Un ciclista al servicio del Papa

Él es Rien Schuurhuis, un rodador aficionado que nació en Groningen en 1982; un enamorado de la bicicleta que, sin pena ni gloria, probó las mieles del profesionalismo (entre 2016 y 2018 en categoría continental) y que en Australia, país en el que vivió durante años, cumplirá un sueño, «un honor increíble». Pero, ¿por qué este holandés puede representar oficialmente al país pontifical? La respuesta es sencilla: Schuurhuis está casado con Chiara Porro, la embajadora de Australia en la Santa Sede. Obviamente, las limitaciones geográficas de un país mínimo les obligan a completar sus equipos deportivos con trabajadores de los Museos Vaticanos, integrantes de la Guardia Suiza y, como en este caso, familiares cercanos de los representantes burocráticos. Los condicionantes se cumplen; un ciclista correrá en Wallalong al servicio del Papa.

Acompañando a su mujer, Schuurhuis llegó a Roma en 2020 y, desde el primer momento, la bicicleta fue un elemento capital en su día a día. «Vivo con mi familia en el centro histórico de Roma y, cada día, mi entrenamiento comienza con un calentamiento en una de las calles más concurridas: el Lungotevere. Tengo que admitir que es una de las partes más divertidas de mi entrenamiento, también por los reflejos que tengo que poner en medio del tráfico. Después, tras dejar Roma, pedaleo alrededor del lago de Bracciano y del lago de Albano. Además, suelo llevar a mis dos hijos a dar un paseo en bicicleta por las calles empedradas del centro. Entre peatones, coches y motos. Es una buena manera de enseñarles la conciencia del espacio y el manejo de la bicicleta», cuenta el de Groningen en una carta publicada por los medios del Vaticano.

Al contemplar el afán ciclista de Rien, la Athletica Vaticana (la organización deportiva oficial de la Santa Sede) decidió acceder a la Unión Ciclista Internacional (UCI) en septiembre 2021, lo que les dejaba vía libre para participar en el Mundial de este año. Ante esta situación, el entrenador elegido para dirigir a Schuurhuis fue Valerio Agnoli, un exciclista profesional italiano que en sus 16 años de carrera fue un buen gregario de Iván Basso o Vincenzo Nibali en el Astana. «Nosotros, embajadores de Su Santidad de estaremos contigo. Fuerza Rien», señala el de Frosinone en sus redes sociales.

Evidentemente, las opciones del Vaticano para desempeñar un papel protagonista en Wallalong son casi utópicas. Sea como fuere, Schuurhuis confía: «Veremos cómo va el Mundial. Siempre he tenido debilidad por los desfavorecidos y me gustaría ver ganar a un corredor de una nación ciclística emergente. El eritreo Biniam Girmay, por ejemplo, ha demostrado estar a la altura. El recorrido se adapta a mí: me encantan las subidas, pero tengo el físico necesario para pedalear en llano. Me gusta escaparme y trabajar con los corredores de otros equipos para llegar a la meta».

En Italia ya le llaman 'El ciclista del Papa', ha llenado líneas y líneas de los periódicos más prestigiosos del país y su personaje es ya casi de culto. Sin importar lo que suceda deportivamente en Australia, la participación Schuurhuis será recordada.

El holandés se inspiró en Miguel Induráin por «su modestia y humildad dentro y fuera del ciclismo», idolatró la explosividad de Cipollini y el próximo domingo homenajeará a uno de los hombres que hicieron grande a este deporte: Gino Bartali. El florentino ganó dos veces el Tour y otras tres el Giro, pero su nombre pasó a la posteridad durante la Segunda Guerra Mundial, cuando salvó a 800 judíos del nazismo. 'Il Ginettaccio' escondía en el cuadro de su bicicleta pasaportes y demás documentos necesarios para abandonar aquella Italia y, durante sus entrenamientos, los repartía a los refugiados en monasterios. Una hazaña por la que puede ser canonizado.

Asimismo, este histórico ciclista era un hombre tremendamente religioso que incluso mantuvo una estrecha amistad con el Papa Pío XII. Como declara el presidente de Athletica Vaticana, Giampaolo Mattei: «Corremos por Gino».

Aunque resulte novedoso en la actualidad debido al Mundial, el lazo del mundo de la bicicleta y la Santa Sede no es novedoso. En los 90, el Vaticano estuvo ligado al Team & Vita (un equipo profesional que disputó varias ediciones del Giro en los 90) y en la localidad italiana de Como se encuentra la patrona de los ciclistas: la Madonna del Ghisallo. De hecho, por allí pasa el Giro de Lombardía, el último Monumento del año.

La Athletica Vaticana se creó en 2019 con la idea de hacer un equipo oficial para participar en los Juegos de los Pequeños Estados y los Juegos Mediterráneos. Poco a poco se le sumaron deportes como el pádel, el taekwondo o el judo, según las necesidades de los clérigos y los trabajadores de la Santa Sede que completan estas disciplinas en el pequeño país.

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Pero si un deporte entusiasmó desde antaño a la Santa Sede, ese fue el fútbol. La selección masculina (que incluso fue entrenada por Trapattoni) existe desde 1972, mientras que la femenina, impulsada por un gran aficionado al fútbol como el Papa Francisco, fue creada en 2019. Es una evidencia, en el país más pequeño del mundo, el deporte florece.