Hazte premium Hazte premium

Juegos Paralímpicos

Perseguidos por los talibanes y víctimas de terrorismo: Los héroes sin patria encandilan a París

El Equipo de Refugiados, creado en 2016, maravilla en la capital gala mientras hace historia después de que la judoca Zakia Khudadadi le diese su primera medalla

Alfonso Cabello conquista un memorable bronce en ciclismo

Khudadadi (izquierda) celebra junto a su entradora el bronce conquistado en Taekwondo reuters
Pablo Lodeiro

Pablo Lodeiro

Enviado especial a París (Francia)

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Los Juegos Paralímpicos son un grito a la reivindicación, a la «revolución», como aseguraba el presidente del Comité Paralímpico, Andrew Parsons, durante su intervención en la gala inaugural. No hay un solo participante que no merezca un reconocimiento especial pues, además de saber ganar, han aprendido a lidiar con baches que derrumbarían hasta al más fuerte de la tribu. Pero de entre todos ellos, hay un grupo que levanta especial admiración a su paso por la capital gala. Es el Equipo de Refugiados, fundado en Río 2016 para que personas expulsadas a la fuerza de sus propios países, unos 120 millones en todo el mundo, pudiesen optar a la gloria. Sin embargo, este selecto grupo ha sobrepasado todas las expectativas. No solo ha llegado a la cita con el mayor número de atletas de su historia, ocho y un guía, sino que ha conseguido su primera medalla paralímpica.

El pasado jueves, la taekwondista afgana Zakia Khudadadi le aseguró a su entrenador que cuando saliese del tatami sería medallista paralímpica. Nadie duda de que su mentor se tomó muy en serio la afirmación de su discípula, ya que su camino hasta París 2024 evidencia que está hecha de otra pasta. En 2021, cuando los talibanes tomaron el control de Kabul, capital afgana, Khudadadi fue casi obligada a abandonar su tierra natal. «Si te encuentran, te van a matar», le dijo su adiestrador por aquel entonces. Porque era mujer y deportista, porque era de la etnia chií, perseguida por los islamistas radicales, y porque una deformidad la acompaña en su mano izquierda debido a que contrajo la polio cuando solo era una niña. Por todo eso, vencer a la marroquí Naoual Laarif en la batalla por el bronce de la categoría 47 kilos no supuso una montaña inescalable.

«Estoy contentísima. Para mí, esta medalla es un sueño. Ahora mismo estoy viviendo un sueño», aseguró tras hacerse con el preciado metal, la culminación de una carrera en el Taekwondo que comenzó cuando solo tenía nueve años. Iniciarse en esta disciplina era una forma de defenderse ante el acoso constante que suponía no tener un brazo normal y corriente, lo que la obligaba a taparse con un pañuelo aquello que la hacía única y diferente. La presión fue tal que intentó suicidarse con solo 10 años, pero sobrevivió y desde entonces nunca dejó de luchar. Hace tres años necesitó ayuda para escapar de sus perseguidores y fue el Comité Paralímpico Internacional el que respondió a su llamada de auxilio.

La instaló en Francia, curiosamente en París, donde luego llegaría el resto de su familia, y ahora ya es historia de los Juegos. Además, es la única mujer del Equipo de Refugiados. «Hoy sigo siendo una refugiada», gritó tras la victoria en su ciudad adoptiva, con sus vecinos en las gradas absolutamente entregados a su gesta.

Khudadadi y sus compañeros han sido declarados por sus naciones de origen personas non gratas, pero eso no les ha impedido ir en busca de su sueño. Compañeros de la afgana son Guillaume Junior Atangana (Camerún), Ibrahim Al Hussein (Siria), Salman Abbariki (Irán), Hadi Darvish (Irán), Sayed Amir Hossein Pour (Irán), Amelio Castro Grueso (Colombia) y Hadi Hassanzada (Afganistán), protagonistas de esta historia que tiene en vilo a París 2024, pues sus homólogos olímpicos ya sumaron la primera medalla de su historia hace menos de un mes (la boxeadora camerunesa Cindy Ngamba se hizo con el bronce) y ahora son ellos los que cogen el relevo.

El líder y más veterano de este equipo es Hadi Hassanzada. El sirio vio cómo en 2013 su vida se esfumaba. Cuando vivía en su Siria natal, un amigo recibió un disparo de un francotirador y quedó inmovilizado. «Me gritaba: 'Ayúdame, ayúdame'», ha asegurado el atleta en varias entrevistas. Y, por supuesto, le ayudó. El problema es que mientras le auxiliaba, una bomba estalló en las cercanías. Él perdió una pierna y su sueño de ser nadador profesional, pero su amigo sobrevivió y ahora tiene tres hijos.

Aunque la depresión amenazó con invadirle por completo, Hassanzada nunca se rindió y tras llegar a Grecia a través de Turquía, en una balsa de dudosa calidad, en Atenas encontró un equipo para atletas de deporte adaptado que le empujó a un nuevo destino. Tras debutar en Río 2026, el pasado miércoles fue el abanderado del Equipo de Refugiados en la Plaza de la Concordia junto a Khudadadi , y su felicidad era más que evidente. Una felicidad contagiosa, que traspasa la carne y va directa al corazón. Ellos son una de las razones que hacen a los Juegos Paralímpicos una competición irrepetible.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación