Felines, sabor de aquel Rayo

Se estilaba otro fútbol, ambos no pasaban el metro sesenta, o lo pasaban raspado: lo que se dice el fenotipo clásico y en extinción del jugador 'pepinero'. El centro de gravedad bajo y la visión de juego alta. Así jugaba Felines, ahora que se le recuerda en este cromo y que da para hablar del Rayo que estuvo exiliado por obras en Vallehermoso, y del que probó por primera vez las glorias de ser y estar en Primera.

Felines es bocadillo de chorizo y vino calentorro en las gradas, su gol de cabeza un 5 de junio de 1977 contra el Getafe le dio a su equipo un hito: el primer ascenso a primera. De Felines hablaban maravillas los grandes del fútbol. Nunca perdió la humildad, ni antes ni después: ni como futbolista ni como entrenador pegado a la banda, pasional y tranquilo, entre el cielo y el infierno.

Fue, también como entrenador de su Rayo, artífice de otro ascenso a primera, algo que ratifica que la fortuna favorece a los audaces de la avenida de la Albufera. En declaraciones a este periódico, Ramón Márquez, Ramoncín, rememora aquel día en que junto al mentado Paco Umbral, el Lute, la Pasionaria y él mismo se repartieron junto a Felines el ser 'hijos de Vallecas' con la «orden de calamares y de cerveza».

Ramoncín tiene marcado aquel día y su visión de Felines es la de ese hombre ungido por los dioses que consigue «que se identifique un jugador con un equipo, y un equipo con un jugador». Ahí quedan sus cerca de 400 partidos con el Rayo y, ya se ha dicho, los elogios de su profesión. Bien merece que el fondo sin gradas de Vallecas se pinte con su imagen. Sería un homenaje más que justo.