Dos horas de interrogatorio, sin biombo y apenas unos cruces de mirada entre Jenni Hermoso y Rubiales
La internacional declara que no pudo esquivar el beso del expresidente de la RFEF, mientras la exdirectora del fútbol femenino lo señala por una «reprimenda» y la jefa de prensa habla de «encerrona»
Jenni Hermoso: «Me estaba besando mi jefe. No debe ocurrir en ningún ámbito»
El juicio por delitos de agresión sexual y coacciones contra el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales arrancó este lunes en la Audiencia Nacional con la declaración de Jennifer Hermoso, presunta víctima de los ilícitos y que, a ... lo largo de más de dos horas de interrogatorio, explicó bajo obligación legal de decir verdad lo que vivió aquel 20 de agosto tras ganar el Mundial de Sídney: un beso que no consintió cuando recogía su medalla y que le produjo «asco», junto a días de «incontables» presiones para que dijese ante la prensa que no había problema en ello.
Esa es la principal tesis acusatoria y por la que Rubiales afronta dos años y medio de cárcel y el exseleccionador Jorge Vilda, el exdirector de la selección española Albert Luque y el exresponsable de Marketing Rubén Rivera podrían ser condenados a un año y medio. Este lunes, charlaban amistosamente en el distribuidor que da acceso a las salas de juicio en la Audiencia Nacional mientras Hermoso aguardaba en un espacio para testigos. Se había cruzado con Rubiales, no obstante. El expresidente de la RFEF llegó con tres cuartos de hora de antelación, así que ya estaba en esa zona de espera cuando ella hubo de atravesarla. También durante la sesión de juicio hubo oportunidad de verse las caras, pero apenas cruzaron alguna mirada, sobre todo porque, por prerrogativa del juez, los acusados esquivaron el banquillo y se sentaron cada uno junto a su defensa. Hermoso no había pedido ni biombo ni filtro que ocultase su rostro ni de ellos ni de las cámaras.
Y así, coleta alta, jersey negro, gesto serio y el bolso a mano, se sentó frente al juez Central de lo Penal, José Manuel Fernández-Prieto, para defender un relato cuya acreditación no está exenta de dificultad. Lo evidenció el tenor de las primeras preguntas que la teniente fiscal de la Audiencia Nacional, Marta Durántez, formuló a Hermoso para dejar claro que la jugadora denunció porque quiso y no porque la Fiscalía se lo propusiera. Pero tocaba enseguida entrar en materia: la clave es si aquel beso que vio todo el mundo fue consentido y si las presiones posteriores para blanquearlo revisten trascendencia penal.
A lo largo de su declaración, Hermoso contestó una y otra vez que ni Rubiales le pidió permiso -su defensa sigue sosteniendo que le propuso «un piquito» y ella aceptó- ni se lo habría dado. Tampoco pudo apartarse o esquivarle cuando este le sujetó por la cabeza en el podio. «Fueron milésimas de segundo. Sentí que estaba fuera de contexto totalmente, sabía que me estaba besando mi jefe y esto no ocurre ni debe ocurrir en ningún ámbito laboral», declaró. La secuencia del medallero, de acuerdo a su testimonio, fue así: «Saludé a la Reina, saludé a la hija (la Infanta Sofía), lo siguiente fue encontrarme con Luis Rubiales. Nos abrazamos, le dije 'la que hemos liado', que fue cuando pego el brinco y a la bajada me dijo 'hemos ganado este Mundial gracias a ti'. Lo siguiente fueron sus manos en mis orejas y el siguiente beso».
Salieron a colación las escenas de celebración posterior en el vestuario y hasta el meme de Iker Casillas y Sara Carbonero que, en ese momento, alguien mostró a Hermoso y le «hizo gracia». «Yo no tengo que estar llorando. No tengo que estar llorando en una habitación para dar a entender que (el beso) no me gustó (...). Me puedo reír y por dentro seguir la rabia y la frustración», zanjó ante la defensa de Rubiales.
Ella, como subrayó ayer, estaba «en modo campeona del mundo» dispuesta a que nada enturbiase la celebración. «Me sentí poco respetada. Mancharon uno de los días más felices de mi vida y para mí es importante decir que en ningún momento busqué ese acto ni mucho menos me lo esperé porque mi persona creo que merece respeto», señaló, para añadir: «Estaba en una situación que no elegí, que nunca hubiera elegido».
«Me pidió por favor que hiciera el vídeo y dijo algo que me dolió más: 'A ti y a mí nos gusta lo mismo'»
Jenni Hermoso
A lo largo de las preguntas, fue desgranando cómo Rubiales mandó a la entonces directora del fútbol femenino, Ana Álvarez, que la sacara del vestuario para hablar con ella. De acuerdo a su declaración, le dijo que «se estaba haciendo mucho revuelo» y que tenían «que pararlo de alguna manera». Álvarez, que declaró a continuación como testigo en el juicio, confirmó esta gestión, como también reveló que se llevó «una reprimenda» de Rubiales por no haber hablado con Hermoso en el autobús camino del aeropuerto.
Y en ese trayecto, fueron el director de comunicación García Cuervo, y la responsable de prensa, Patricia Pérez, quienes le pidieron que se bajase. Ella le enseñó un comunicado que le iban a atribuir zanjando el asunto. «Ni quise saber lo que ponía, yo sabía que yo no había escrito ninguna palabra», señaló la jugadora. Pérez también testificaba este lunes. Confirmó la versión de Hermoso y dijo que la vio «harta». «Creo que estaba saturada de la situación», dijo.
«No se juzga una venganza»
El siguiente episodio que centra la acusación es ya en el viaje de vuelta a España, cuando Rubiales se acercó de nuevo a Hermoso para pedirle que participase en un vídeo conjunto. «Le dije que no iba a hacer nada, que yo no había propiciado nada. Me pidió por favor que lo hiciera, por sus dos hijas que estaban en el avión detrás llorando. También que tenía una novia en ese momento y que a ella no le había molestado, que no le daba importancia y me dijo algo que sí me dolió un poco más: 'a ti y a mí nos gusta lo mismo'», narró.
En ese avión, Rubiales habría pedido a Vilda que interviniese y lo hizo a través del hermano de Hermoso avisando de consecuencias en su carrera. «Eché de menos que ni siquiera llegara a preguntarme. Me dolió bastante», reconocía ayer la jugadora, que subrayó que se sintió «abandonada» por la RFEF.
En cuanto a Rivera, Hermoso señaló que «fue muy pesado» durante el viaje de las jugadoras a Ibiza para que hablase con la gente de Cumplimiento de la federación y con Albert Luque, aunque eso no impidió que siguiesen tratando otras cosas de la logística de aquella escapada que él gestionaba. Y sobre Luque, explicó que percibió como «abusivo» que se presentase en su hotel para verla en persona y le desease lo peor mediante un mensaje a una amiga suya.
Para Hermoso, su posición se tradujo en la «represalia» de no ser convocada por Montse Tomé con la selección justo tras aquel Mundial. El juez no dejó profundizar en esto, -«No estamos enjuiciando una venganza», dijo-, como tampoco dio por válidos los testimonios recogidos por la RFEF en el expediente de Integridad. Sí permitió, con todo, que Patricia Pérez contase su experiencia. La jefa de prensa describió «una encerrona» de Rubiales en su despacho, delante de ocho personas donde se introdujeron como respuestas suyas hechos que no eran reales. Ubicó al seleccionador Luis de la Fuente como uno más en aquella sesión. Él ya lo negó durante la instrucción, pero hoy, como testigo, tendrá la oportunidad de pronunciarse sobre ello.
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