INGLATERRA
Bale, mi nombre era Gareth Bale
El Fulham siembra dudas en la ambición europea del Tottenham
Joaquín Vidal, que fue el gran cronista de espectáculos en la prensa española del final del siglo XX, describía la inmensa mayoría de las corridas como anodinas carnicerías perpetradas por toreros pegapases y sus apoderados, pero ir a los toros se justificaba porque un día uno iba a oir la voz atabacada y ruinosa del viejo Antoñete citar desde lejos a un toro, tras vaciar el ruedo, y el tendido contemplaría en silencio sagrado a aquel hombre solo iniciar un lance de castigo,
Al fútbol no lo arruinan los pegapases. El otro día en la trastienda de Upton Park un casi astro inglés de los noventa se quejaba en voz alta (y con mirada nerviosa porque el interlocutor recordara sus arrebatos demenciales, sus tarjetas rojas) de que futbolistas que cobran 30.000 a la semana no den un buen pase a treinta yardas. El fútbol de hoy no ha sido esterilizado por exceso de pases sino por dos o tres millones de correcaminos idénticos que ahogan los partidos.
El fútbol es además un juego colectivo, sin maestros ni cuadrillas, pero el domingo hacía ilusión recorrer el tormento de la Carretera Circular Norte y caminar por los barrios menos nobles de Haringey para ver en White Hart Lane al mejor jugador del mundo, Gareth Bale, el James Bond del Tottenham. En los últimos partidos ha marcado goles en disparos prodigiosos de falta, otros en el último minuto con el equipo dándole cada balón para que hiciese algo.
Bale no es el mejor futbolista del mundo pero le han hecho botas amarillas, le han cortado el pelo en un estilo retromoderno que le sienta bien y le han puesto precio, ochenta millones de euros, aunque esto no se sabe si es lo que han pedido al Manchester United o lo que sueña su agente o lo que se ha inventado el que lo escribe. Dicen también que Bale y Luis Suárez son los candidatos al título de mejor futbolista de la temporada, que se decide por el voto de las plantillas de la Premier.
Llegó al Toitenham como defensa izquierdo y Villas Boas lo puso el domingo por detrás de Adebayor, con alguna libertad pero fundamentalmente por la derecha. Y en su primer balón, que disputó con Hangeland cerca del área, ya creció en las gradas un rumor de excitación. No ocurrió entonces nada y aún menos después, porque un Fulham ordenado por Martin Jols quitó el aire a Bale y al Spurs.
Vértigo de Bale
El mejor futbolista del mundo no puede lanzar un centro al pie del rival más próximo y un minuto después otro desde el mismo lugar a la grada, ni intentar un pase simple a la banda con el exterior del pie y darle con pleno empeine, recto y fuera. El mejor futbolista de la Premier disparó el domingo a las nubes y en ocasiones tocó con amaneramiento. Gareth Bale parece ahora demasiado consciente de la presencia de Gareth Bale en el campo.
El clásico Berbatov, único que en el campo tenía botas aproximadamente negras, le quitó en la primera parte una bola por detrás y luego la meneó entre sus pies hasta marearlo. El griego Karagounis, aún más clásico, o más antiguo, que el búlgaro, reivindicó el prestigio de los pequeños patizambos robándole espacio y balones. Pero en el final de la segunda parte, con su equipo agobiado, Bale galopó un par de veces con la fuerza y el peligro que no se olvidan.