquistó su primer título en Wimbledon. Del cuarto mordisco en París, a Londres, y al número 1 por primera vez.

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