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Crisis en el Real Madrid: el crédito de Ancelotti no es infinito
El italiano transmite al club confianza y está convencido de que le va a dar la vuelta a la situación, pero empiezan a surgir las primeras dudas en la planta noble
El vestuario se ha distanciado del cuerpo técnico y no entienden algunas de las decisiones tácticas del entrenador
El análisis de Henry que deja mal a Mbappé
![Carlo Ancelotti, durante el Madrid-Milan](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2024/11/06/carloance_20241106111935-RjI6KjE5YicOd9AkbqM50mK-1200x840@diario_abc.jpg)
Carlo Ancelotti es el entrenador con más títulos (14) del Real Madrid, empatado con Miguel Muñoz, ha ganado dos Champions y dos Ligas en los últimos tres años, hace solo cinco meses que levantó la Decimoquinta en Wembley y tiene contrato hasta 2026, pero ... eso no quiere decir que Carlo tenga la autopista limpia para sentarse en el banquillo del Santiago Bernabéu hasta el final de temporada. Así de exigente es el banquillo del Real Madrid.
Las tres derrotas en los últimos seis partidos y, sobre todo, la debacle ante el Barça y el Milan en los últimos diez días han levantado las primeras dudas en la planta noble del Bernabéu. No solo por lo abultado de ambas derrotas, sino por el cómo. El equipo transmite síntomas preocupantes: falta de solidaridad, falta de liderazgo, reproches entre compañeros, distanciamiento con la afición y grietas entre el vestuario y el cuerpo técnico. Son muchos los frentes que tiene abiertos Ancelotti.
«No puedo decir que mis jugadores estén vagos, pero es cierto que en estos momentos no somos capaces de hacer un trabajo colectivo eficaz», dijo Carletto en la sala de prensa de Valdebebas, a la vez que reconocía que su posición se había debilitado: «Vería normal que me cuestionara».
Ancelotti reconoció que si el Madrid no da un volantazo cuanto antes, será muy difícil llegar al final de temporada. Él conoce mejor que nadie las interioridades del Madrid y la gestión de los momentos de crisis por parte del club. Florentino no suele tomar decisiones en caliente, y no lo piensa hacer tampoco en esta ocasión, pero sí va tomando nota de todo lo que sucede, y eso es lo que está haciendo.
Y mientras el presidente observa desde arriba cómo este Madrid se desangra en defensa y en centro del campo, y no le mete un gol ni al arcoíris, Ancelotti tiene que ponerle pegamento a un vestuario que no entiende algunas de sus decisiones y que ha perdido un porcentaje de la confianza con el que han convivido plantilla y cuerpo técnico estos últimos tres años.
Hay decisiones que la plantilla mira con recelo. La que más, la de ubicar a Bellingham en la derecha, como sucedió en Vigo y ante el Barça, y alejarlo del área rival para centrar sus esfuerzos en tareas defensivas. Se cree que se está infrautilizando al inglés, y ahí están sus números: cero goles y cero asistencias y las hojas del calendario ya se acercan a mediados de noviembre.
Tampoco se comprende la improvisación en algunos partidos, como pasó en Balaídos con la defensa de tres, con Tchouaméni junto a Militao y Rudiger. El propio Ancelotti reconoció tras el partido que no lo habían trabajado durante la semana y de ahí sus repetidas explicaciones a francés, brasileño y alemán para ponerle orden a una idea que acabó siendo enterrada en el descanso.
La invisibilidad de Güler y Endrick es otro de los debates. Ni ante el Barça ni frente al Milan jugaron ni un solo minuto. De hecho, contra el equipo italiano, Ancelotti apostó por Ceballos y Fran García antes que por turco y brasileño. Carlo es un entrenador que respeta mucho los galones, pero ninguna de sus estrellas se ha ganado esta temporada la condición de ser intocable.
Las críticas de Mina
Carlo insiste en que sigue teniendo un vestuario sano, pero el lenguaje gestual no parece decir lo mismo. Ancelotti arqueó más que nunca la ceja cuando este periódico le preguntó tras la derrota ante el Milan por las críticas de Mina Bonino, la mujer de Valverde, tras el cambio del uruguayo en el descanso. No solo ponía en tela de juicio que su marido jugara de extremo derecho y no de mediocentro, sino que señalaba a Mbappé y Vinicius por no ayudar al equipo en la presión y correr lo justo. Algo no funciona cuando la esposa de un futbolista importante se pone a despotricar públicamente del entrenador y de algunos compañeros.
Tampoco parece muy normal que, en el peor momento de Ancelotti en esta segunda etapa en el banquillo blanco, los dos únicos jugadores que hayan dado la cara para analizar lo que está sucediendo sean Lucas y Lunin, lateral derecho y portero suplente. Ninguna estrella lo ha hecho, ni en zona mixta, ni en la sala de prensa, ni siquiera en sus redes sociales. Un silencio atronador que evidencia falta de liderazgo y un enfado mal gestionado.
Como preocupante es también la gestión del fichaje de Mbappé. Nunca en la historia estuvo el Madrid siete años detrás de un futbolista y, cuando por fin lo ha logrado fichar, no lo pone en su sitio para no provocar tiranteces con Vinicius. Lo que durante años se pensó que sería el Madrid de Mbappé, resulta que no es así. Este es el Madrid de Vinicius y, de momento, Kylian es un actor secundario en esa posición de nueve en la que maldice al cielo cada vez que se presenta delante del portero y dispara al muñeco.
Más o menos lo que hace Tchouaméni cuando comete la 'temeridad' de dar un pase vertical, aunque solo sea de un par de metros, y se lo da al enemigo. El Bernabéu le ha tomado la matrícula y cuando el Bernabéu toma la matrícula de un jugador es complicado que la borre de su memoria. Ahora mismo, los ochenta millones que pagó el Madrid por el francés parecen una locura y, lo que es peor, la sensación es que parece no haber tocado fondo.
En el horizonte está el mercado de invierno, que pueda ayudar al equipo a tapar algunos agujeros, como la planificación del pasado verano y la grave lesión de Carvajal, pero eso de momento queda muy lejos. Como dijo Ancelotti, van a ser noches largas hasta el partido del sábado contra Osasuna que, de repente, se ha convertido en un encuentro de máxima tensión y dificultad. Luego viene el parón y después tres salidas de aúpa. Dos en Champions, Anfield y Bérgamo, y una en Liga, en San Mamés. Vienen curvas y la luz del motor se ha puesto en rojo. A Ancelotti le toca remangarse.
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