Después del... fútbol sala
Monchi Carosini, de las zapatillas a la bata blanca
El paraguayo fue una de las primeras estrellas extranjeras en la liga española y se convirtió en una leyenda del Interviú mientras estudiaba Medicina: «La alegría por el agradecimiento de un paciente no es comparable a ganar un Mundial»
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![Ramón 'Monchi' Carosini, en la actualidad y cuando era jugador de fútbol sala](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2024/03/11/ramon-monchi-carosini-RFCVjl9cl5zwv8wsnvAitRO-1200x840@diario_abc.jpg)
Salvo que uno sea muy aficionado al fútbol sala, es probable que si acude al servicio de traumatología de la madrileña clínica Fremap pase por las manos de todo un campeón del mundo sin saberlo. El doctor Carosini, un veterano médico paraguayo de trato ... educado y cercano, guarda bajo la bata una brillante historia como deportista escrita a base de goles. «Aunque parezca una barbaridad ahora me reconocen más que antes. La media de edad de mis pacientes ya se acerca a la mía y me preguntan '¿Usted es Carosini, el de Interviú?' Y cuando alguien recuerda victorias o partidos te pone una sonrisa en la cara».
El amor por el fútbol sala germinó en su infancia, pues «se practicaba en el colegio como parte de la formación física y desde el principio me atrajo, pero sobre todo porque mis hermanos mayores lo jugaban. Éramos once, pero cuatro que fuimos prácticamente seguidos lo jugábamos y más de una vez coincidimos en el mismo equipo». Una pasión que pronto compartió con la medicina, vocación que recuerda muy temprana y que se reforzó cuando su hermano mayor la eligió.
Compaginar ambas cosas fue «muy sacrificado» porque en Paraguay tenía las clases teóricas por la mañana, las prácticas por la tarde y entrenaba cuatro días a la semana por la noche. «Gracias a Dios siempre me dieron facilidades, tanto allí como en España. La prioridad era la formación personal y cuando tenía exámenes me daban descanso para que pudiera afrontarlos».
'Monchi' Carosini se acabó convirtiendo en una estrella del fútbol sala tanto en las competiciones locales como con su selección. Defendiendo a Paraguay fue subcampeón en el primer Mundial de este deporte en 1982 y levantó el trofeo en Australia seis años después. Y en más de una ocasión fue el máximo goleador del torneo. «Mi llegada a este país fue a raíz del segundo Mundial, en España, pero venía ya precedido del Mundial Universitario de Brasil, donde me enfrenté a algunos de los que luego serían mis compañeros en Interviú». Seguramente así le llegaron noticias suyas al periodista José María García, dueño del Interviú, que se volcó en su contratación: «Cuando vine aquí a jugar aquel Mundial del 85 ya me quedé fichado».
De su llegada a la liga española recuerda que se encontró un fútbol sala «con otras reglas, mucho más dinámico que el de Sudamérica y donde prevalecía la fuerza física», pero su facilidad para hacer goles le ayudó en la adaptación y lo afianzó como un pionero, pues entonces todavía había pocos extranjeros. «Recuerdo que ya había figuras en esos momentos, pero a nivel de selecciones creo que no había llegado ninguna todavía. Había pocos jugadores de fuera pero, eso sí, eran muy buenos».
Una condición para José María García
Una de las condiciones que Carosini puso a García para fichar por su club fue poder continuar su carrera médica. «Él y Manolo Saorín me pusieron en contacto con el doctor Pedro Guillén, que me acogió en lo que ese momento era Mapfre. Me formé a su sombra y creo que, como dice el refrán, quien a buen árbol se arrima...».
El doctor Carosini forma parte desde entonces del equipo Fremap donde entre otros muchos pacientes ha atendido también a deportistas de élite. «Son mutualistas nuestros el Atlético, el el Rayo Vallecano o el Getafe. Me tocó ayudar por ejemplo al portugués Tiago cuando era rojiblanco y se rompió el antebrazo, o a muchos de mi gremio, de mi quinta y más jóvenes. Lo más curioso es que ahora tengo pacientes que fueron rivales y que en la cancha nos dábamos unas… Aunque he de decir que aunque fúesemos de equipos contrarios fuera congeniábamos bastante».
Si en su etapa de deportista disfrutó la competición y los goles, ahora reconoce que «el ayudar a un paciente a salir adelante y recuperar su actividad y esa alegría que te supone el agradecimiento del paciente no es comparable con ganar un Mundial». Seguirá disfrutándola, pero el momento de colgar la bata blanca también se acerca: «Tengo nietos y ya solo pienso en ellos, en jubilarme y estar con mi familia y viajar».
No tiene pues intención de estirar su carrera médica como hizo con la deportiva. «Tuve mucha cara para retirarme porque lo hice con 39 años. En eso contó mucho la ayuda del entrenador y de José María por aguantarme ahí y sacar provecho de lo que pudiera yo aportarle al equipo… pero llega un momento que ya no solo la profesión sino la familia te ayudan a tomar la decisión de dejarlo. Una decisión que si hubiese sido con una edad más temprana sí que me hubiese costado bastante».
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Tanto su carrera en la Medicina como en el fútbol sala son largas y marcadas por la fidelidad. Si en España la bata siempre la vistió en Fremap, sus colores deportivos nunca fueron otros que los de Interviú: «Puedo presumir de que el club me dio todo y yo di todo por él. Solo tuve un equipo en las catorce temporadas que estuve en la liga española, y aunque me llegaron ofertas creo que fue la mejor elección, porque este equipo es mi familia».
Todavía se acerca de vez en cuando a ver un partido de Interviú, ahora Movistar Inter, en el pabellón del torrejonero Parque Corredor, aunque el deporte que ahora puede verse en el parqué ha cambiado mucho respecto al que él practicaba. «Ahora es mucho más potencia. Desde que se fue el último que podía improvisar y hacerte un sombrero por ejemplo, que era Ricardinho, es todo muy táctico. Yo no me veo peleando con estos jugadores de ahora, tienen una fortaleza físicamente envidiable, técnicamente son muy buenos… pero personalmente creo que hay que dar más lugar a la improvisación y que el jugador genere más peligro, más uno contra uno, porque hay jugadores bastante habilidosos pero muchas veces se ven encorsetados». Palabra de mito.
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