Todo irá bien
Laporta somete a Xavi al juego del calamar
«En el Barça el que dispara tiene ventaja sobre el que quiere sobrevivir; el sistema de relación es la desconfianza y la deslealtad, la filtración maliciosa»
La derrota más humillante

Los actos tienen consecuencias. Lo que el Barça está sufriendo no es una mala racha, ni el duro inicio de un equipo en construcción. Un equipo en construcción es aquel en el que entrenador, director deportivo y presidente se implican para definir una idea ... de fútbol y dentro de sus posibilidades, buscan a los jugadores que mejor la puedan interpretar.
El problema del Barça no son los resultados sino que no está construyendo nada. No hay proyecto. No hay horizonte. Hay buenos jugadores que no encajan en un vestuario desunido y en un club que los trata como mercancía. No hay un equipo. Es cierto que Oriol Romeu cometió en Amberes dos errores que costaron dos goles. Pero también lo es que el club se había pasado la semana anterior diciendo que lo iban a mandar de vuelta al Girona como devolvemos un producto estropeado. ¿Con qué confianza, con qué ánimo podía afrontar el siguiente partido? Ninguno de sus compañeros acudió a consolarlo cuando se llevó las manos a la cabeza, completamente hundido ante su segundo error. Romeu volverá al Girona y volverá a jugar a su excelente nivel. Los actos tienen consecuencias.
El Barça carece de ideas de las que puedan salir soluciones. Laporta enmendó la convocatoria de Xavi buscando un efecto presidencial con cargo a la credibilidad de su entrenador. El efecto fue el contrario. Lewandowski y Gundogan hicieron el ridículo y la injerencia no sólo no causó el revulsivo buscado sino que se convirtió en la metáfora del caos que hoy es el club. Xavi no dirige a un equipo en construcción porque el último de los intereses del presidente y de su entorno de amigos –entre los que se cuenta el director deportivo, Deco– es la idea de fútbol del Barça y los jugadores que Xavi pueda necesitar.
Los fichajes que han llegado al Barça desde que Laporta ha recuperado la presidencia tienen mucho más que ver con quién es su representante que con la calidad del jugador, su estado de forma, su edad, su proyección; y no puede ser menos importante si lo quiere o no lo quiere el entrenador. Xavi no se atreve a reclamar en serio a los jugadores que quiere por miedo a que Laporta le corte la cabeza y lo hace a través de sus periodistas de cámara Jordi Grau, Javi Miguel y Edu Polo. Este último es tan de cámara que pidió la excedencia de Mundo Deportivo para irse a trabajar abiertamente para el técnico de Terrassa.
Con la derrota del Shakhtar y del Amberes, el club dejó de ingresar algo más de cinco millones de euros. La misma cifra que va a ingresar por un partido amistoso en los Estados Unidos programado por Laporta y que ha irritado profundamente a los jugadores, porque va a disputarse durante el periodo de vacaciones navideñas. De ahí que Xavi quisiera compensar a algunas vacas sagradas con días de fiesta tras el desastre del Girona. El presidente quiso regañarles y les obligó a viajar a Bélgica. Es evidente, e inevitable, que los actos tengan consecuencias.
Tras la desoladora derrota, la rueda de prensa de Xavi fue un delirio. Expresó satisfacción y casi euforia por la buena marcha del equipo y por estar vivo en las cuatro competiciones. Un equipo que hace cinco años vivía como un fracaso no ganar la Champions vive hoy como un lujo pasar de la fase de grupos. La desconexión entre las palabras del entrenador y el sentimiento del mundo barcelonista fue tan grotesca que justo a continuación empezó en las redes sociales y hasta en los medios de comunicación más prudentes el debate sobre su destitución.
El Barça no está en construcción. El Barça es el juego del calamar, donde el que dispara tiene ventaja sobre el que quiere sobrevivir. El sistema de relación es la desconfianza y la deslealtad. La filtración maliciosa. Xavi, como superviviente de la primera temporada, sabe cómo es el juego y ya sólo se defiende, aunque sea con argumentos imposibles como los de su última rueda de prensa.
Laporta le administrará a su conveniencia. Sabe que no tiene alternativa y que Rafa Márquez le puede servir para sus negocios, pero no para revertir el desánimo ni la desgobernanza. Mientras el paraguas de Xavi aguante el peso de la tormenta, lo mantendrá. El presidente sabe que si cambia de entrenador, la próxima pañolada puede ser para él. Xavi sabe que su 'staff' y él no tendrán mejor sueldo ni mejor escaparate en ningún otro club, ni la paciencia que con ellos tienen los aficionados por ser una leyenda, y quieren alargar la experiencia para asegurar los réditos y por ver si cuando se marchen queda algún recuerdo de ellos que no sea el del más absoluto fracaso.
Como en el juego del calamar, en un club sin ambiciones compartidas cada cual libra su guerra y no le importa si para ganarla ha de perjudicar y hasta eliminar al que tiene al lado. El Barça está expuesto al azar, a la desigual fortuna, hasta que la masa social diga basta. El único que tiene una cierta idea de destino es Laporta, y este destino es el colapso. El colapso que haga inevitable que alguien llegue y pague el precio del desastre –y los demás precios que pacte con el presidente– a cambio de quedarse un club que sólo en la ficción pertenece a unos socios que nunca han tenido la generosidad, ni las agallas ni el sentido crítico para protegerlo de sus abismos.
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