real madrid
Falta de liderazgo y runrún en el vestuario: «Nunca veo que a los delanteros se les recrimine no bajar»
Las críticas de Mina Bonino no solo se dirigieron a Ancelotti, sino también a la falta de solidaridad de algunos jugadores. Se ha perdido feeling entre algunos futbolistas y nadie da un paso al frente
Algo ha pasado desde la final de Wembley para que el vestuario del Madrid haya dejado de ser ese vestuario madridista, solidario, generoso y familiar que llevó al equipo a su segundo doblete en tres temporadas. Un vestuario sano, como lo denominaba, y denomina, Ancelotti, que jamás tenía un reproche, un gesto o una mala cara sobre el césped. Eso ahora no es así. Los aspavientos entre compañeros se volvieron a ver contra el Milan, como ya sucedió frente al Barça, el Celta, el Lille, el Mallorca… Son muchos los partidos en los que el lenguaje gestual delata frustración y pérdida de confianza.
Hay un distanciamiento entre algunos jugadores y el cuerpo técnico y eso se refleja en el estado físico y anímico de una plantilla a la que, ahora mismo, le pesan las piernas y la cabeza. Pero las relaciones idílicas que ya no lo son tanto no atañen solo a la interacción entre la plantilla y el mando técnico. Se ha perdido química entre los jugadores y empieza a ser normal ver las caras de enfado de Bellingham cuando se mata a correr, mientras Vinicius y Mbappé presionan con la mirada. Justo lo que hizo el brasileño cuando Tchouaméni le dio el mal pase del 1-2. Ambos se quedaron parados, como si nada de lo que allí estaba pasando fueran con ellos.
Hasta Lunin, seguramente el jugador más frío de la plantilla, sacó ayer su rabia tras encajar el tercer gol. Bronca al equipo por la falta de compromiso a la hora de defender la jugada. Mal síntoma si el ucraniano se ve obligado a levantar la voz. Como también lo es que la mujer de un futbolista, y no de uno cualquiera, sino de uno de los ojitos derechos del entrenador y uno de los más queridos en el vestuario, como es Valverde, enciende el ventilador de mierda en sus redes sociales.
Mina no solo apuntó al entrenador por colocar a su marido en el extremo derecho, posición que a ojos de ella no es la de Valverde. Curioso también que la esposa de un futbolista cuestione en público los planteamientos del entrenador que, por otro lado, siempre tiene un piropo para Valverde. También dejó un mensaje a Vinicius y Mbappé, aunque sin nombrarlos, cuando uno de sus seguidores le recriminó que Valverde había fallado el el gol de Morata y no estaba teniendo su mejor partido: «Nunca veo que a los delanteros se les recrimine bajar», escribió Bonino.
Aquí no le faltaba razón, pero si entendía que así iba a defender a Fede, eligió el camino incorrecto. Si hay algo que no gusta en los vestuarios de fútbol, como los del Madrid, donde los egos están a la orden del día, son que los familiares metan cizaña. Hay unos cuantos jugadores, con sus respectivas novias y esposas, que tienen motivos para estar de uñas. Que se lo digan a los invisibles Endrick y Güler, que han desaparecido por completo del plan de Ancelotti. Ni siquiera tira de ellos cuando el equipo anda con el agua al cuello, pero se mantienen callados, que es lo que, al menos de puerta para afuera, es lo que toca.
Y lo que toca también es que el alguien en el vestuario dé un golpe en la mesa. Se echa de menos el liderazgo de Nacho y de Kroos, pero sobre todo el de Carvajal. Su baja es mucho más que un agujero deportivo. En un Real Madrid donde se cuenta con los dedos de una los españoles y los canteranos, la ausencia de Dani es un drama. El carácter, la personalidad y la jerarquía del pepinero es clave en momentos de debilidad, y nadie parece tener intención de ocupar su lugar. O no quieren, o no saben. Tras el 0-4 contra el Barcelona, ningún jugador dio la cara. Después del 1-3 contra el Milan, solo lo hicieron Lucas y Lunin, lateral derecho y portero suplente. ¿Dónde están los pesos pesados y las estrellas cuando su afición más necesita escucharles? De momento, desaparecidos.
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