TODO IRÁ BIEN
Los precipicios de Lamine Yamal
«Lamine Yamal empaña su genialidad con unas declaraciones inapropiadas: 'Yo marco goles en los partidos importantes; en los otros, mis compañeros'»
Un premio a la alegría
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Lamine Yamal es un niño y es un genio. Ninguna de las dos cosas son fáciles para dar entrevistas y menos si van juntas. Su fútbol es el de las grandes estrellas. Su desparpajo recuerda al que también tuvieron los grandes jugadores cuando empezaron. ... Hasta aquí son sólo circunstancias que todos los especialmente dotados tienen que afrontar, pero este chico tiene el problema añadido de un entorno complicado.
Decir, como dijo en declaraciones ESPN Deportes, que él es un jugador de partidos importantes, tras haber dicho en DAZN que no se fija tanto en si no marca en los partidos que el equipo igualmente gana, no es nada gravísimo, ni siquiera grave, pero demuestra que al jugador no le han enseñado a expresarse de un modo adecuado para no buscarse problemas innecesarios.
Es difícil ser una estrella tan sensacional como lo es Lamine Yamal desde los 15 años: es difícil serlo y casi tan difícil saber llevarlo, y por eso era una buena idea que el jugador estuviera arropado por un representante como Iván de la Peña, trabajador, afectuoso, constante, que sufrió al principio de su carrera las consecuencias de una excesiva arrogancia. Mendes compró a los padres del jugador con un millón de euros y ni está ni se le espera hasta que tenga que renovar el contrato de su joven estrella y repartir las comisiones como sólo él sabe, aunque algunos lo intuimos y explicamos desde hace mucho tiempo.
No es verdad que Lamine Yamal sea un jugador de partidos importantes. Lamine Yamal es un empleado del Barça, menor de edad y que de momento, en este equipo, no ha ganado nada importante. No hay duda de que va camino de conseguirlo, y más temprano que tarde, pero si empieza a tener conceptos exagerados de sí mismo y a olvidar su condición de trabajador que se debe al club que le paga tendrá problemas que afectarán y de un modo decisivo a su rendimiento.
Que el padre se haya hecho pintar un mural hortera y en el que aparece más grande que su hijo no es un buen primer paso en la correcta dirección. Tener a Jorge Mendes de manager es otra intemperie. El Barcelona dice que quiere ayudar al jugador en su crecimiento y educación pero que el modelo sea un presidente como Joan Laporta tampoco es de gran ayuda.
Hemos visto a grandes genios destrozados por la falta de contención en sus vidas y Maradona fue el ángel de todo y de todos, pero también el de su propia destrucción. Ronaldinho fue otra manera de caer en el vacío. Y Neymar, que ahora quiere volver, también ha ensayado en los últimos diez años todas las maneras posibles de ensombrecer lo que era capaz de hacer en el terreno de juego. Los tres jugaron en el Barcelona y dieron grandes tardes de gloria. Los tres acabaron mal, o peor que mal, sin que el club supiera o pudiera tener cuidado de ellos.
Las declaraciones de Lamine Yamal tras la impresionante remontada contra el Atlético en el Metropolitano estuvieron fuera de lugar. Es muy probable que no tuvieran mala intención pero lo que reflejan no es lo mejor para él. No se trata de criminalizar a su padre por su origen o confesión, pero sí de recordar el peligro de un ego descontrolado en la edad y el deporte de todas las desmesuras. Gerard Piqué, de madre médico y de impecable trayectoria, acabó llorando ante el juez la semana pasada en Majadahonda, diciendo que en cualquier otro país le habrían levantado un monumento. Es donde lleva creerse más listo que los demás, sin que nadie te advierta de que en el caso de ser cierto es mucho más una responsabilidad que hay que administrar con prudencia y generosidad que un martillo para reírse de los demás.
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