Es fútbol y es femenino
Parejas, exparejas e infidelidades
«Todo este tipo de situaciones son bastante habituales en el fútbol femenino. En esta selección española también pasa»
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Durante el Mundial de Francia 2019, las futbolistas Magdalena Eriksson (Suecia) y Pernille Harder (Dinamarca) se dieron un beso para celebrar el pase de la primera a cuartos de final después de derrotar a Canadá. Pernille Harder, además, quiso apoyar a Magdalena Eriksson, tras ... el partido luciendo la camiseta sueca para demostrarle su amor. Las dos futbolistas son pareja y decidieron celebrar la victoria con este bonito gesto que, mucho más allá del romanticismo, tiene enorme importancia.
Lo reseñable de esta historia es que las jugadoras habían sido rivales en varias ocasiones en el terreno de juego, hasta que en la temporada 2020-21, Harder fichó por el Chelsea equipo de Eriksson y ambas jugadoras pasaron a ser compañeras. En abril de este año, a pocas semanas del vencimiento de su contrato con el Chelsea que finalizaba el 30 de junio, Eriksson afirmó: «La gente siempre tendrá sus opiniones al respecto, pero creemos que estar en el mismo equipo juntas nos hace mejores jugadoras. Sacamos lo mejor de cada una cuando vivimos juntas y podemos ayudarnos y apoyarnos, esa es nuestra ambición». Dicho y hecho: el 1 de junio el Bayern de Múnich las presentaba como nuevas jugadoras de su equipo.
¿Cómo gestionar el grupo ante este tipo de situaciones.? A las relaciones sentimentales existentes entre compañeras y rivales, hay que añadir otras variables: las relaciones entre jugadoras y miembros del cuerpo técnico, árbitras y jugadoras e incluso directivas con miembros del cuerpo técnico. Todo este tipo de situaciones son bastante habituales en el fútbol femenino. En esta selección española pasa, con parejas y exparejas, también infidelidades cruzadas. Lo complicado es sin duda gestionar las emociones dentro del vestuario cuando, conociéndose las relaciones personales, hay que tomar decisiones deportivas. Ese es el verdadero quid de la cuestión, justamente por lo habitual del tema.
En mi opinión hay que tratarlo con la naturalidad y normalidad que tiene la situación, e intentar que las reacciones del grupo no influyan en el rendimiento ni en la actitud de las futbolistas del equipo. Pero es muy complicado que las jugadoras y el cuerpo técnico sean capaces de mantenerse al margen de sus sentimientos. Las emociones nos impulsan a actuar, a movernos en una dirección u otra, a decidir. Son una guía de nuestro comportamiento, con un peligro añadido: que en ocasiones pueden condicionar decisiones puramente técnicas o tácticas.
En la temporada 2015-2016 nuestro entrenador en el Tacón era Diego Camacho, un tipo con 14 años como futbolista profesional a sus espaldas. Coincidimos con Mendilibar en unas ponencias, y le preguntó a Diego: «¿Qué tal en el fútbol femenino?». Diego, sin pestañear, respondió con total honestidad: «Gestionar un vestuario femenino es como hacer un máster en gestión de grupos que debería hacer todo entrenador». Ahí es nada.
¿Y los aficionados? ¿Qué opinan? Vamos a imaginar una situación. Final de un campeonato. Máxima rivalidad histórica entre los equipos y los aficionados. Tanda de penaltis. Llega el momento de lanzar el último y definitivo, el que decidirá quién gana y quién pierde. Portera y lanzadora son pareja… Casi, casi pasó
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