Desde el tartán

Falta transparencia en los controles de dopaje

«La situación que se vive actualmente equivaldría, en un símil futbolístico, a no hacer públicas las tarjetas amarillas que un futbolista va acumulando, hasta que le cae la quinta y la sanción»

Los extraños despistes de Jordan Díaz

Juan José Úbeda

«Si uno de cada 100 tenistas se dopa, a mis ojos, esto ya no sería un deporte limpio». La frase de Andy Murray resume el ideal absoluto de la filosofía antidopaje. Se basa en asegurar que la competición es limpia al cien por cien ... y que todos los tramposos son atrapados por la red de los controles.

La lucha contra el dopaje arrancó en 1976 con ocasión de los Juegos de Montreal y ha ido haciéndose más sofisticada y eficaz con los años. Controles de sangre con análisis de hematocrito, detección de transfusiones sanguíneas, puesta en marcha del pasaporte biológico… son muchas las medidas añadidas en las últimas décadas. Pero quizá la más eficaz de todas, la que arrancó después del caso Ben Johnson (cuando se supo que el canadiense se sometía a ciclos de anabolizantes durante todo el año y los interrumpía días antes de la competición), ha sido la puesta en marcha de los controles por sorpresa durante todo el año, también en periodos de entrenamiento. Los deportistas de élite saben perfectamente que les pueden practicar un control de dopaje en cualquiera de los 365 días del año.

En el reciente caso Jordan, revelado por una exclusiva de la web Relevo, se ha sabido que el triplista (excluyendo el 'fallido' del día de su escapada de la selección cubana) no estuvo localizable en dos ocasiones para someterse a controles por sorpresa. Al haberse borrado el primer test en el que estuvo ausente, Jordan Díaz no ha sido sancionado al no haber sumado un total de tres ausencias en 12 meses.

Todos los años se registran casos de atletas que incurren en tests 'fallidos' bien por saberse dopados o por despistes. Estas situaciones, que los atletas suelen comentar abiertamente entre ellos y con sus managers, suelen reducirse a un sólo fallo: el atleta se asusta, presta atención a partir de ese momento, y al transcurrir un año queda ya libre de preocupaciones. Más peligroso es sumar una segunda ausencia, porque el deportista se sitúa ya al límite.

Los deportistas deben fijar una ventana de una hora al día para que vayan a controlarlos. La mayoría la sitúa al levantarse por la mañana, para dejar ya el resto de su día libre. Hay realmente dos tipos de atletas. Unos se lo toman a rajatabla y respetan esos 60 minutos de forma disciplinada. Otros son descuidados, despreocupados, desastrosos en sus horarios y se arriesgan a avisos y sanciones con mayor probabilidad.

Cada vez que hay un 'fallido' el deportista es informado y su federación nacional también. Los managers, una figura clave en la vida de los atletas, suelen llamarles la atención cuando se produce un aviso de este tipo. El riesgo de una sanción es grave: dos años sin competir, como sucede actualmente al mediofondista Katir.

La lucha contra el dopaje ha avanzado mucho desde 1976 pero siempre cuenta con asignaturas pendientes. La aparición de nuevas sustancias indetectables (como sucedió con la EPO hasta 2001) muestra que la trampa puede ir por delante de la ley.

La falta de transparencia en los controles por sorpresa viene marcada por la existencia de un proceso secreto en el que no se hace público el número de controles que no han podido llevarse a cabo por encontrarse ausente el deportista. Estos controles 'fallidos' (missed tests, en inglés) deberían hacerse públicos para aumentar la transparencia del proceso. La situación que se vive actualmente equivaldría, en un símil futbolístico, a no hacer públicas las tarjetas amarillas que un futbolista va acumulando, hasta que le cae la quinta y la sanción.

El deporte necesita más claridad en la lucha contra el dopaje y los controles por sorpresa han de ser más transparentes. Cada vez que un deportista no haya estado disponible para un control se debe hacer público. Ayudará a los despistados a centrarse. Y a los tramposos a dejar de doparse.

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