Juegos Olímpicos
Lucía Martín-Portugués: «No temo la epilepsia, sino vivir con miedo»
Esgrima
La enfermedad no ha frenado los ataques de la esgrimista, que hoy se estrena en los Juegos Olímpicos
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![La madrileña Lucía Martín-Portugués](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2024/07/28/luci81-R8zheIqVEpOCezu2h3o6ESK-1200x840@diario_abc.jpg)
Para quien nunca ha sostenido un sable de esgrima, la sensación que se percibe en la mano es lo más parecido a «una pluma de ave que coges y te permite dibujar en el aire las sensaciones que tienes en ese momento», dice Lucía Martín- ... Portugués (Madrid, 1990). ¿Pesa? «No, es como una batuta de director de orquesta con la que siento control y el poder para sacar esa parte primitiva que está dentro de todos», y sin ponerle paños ni etiquetas añade que su deporte, la esgrima, va de darse golpes. De recibirlos. Y de superarlos, ¿cómo si no habría logrado clasificarse para debutar hoy en los Juegos Olímpicos de París tras diagnosticarle epilepsia con 17 años?
Su trastorno neurológico se denomina crisis de ausencia, unos segundos en los el paciente queda como ido, con la mirada perdida; ella perdía la noción de dónde estaba cuando volvía en sí, sin recordar qué había pasado, entre mareos, aturdimiento. Hasta que llegó el diagnóstico y le puso nombre y apellido a lo que le pasaba, nunca dejó de entrenar. La última crisis la sufrió hace siete años, y, desde entonces, los únicos ataques de Lucía son los que ella misma lanza con el sable. Aún así, es inevitable tenerlo presente todos y cada uno de sus días: «Me tomo a diario la medicación y a veces reflexiono sobre la suerte que tengo de haber controlado mi enfermedad y siento gratitud hacia los médicos y la investigación farmacéutica que ha hecho posible que yo pueda seguir llevando una vida normal».
Pero 'normal' es un término que tiene cierto filo porque la medicación, esa que mantiene a raya sus ataques, le produce sin embargo mucho cansancio, y a este nivel deportivo, cabe preguntarse si se siente en desventaja. «Es cierto que me deja muy cansada, pero creo que lo único que podemos controlar es la actitud respecto a las cosas que nos llegan y estas son las cartas que me han tocado. Por mucho que quiera estar menos cansada y competir como los demás, a mí me ha tocado esto, así que no le doy mas importancia y vivo». ¿Teme la enfermedad, sus efectos? «Temo más no vivir por miedo a la herida y la muerte que a la propia enfermedad», dice a pocas horas de debutar en el Grand Palais, cubierta con su traje blanco y armada con su sable, el arma al que llegó «de casualidad» porque era el que se practicaba en su club.
Una persona pacífica
En la espada y el florete solo se toca con la punta, pero con el sable se puede tocar con toda la hoja (la punta, el filo, el contrafilo y los planos). «Con las otras hay que ser más paciente y frío», dice la esgrimista, pero con el sable se pega con todo, y además, solo suman los golpes que se dan si estás atacando: «Mi deporte va de darse golpes, por eso me quedé en el sable, porque tengo mucha energía y agresividad y es donde más virtudes aporta». ¿Y no se cansa de vivir atacando? «Cansa porque estás muchas horas en un pabellón en alta competición, pero me considero una persona bastante pacífica aunque tenga la capacidad de matarte».
Su participación este lunes a las 11.40 horas supone la presencia de nuevo de una mujer en la esgrima española en unos Juegos 16 años después de Pekín 2008 (cuando se logró la única medalla de la disciplina, el bronce de Luis Abajo, 'Pirri'). A pesar de la veteranía y esa sobrada fuerza que la lleva a lanzar y atacar oponentes y diagnósticos, la emoción de debutar en París le cambia el tono: «La gente es la misma que en otros circuitos internacionales y la competición es la misma, pero se vive de forma distinta, y siempre que llega algo distinto al ser humano le cuesta aceptarlo».
¿Está nerviosa? «Más bien un poco alerta, pero estoy bien», dice. Y sobre el pecho, lo corrobora la cruz que pertenecía a su padre, fallecido hace diez años, y que siempre lleva puesta, hasta el punto de que el pasado mes de enero, en un combate en Túnez, le dieron justo sobre ella y ahí está visible la abolladura. «Quiero pensar que era él quien estaba frenando el ataque». A su padre le prometió que hablarían de ella en España algún día, y ese día es hoy, cuando hace historia, medicada e invencible, agresiva y elegante, imperial como el edificio que acoge su debut olímpico.
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