Por qué no trago a Guardiola

Pero mi talentosa ex alumna tenía mucha razón porque llevo poniendo en solfa a Guardiola desde tiempos inmemoriales. Ahora que se encuentra en sus momentos deportivos más bajos (ayer su City sumó un nuevo empate: nueve derrotas, tres empates y una victoria en los últimos 13 partidos) y se ha convertido en ese 'punching ball' que se rescata del trastero para reanudar la faena del 'uppercut', todo resulta más sencillo, pero si de algo puedo presumir yo es de haber sido siempre crítico con él, ganando o ganando más. Porque otra cosa no será pero, hasta hace sólo un par de meses, Guardiola no paraba de ganarlo absolutamente todo.

Yo creo que Guardiola cae mal fundamentalmente porque es un hipócrita de tomo y lomo. El tipo fue 47 veces internacional con la selección nacional, colgó las botas un lunes a las 10 y el martes a las 9 ya estaba confesando que él era independentista. O sea que se benefició del paraguas del Reino de España y luego apareció con el lacito amarillo pidiendo desde lejos que se votara en un referéndum ilegal. Oleguer Presas pagó un peaje por sus ideas, Guardiola no, él estuvo al plato y a las tajadas, algo despreciable.

Pasarán muchos años antes de que nos demos cuenta del alcance exacto del daño que Guardiola le ha hecho al fútbol, por ejemplo la gilipollez esa de que el portero tenga que jugar con los pies. Y si lo piensas detenidamente, Pep no ha inventado nada que no hubieran pensado antes que él Shankly, Clough, Herrera, Busby, Cruyff o incluso Mourinho.

A Guardiola sólo le separa una cosa de todos esos entrenadores y es su insaciable voracidad a la hora de llevárselo todo de la pastelería, las bambas, las palmeras, los croissants… todo. Nunca hemos visto sufrir al Macaulay Culkin de Sampedor de modo que ahora la gente se entretiene y pasa el rato viéndole arañarse y espantando moscas como Tippi Hedren en 'Los pájaros' por algo tan habitual (salvo para él) como es perder.