FÚTBOL
La resbaladiza convivencia de los Simeone: el penúltimo padre que entrena a su hijo
Giuliano, que se abre hueco en el Atlético a las órdenes del Cholo, es el último caso de una relación paternofilial trasladada al vestuario. Las sospechas de favoritismo y la dificultad para triunfar de la mano marcan este tipo de convivencias
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![Padres e hijos, juntos en el vestuarios: el Cholo y Giuliano Simeone, Míchel y Adrián González, Johan y Jordi Cruyff, y Julián e Iván Calero](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2024/11/11/padres_20241111192320-R2Kr4FHzFFcGVPy7Ysipn2M-1200x840@diario_abc.jpg)
No resulta nada común que un padre y un hijo compartan puesto de trabajo y que, además, el progenitor sea el superior de su vástago. En el mundo del fútbol, tampoco. Aun así, son varios los ejemplos de futbolistas que han sido entrenados por sus ... papás. Una convivencia sobre la que la sombra de la duda y la sospecha es inevitable. El último caso de esta selecta lista tiene lugar en el Metropolitano, donde comparten vestuario el 'Cholo' Simeone y su hijo Giuliano.
Formado en la cantera rojiblanca y tras encadenar dos cesiones en el Zaragoza y el Alavés, el jugador argentino afrontaba su primera campaña como miembro de la primera plantilla del Atlético de Madrid. Su debut como titular, en Vigo, resultó calamitoso. Sin embargo, su decisiva participación en la remontada ante el Leganés, su estreno goleador frente a Las Palmas y su determinante pelea en Mallorca para regalarle el gol a Julián Álvarez han provocado que Giuliano se esté ganando a pulso un lugar en los onces de su padre.
Seis años atrás, cuando Giovanni, el mayor de los Simeone, despuntaba en el Calcio, el Cholo renegó de la posibilidad de juntar sus carreras. «Es un chico que tiene todo para jugar conmigo, pero desgraciadamente no lo voy a traer nunca. No quiero decir nunca, pero es muy difícil tener un hijo en el vestuario. Para él, para la relación... Puede ser que algún día yo no esté en el Atlético y él pueda venir», mantuvo el técnico entonces.
Sin embargo, quiso argumentar su cambio de opinión a partir de que la situación con Giuliano fue diferente desde el principio. «Nosotros no fuimos a buscarlo, él era jugador del Atlético, estaba en la academia. No es que el club hizo una compra y gastó dinero para comprar a un hijo, no. Es un chico que estaba en la cantera, que fue a las Olimpiadas, lo hizo bien, el entrenador lo vio con posibilidades de poder ayudar y por eso lo subió a Primera división. Está intentando demostrar sus capacidades. Tendrá buenos partidos, malos partidos, pero seguro que tiene lo que hay que tener».
Cambio de discurso
El Cholo es consciente de que la sombra del favoritismo por tratarse de su hijo se encuentra sobre él. Por ello, hasta la fecha había preferido elogiar a sus compañeros en público, aun siendo preguntado por la actuación de Giuliano, para reivindicar que sus decisiones se basan, exclusivamente, en el bien del Atlético. «Yo lo único que pienso es en el equipo, no pienso en nadie ni en nada. Aunque sea mi hijo, no se da ninguna situación diferente a verlo como un futbolista». Sin embargo, dicha estrategia cambió el pasado domingo en Mallorca, cuando elogió la generosidad de su vástago en su asistencia a Julián para criticar el egoísmo de Riquelme en una jugada parecida. «No hay que ser egoísta, hay que ser compañero. Decidió patear, pero no era lo que había que hacer. La decisión, por suerte, no tuvimos que pagarla», sostuvo. Unas declaraciones que, en otro contexto, no llamarían la atención, pero al tratarse de su hijo la sospecha siempré estará sobre él.
El buen rendimiento del futbolista argentino allá por donde ha pasado, incluido sus comienzos en el Metropolitano, han liberado por el momento a su padre de recibir críticas por disponer de su familiar. No corrió la misma suerte Míchel González. La leyenda del Madrid ejerció como entrenador de Adrián, su vástago, hasta en tres equipos diferentes. Al Castilla, su primera experiencia, le siguieron Getafe y Málaga. Para más inri, el descendiente se retiró para emprender su carrera en los banquillos y decidió hacerlo junto a Míchel, primero en el Olympiacos y, actualmente, en el cuerpo técnico del Al Qadsia saudí. A pesar de la calidad de Adrián, la sospecha siempre estuvo sobre el que fuera miembro de la Quinta del Buitre. Un recelo que se hizo público en boca de Florentino Pérez. En los célebres audios grabados allá por 2006, el presidente blanco acusó a Míchel de ser «un malísimo entrenador», un «estafador» y de «echar a Mata del Castilla para meter a su hijo».
El entrenador, acostumbrado a ese tipo de opiniones, siempre trató de mantenerse al margen. Respecto a las palabras de su dirigente, mantuvo simplemente que eran mentira. «Ambos compartieron equipo. Es más, creo que Mata acabó con más partidos jugados y los dos salieron del club en distintas circunstancias pero a la vez», aseguró entonces. Asimismo, las animadversiones hacia Míchel tenían también consecuencias sobre Adrián, incluso antes de coincidir en la cantera madridista. El madrileño reconoció haber sufrido insultos por parte de adultos en distintos campos, siendo tan solo un niño de doce años, por ser hijo de quien era.
Unos episodios similares a los que sufrió el exfutbolista del Madrid Fernando Sanz. Las iras que recibía también se debían a su padre jefe, aunque en su caso no se trataba del entrenador, sino del presidente del club blanco, Lorenzo Sanz. La oposición hacia el que fuera máximo mandatario en el Bernabéu entre 1995 y 2000 provocó que su hijo, según confesó recientemente en la 'SER', pasara «las de Caín». «Tenía que salir de los entrenamientos con la música a tope para no escuchar a nadie. Ahora en los medios se tiene especial cuidado, pero antes me mataban sin ningún motivo. Lo mío no era los fines de semana, era todos los días, en prensa, radio, televisión, los entrenamientos, los desplazamientos, en el estadio, en la calle... y no podía decir nada. Me lo tuve que comer y me lo comí», denunció.
Sin embargo, no todas las experiencias de convivencias entre padres e hijos en un mismo vestuario o un mismo club resultan casi traumáticas para los involucrados. También está la posibilidad de que sea una vivencia enriquecedora y satisfactoria para ambas partes. Buena prueba de ello son Julián e Iván Calero. El buen hacer del primero como técnico del Burgos le permitió fichar por el Cartagena, un club en el que su hijo se había erigido ya como titular indiscutible en la única temporada que llevaba. Lo que hizo todo mucho más fácil.
Opiniones comprometidas
«Yo llegué cuando mi hijo ya estaba en la plantilla, no es al revés que yo le haya fichado. Y él ya estaba jugando y era un jugador importante. Entonces en el vestuario no tuvo mucho problema mi gestión, en cuanto a que pudieran decir 'ha llegado el padre y coloca a su hijo', que eso puede ser algo que te genere inquietud», razón por la que Julián, con la intención de tratar a toda su plantilla por igual, rebajaba sus felicitaciones hacia Iván. «A veces le di menos en cuanto al trato. Cuando iba felicitando en el vestuario, algunas veces no le decía nada para que no dijeran 'claro, es su hijo'».
Ambos supieron diferenciar el ámbito profesional del laboral -«en el vestuario éramos jefe y empleado, y en casa padre e hijo», sostiene Julián-, pero la convivencia de Iván con sus compañeros fue uno de los motivos de titubeo del entrenador a la hora de valorar la oferta del conjunto cartagenero. «Una de las dudas por las que mi padre no sabía si tomar la decisión o no de venir era cómo iban a reaccionar ahora el resto de compañeros si tenían algo que decir sobre el míster. Yo soy una persona que me gustan las cosas claras. Si tú tienes una opinión sobre algo y yo no opino igual, la voy a respetar y voy a seguir comportándome de la misma forma. En el caso de que hubiera habido algún tipo de opinión sobre mi padre, la hubiera entendido como parte del trabajo en el que estamos», mantiene el futbolista.
Aunque ninguno tendría inconveniente en volver a compartir vestuario, Julián piensa que lo mejor es que sus caminos sigan separados «para evitar cualquier tipo de presión extra». La misma opinión que sostiene Manuel Mosquera, actualmente director deportivo del Extremadura, quien dirigió a sus dos hijos, Manuel y David, en dos etapas distintas como entrenador del conjunto de Almendralejo. Los tres compartieron estancia en la cantera del Deportivo de la Coruña y, aunque no llegaron a coincidir en el mismo equipo, el padre confiesa que tuvo la suerte de «lo tenían asimilado desde pequeños. Si no, habría sido más difícil de llevar». En ambos casos, su subida del filial extremeño al primer equipo se produjo por «necesidad», lo que no evitó las críticas hacia el míster. «Desde fuera había dudas y sospechas, pero me daba igual. Yo trabajaba con honestidad y profesionalidad. Lo ideal es no tener a tus hijos en el equipo. Si ya el trabajo de entrenador tiene tantas aristas y opiniones, como para añadir una más», concluye el progenitor.
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