Atletismo

Raquel González: «Ni el más rico del mundo puede pagar la emoción de ganar una medalla»

La marchadora plata europea de 35 km marcha, repasa en ABC su temporada más intensa

Asier Martínez, rey europeo de las vallas

Raquel González, con la medalla de plata en el Europeo Reuters

Nada más volver del Mundial de Oregón, donde fue quinta, Raquel González (Mataró, 1989) se notó con fiebre. Un día después estaba encerrada en casa, contagiada de Covid. Apenas quedaban dos semanas para el Europeo de Múnich y se temió lo peor. Pero su ... mentalidad resultó clave. «Soy más de ocuparme que de preocuparme. La prioridad era recuperar mi salud y me di cada día la oportunidad de estar mejor. No quise renunciar». Ni siquiera anunció su positivo, no quería dar a sus rivales esa ventaja psicológica. Su medalla de plata posterior rubrica una carrera de sacrificio y esfuerzo.

-Cuánto ha costado esta medalla...

-Muchísimo, sí. Años de entrenamiento y dedicación. Sobre todo este último año, en el que había un grandísimo reto con un Mundial y un Europeo seguidos, se me puso todo en contra fuera de la pista. No es solo el Covid. En marzo ya sufrí una mononucleosis que me tuvo completamente parada. Así que la recompensa es increíble. Si ya es difícil conseguir una medalla, después de todo lo que he pasado le doy aún más valor.

-¿Dónde irá la medalla? ¿Siempre cerca o estará guardada en un cajón?

-Está en casa. La que se encarga de colocar todas, desde que entró la primera, es mi madre. Tiene el comedor lleno de medallas y copas. Creo que aún la tiene en la mesa, no le encuentra sitio.

-¿Y cómo le da a una niña por empezar en la marcha?

-Yo empecé gracias al colegio, a la asignatura de Educación Física. Tenía habilidad para los deportes. Era buena también en waterpolo, pero un profesor me dijo que no corría mal y me apunté al Lluisos, el grupo de atletismo de Mataró. Al principio no había escuela, así que yo me iba con el grupito de veteranos y me pasaba el día haciendo tiradas largas, que me encantaban. Ahí ya me di cuenta de que me gustaba la resistencia. Luego se montó la escuela y probando todas las disciplinas me enamoré de la marcha. La llevaba Juan Carlos Rodríguez, con quien sigo teniendo una vinculación muy especial. Es mi padre deportivo.

-Esa facilidad para los deportes no se correspondían con las notas, ¿no?

-Yo sacaba siempre notables y excelentes en todo, pero en gimnasia no pasaba del suficiente. Como mucho llegaba al bien. Era siempre mi nota más bajita y no entendía cómo podía ser. Quizás ya me empezaban a poner retos para que me esforzara más.

-¿Cuál es el secreto de la marcha española?

-Ser campeón de España está carísimo. Nadie se imagina cuánto. Por eso luego salimos fuera y tenemos el nivel que tenemos. Tenemos unos técnicos que son increíbles. Han formado núcleos muy potentes de marchadores, y tener gente tan buena hace que luego haya resultados.

-¿Hay una escuela española? ¿Influye que haya una técnica diferente respecto a otros países?

-No creo. La técnica es diferente de un marchador a otro. Incluso en nuestro grupo marchamos de forma distinta.

-Hace unos años decidió dejar el CAR de Sant Cugat e ir al de Madrid, con el grupo de José Antonio Quintana.

-Fue en 2018. Lo hice porque necesitaba cambios. En Barcelona tenía un equipo muy profesional, pero justo se había retirado mi entrenador, José Marín, me encontraba más sola y empecé a pensar que necesitaba hacer una gran apuesta. Quintana tenía un grupo con unos resultados espectaculares y sabía que entrenar con ellos iba a resultar muy positivo. Sabía dónde estaba y que si quería mejores resultados necesitaba hacer las maletas.

-¿Y cómo es la vida en un CAR?

-Pues una familia deportiva. Guardo una gran amistad con gente del tenis, del waterpolo, de gimnasia rítmica. Éramos todos como hermanos.

-¿Y en Madrid?

-Pensaba que me iba a costar mucho más, pero me he encontrado muy cómoda. Es mi nueva familia.

-¿Algún rincón favorito?

-La Casa de Campo es el paraíso de los marchadores. Cuando lo descubrí me encantó. Y me impactó el Palacio Real.

-¿La situación de Cataluña en los últimos años le ha afectado de alguna manera? ¿Le han criticado por coger la bandera o venirse a vivir a Madrid?

-Siempre se va a criticar, pero no solo con el tema político. Está bien tener puntos de vista abiertos y diferentes. En mi caso me siento orgullosa de ser de Barcelona, catalana y española. Y de representar a España cuando me toca competir a nivel internacional. Lo siento y forma parte de mi corazón. Siempre hay debates, pero me intento mantener al margen. Nunca he sentido rechazo por mi forma de actuar.

-¿Su familia?

-Mi padre tiene una pastelería y mi madre es ama de casa. Nadie hace deporte, soy la primera que se dedica a este mundo. Les tocó ver cómo su hija, con 15 años, les decía que quería ser deportista profesional y que se marchaba de casa para vivir fuera. Pero siempre me han apoyado en mis sueños. Lo viven de forma impresionante. Lo pasan mal cuando algo se tuerce, hay lesiones o enfermedades. Creo que sufren más que yo. Tuve la suerte de tenerlos en Múnich y fue precioso. Verlos tan felices es otra manera de disfrutar la medalla.

-Sorprende, por extensa, su formación académica.

-Me licencié en Comunicación Audiovisual, luego hice un máster en gestión deportiva, otro en dirección de comunicación, uno de derecho, gestión y finanzas en el ámbito deportivo y ahora estoy haciendo otro online, un MBA en dirección de empresas en la UCAM.

-¿Cómo se saca tiempo para todo?

-Al principio, cuando era más joven, invertía la mitad del tiempo en el deporte y la otra en el estudio. Según han ido pasando los años ha ido ganando peso el porcentaje del deporte. Tengo claro que es mi prioridad ahora mismo, pero nunca he querido dejar de formarme.

-¿Dónde le encamina esa formación?

-Quiero seguir vinculada al deporte. La gestión deportiva es algo que me llena, pero de momento no me planteo mucho sobre el futuro. Sé las cosas que me gustan ahora, pero igual dentro de unos años me decido por algo completamente diferente.

-¿Y su faceta de conferenciante?

-Ha conseguido cautivarme. Nuestra carrera deportiva no solo aporta resultados. También podemos enseñar mucho sobre motivación, sobre cómo afrontar los retos o incluso nutrición. Es bonito ir a empresas o colegios y, a la vez que les cuentas tus batallitas, ofrecerles recursos muy útiles para gestionar aspectos importantes de su vida. Vivir experiencias únicas, como la emoción de entrar en un estadio, cruzar una línea de meta o ganar una medalla es algo que ni el más rico del mundo puede pagar. Solo por eso vale la pena hacer lo que hacemos. Y poder explicarlo es otra parte que me gusta mucho. Llega mucho a la gente y lo disfruto un montón.

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