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Fúitbol / Champions League

El fenómeno Osimhen, el joven que aprendió a tirar memorizando vídeos

Formadores y excompañeros definen al nigeriano enmascarado, una de las grandes sensaciones del Nápoles al que visita este martes el Real Madrid: «De un despeje te saca petróleo»

Nápoles deifica a un enmascarado

El enmascarado Victor Osimhen, este sábado con el Nápoles Reuters
Gonzalo Cabeza

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Victor Osimhen un tiktok de su propio club mofándose de él le puede enfadar, pero difícilmente le hará perder la fe en sí mismo. «No le vi nunca un ápice de duda, de inseguridad. Todo lo contrario, veía a un chico que ya sabía que iba a ser un gran jugador, su actitud desde el día uno ya te lo recordaba», explica Javi Martos, que fue su capitán en el Charleroi cuando el nigeriano tenía 20 años. «Es alguien que no tiene miedo, quiere triunfar, tiene muchas ganas, en el entrenamiento trabaja mucho y no le gusta perder, cuando pierde se cabrea», remata Emmanuele Amunike, que además de exjugador fue su entrenador en la selección sub-17.

Osimhen llegó a esa selección sin haber siquiera jugado en un equipo como tal, era solo un miembro de una academia en Lagos. «Lo que hacen es que preparan a los chicos y luego organizan torneos entre academias para competir. En esas edades no puedes discriminar a nadie, hay que dar a todo el mundo las mismas oportunidades», cuenta Amunike, que llevó a aquella selección a ser campeona del mundo. En aquel torneo en Chile, Osimhen marcó en todos los partidos, diez goles para llevar a su país al título.

«Empezamos a trabajar con él, a corregirlo, era un chico muy alto pero técnicamente muy bueno, con velocidad, agresivo. Le ayudamos a que entendiese mejor el juego», explica el exbarcelonista. Esas trazas también las vio Martos desde el primer entrenamiento en Bélgica: «Cuando llegó era un jugador muy joven con un potencial brutal, un diamante en bruto por pulir en varios aspectos. Lo que era talento lo tenía todo». Y físicamente un toro, como recuerda el internacional peruano Cristian Benavente, también compañero en el Charleroi: «Lo primero que me llamó la atención es que para ser un chico tan joven tenía mucha fuerza, era muy atlético, rápido, con zancada larga, cubría muy bien el balón de espalda, iba muy bien de cabeza…».

Fichó por el Charleroi un poco de rebote tras un inicio poco prometedor en Europa, en el Wolfsburgo. «Nos llega llovido del cielo porque al jugador lo rechazan el Brujas y el Anderlecht por un problema de rodilla», explica. Le diseñan una pretemporada específica, controlan sus cargas de trabajo y muy pronto ven que han cantado bingo: »Paulatinamente se hizo un fijo en el once y dio un rendimiento, sobre todo los últimos seis meses, brutal«.

Después se marchó al Lille y más tarde se consolidó en el Nápoles como uno de los mejores delanteros del mundo, pero el año en Bélgica lo recuerda de forma especial. «Después ha vuelto a Charleroi a ver partidos, él sabe que ahí se le dio una oportunidad que otros no vieron claro, la apuesta al club le salió también muy bien tanto económicamente como en rendimiento deportivo», explica Martos.

El capitán, que pasó por la Masia, cree que la capacidad para saltarse etapas define a los jugadores de élite. «No me gustan las comparaciones, pero yo conviví mucho con Iniesta, y vi el paso de Messi por la cantera. Queman etapas por semanas; pasan del juvenil al c, al b, o al primer equipo en seis meses. Victor fue un poco así, era un jugador introvertido, en la pretemporada le faltaban cosas pero tenía actitud e iba mejorando por semanas».

Los nervios son para otros: «Yo recuerdo que el día que debuté con el Barça en San Mamés me temblaban las piernas, es el sueño por el que luchas toda la vida. La gente que está hecha de la pasta de Victor, como Messi o como Iniesta, si tienen miedo no lo notas«.

Dura infancia

La madurez, a veces, se explica desde la biografía. En el caso de Osimhen hay una infancia dura detrás. «Victor de niño lo pasó mal, con diez años murió su madre, y él y sus hermanos han tenido que ayudar a la familia, cuando salía del colegio tenía que hacer cosas, tenía que vender en la calle. Un niño en España con diez años tiene de todo; en África, se lucha para sobrevivir y cuando ves lo que ha hecho Victor es una alegría porque hay que reconocer su esfuerzo», relata Amunike.

Osimhen es un trabajador concienzudo. «Lo que más me sorprendió fue su hambre. Era un chico introvertido, solo hablaba inglés, pero cuando llegaba el momento de trabajar ponía máxima intensidad, jugaba bastante duro, y ya eso te llama la atención en un chico tan joven, que esté tan metido y tan centrado en el fútbol. Cuando viajábamos él siempre estaba viendo jugadas de finalización de Cristiano, de Messi, continuamente vídeos de fútbol, solo fútbol, cuando acababa el entreno si podía practicar chuts y finalizaciones, lo hacía», recuerda Martos. Concienzudo pero no difícil. «Es un tipo muy alegre, le gusta escuchar música alegre, a veces era el encargado de la música en el vestuario», explica Benavente.

El mucho trabajo solo tiene sentido con talento detrás. «Yo no he visto delanteros tan altos con tanta calidad, coordinación, técnica… es un jugador muy completo», remarca Amunike. «Yo soy central y lo marcaba a cada día, no es normal que un jugador tan grande y tan atlético, tenga esa flexibilidad. A Victor le puedes poner un balón cerca de la cabeza y a lo mejor en lugar de ir con el pecho la baja con el pie», cuenta Martos. «Para ser un chico tan joven tenía mucha fuerza, era muy atlético, rápido, con zancada larga, cubría muy bien el balón de espalda e iba muy bien de cabeza», remata Benavente.

El delantero que se encontrará mañana el Madrid es distinto al que jugaba en Nigeria o en Bélgica. «Ha pulido mucho la calidad individual. Los primeros dos meses tú le dabas un pase entre líneas, él venía a recibir y a lo mejor su primer control una vez era bueno y dos veces se le iba; es verdad que con su corpulencia conseguía meter cuerpo y brazos y muchas veces quedarse el balón, pero tenía que tirar de recursos físicos», explica Martos, ya retirado y trabajando en la UE Prat. Para los centrales como él, Osimhen es una bendición, «Cuando venía un equipo que dominaba y presionaba arriba, sabía que si se la tiraba a Victor no solo tenía la capacidad de dársela aguantar y descargar, sino que como el defensa se descuidase y ese balón botara él ya metía el cuerpo, y a portería. De un simple despeje sabía sacar petróleo».

Osimhen también mejoró el desenlace de las jugadas: «En los disparos en los que no tenía que reflexionar mucho ya fuese de volea, de chilena o de cabeza, era innato, increíble, pero cuando tenía tiempo de controlar y plantarse en un mano a mano normalmente no marcaba. Victor no lo tenía, pero se fijaba mucho para aprenderlo». Las cifras demuestran que ahora sí forma parte de su repertorio. El pasado verano se habló de una posible salida que no terminó de darse. La exigencia era de más de cien millones, cerca de 150. Ese es el nivel.

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