Judo
El gimnasio del amor, una fábrica de campeones en el corazón de Brunete
El local de Quino Ruiz, donde disciplina y cariño a los deportistas van de la mano, es el centro del judo español, que aspira a varias medallas en el Mundial
Un ciclista al servicio del Papa
Al final de una calle estrecha, salpicada de pequeñas casitas con jardín, se encuentra el polideportivo municipal de Brunete. Es un recinto grande que alberga diferentes instalaciones deportivas, donde no hace falta preguntar por el gimnasio de judo. Basta con seguir el incesante goteo de chicos y chicas que van entrando por una puerta lateral que adolece el paso del tiempo. Un lugar en el que nadie pensaría que se encuentra una fábrica de talentos que es la envidia del mundo.
Hay que atravesar un pasillo oscuro antes de cruzar otra puerta que da ya paso a un tatami luminoso y agradable. El Dojo Quino. El lugar a donde Niko Shera llegó siendo un niño preguntando si allí se podía entrenar todos los días. Aquella, entonces, era su única obsesión y Quino Ruiz, plata mundial y deportista olímpico en tres Juegos, le dijo que había llegado al lugar adecuado.
Han pasado trece años desde aquel primer encuentro, pero la rutina de bienvenida sigue siendo la misma. Se suceden los abrazos en los aledaños del tatami. Quizá menos efusivos que en tiempos anteriores -obliga la pandemia a ciertas precauciones-, pero con la misma carga emotiva. «A mí es que me sale del corazón. Soy una persona cariñosa que me gusta inculcar eso a mis alumnos. Todo el que llega aquí se siente muy rápido como en casa. Hemos creado una familia y por eso hay tan buen ambiente», explica Quino Ruiz, el maestro.
Todo en el dojo -gimnasio, en idioma japonés- destila ese amor que se respira nada más entrar. Hay buenas palabras y buen rollo. Un clima que es innegociable para Quino a la hora de trabajar con los niños y niñas y conseguir resultados como el que ha alcanzado con Niko (doble campeón del mundo) o con Fran Garrigós (bronce mundial y oro en el último Europeo). «Para mí, no es que esto ayude, es que es imprescindible. He descubierto que con amor y cariño se consiguen muchas más cosas que siendo estricto o rudo. Cuando nos ponemos a entrenar hay disciplina, por supuesto, pero el cariño no puede faltar», señala el entrenador, orgulloso de lo que ha creado en ese espacio que empezó siendo un pequeño tatami y que ya antes de los Juegos de Tokio pudo ampliar para dar cabida a las decenas de chavales que llegan hasta allí para empaparse de su método.
Cada vez son más, pues se corre la voz y todos quieren trabajar con Quino. No siempre fue así, ya que antes de los éxitos de Niko, Fran o Laura Martínez -otra de los jóvenes talentos que entrenan allí-, hasta el propio maestro tuvo dudas. «Garrigós es el principal culpable de que este gimnasio sea lo que es. Yo, cuando él llegó hace catorce años, estaba un poco cansado y alicaído. Desmotivado. No me apetecía seguir luchando porque me había llevado varios disgustos y cuando entró Fran por la puerta, con esa ilusión y ese entusiasmo que tiene siempre, no pude por menos que ayudarle. Empecé a hacerlo y sacó muy buenos resultados rápidamente (a los 16 años ya estaba en Japón entrenando). Todo con nuestros medios, que eran muy pocos. A los pocos meses apareció Niko, que era un chavalillo que apenas hablaba castellano y que preguntó si se entrenaba todos los días, que era lo que él quería. Desde entonces hasta ahora todo ha sido crecer de su mano», relata humilde el entrenador, que en Tokio sufrió un duro golpe. Allí llegaba con esperanzas de que sus chicos lo hicieran bien, pero la eliminación temprana de Garrigós y la enorme decepción de Shera -era el gran favorito al oro y se quedó fuera de la lucha por las medallas- le dejó muy tocado.
«No le voy a mentir. Aquellos nos costó mucho superarlo, la verdad. Fueron meses complicados, porque habíamos puesto mucha ilusión y mucho trabajo detrás de esos Juegos. Pero al final esto es deporte y dependes de muchos factores. Basta con que te levantes un día con menos energía para que las cosas no salgan como tú quieres. En otros deportes, solo dependes de ti. Si corres los 100 metros en 10 segundos, los vas a correr un poco más rápido o un poco más lento, pero en el judo tienes que enfrentarte a otro rival que también quiere ganar y que es impredecible», apunta el entrenador, que desde mañana y hasta el día 13 de octubre estará en Uzbekistán para asistir en directo al Mundial.
Cinco pupilos en el Mundial
Un torneo que será como un soplo de aire fresco para los cinco representantes del Dojo Quino que buscarán la gloria en Taskent (casi un 40% del total de los que España mandará a la cita, 13). Además de los mencionados Shera, Garrigós y Laura Martínez, participarán en este Mundial Cristina Cabañas y Tristani Moshakanshvili 'Tato', el último en subirse al tren de España. «Tato nació en Georgia, pero hace años que entrena con nosotros. Recibió hace unos meses la nacionalidad y tiene muchas ganas. Es un fenómeno, una pasada como persona y como deportista», señala Ruiz, que habla con pasión de cada uno de sus chicos, estén o no en el Mundial. Los conoce a todos y los trata con la misma profesionalidad sin importar su nivel o categoría.
Entre todos ellos, Niko Shera sigue siendo especial. Un hijo deportivo que le ve como un padre. «Te diría que Niko ha recuperado toda la ilusión después de la decepción de Tokio. Está como un salvaje y más alegre que nunca. Y mira que él siempre lo ha sido, porque para él no hay problemas. Su actitud y filosofía de vida me han enseñado mucho. He aprendido a preocuparme por las cosas que son de verdad importantes», apunta, confiado en el éxito del doble campeón del mundo, que busca encadenar una nueva corona aunque esta vez en la categoría de -100 kilos. La subida de peso ha permitido al judoca ciertas licencias, sobre todo con la comida. Antes, lo pasaba mal para dar el peso y ahora, al menos, no pasa tanta hambre. Después de Tokio, a donde llegó con una preparación espartana, ha abierto un poco la mano. «Es lógico. Al final tiene 25 años y tiene que disfrutar con sus amigos. Pero no ha bajado un ápice su profesionalidad y está mejor que nunca. Es una bestia», dice con orgullo el maestro, cuyo gimnasio cumple 40 años. «A ver si podemos celebrarlo con una fiesta llena de sonrisas a la vuelta del Mundial», concluye el alma del gimnasio del amor que es una fábrica de campeones.
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