Baloncesto
Una pelea que cambió la historia del Real Madrid
Tras el altercado ante el Partizan, el equipo solo tardó 24 días en rehacerse y ganar la Undécima
Llull devuelve la gloria al Real Madrid
![El Madrid, tras proclamarse campeón de Europa en Kaunas](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/05/22/kaunas-RJkx89v817eBSqdY9kue6xJ-1200x840@abc.jpg)
Son tantas las historias que merecen ser contadas con detalle y mimo de la Euroliga conquistada por el Madrid en Kaunas, que haría falta un libro para darles todo el honor que se merecen. Desde las memorables actuaciones de Tavares, que pese a estar mermado en lo físico desde la serie ante el Partizan fue coronado MVP en Lituania, hasta la confirmación de Chus Mateo como «gran entrenador», ungido por el mismísimo Florentino Pérez en el parquet del Zalgiris Arena. Y qué decir de la canasta de Llull, la única que anotó el balear durante toda la final, pero que fue una de las más valiosas de la historia de las Final Fours. Como narró el propio escolta, fue Mateo quien diseñó la jugada para él. No quería que nadie más tocase el balón en la decisiva posesión. «Sé que dijo mi nombre tres veces, pero no oía nada más», reconoció el capitán, en trance antes de ejecutar la bella suspensión que trajo la Decimoprimera.
Una odisea que ha llegado a su fin, exhaustos los protagonistas y sus perseguidores tras 24 días de viajes, charlas, litros de sudor, millones de pulsaciones y una logística digna de un ejército. Porque aunque ahora todo es celebración (los blancos comenzarán desde las 12.30 horas de hoy su paseo por la capital española para ofrecer el torneo a la afición y a los candidatos electorales), no hay que olvidar que fue una dura falta del mismo Llull sobre Punter el 27 de abril, en el segundo partido de la serie ante los serbios, la que prendió la mecha de este viaje inesperado. Sin entrar en valoraciones morales de la acción, lo cierto es que ese momento significó un punto de inflexión en la temporada blanca, incluso algo más grande, un cambio en el rumbo de su historia.
Hasta la fecha, el Real Madrid de Chus Mateo era un ente al que se miraba con mucho recelo, pues pese a su gran verano en cuanto a fichajes no conseguía encontrar su tempo, su ruta de peregrinación al éxito. Superestrellas como Hezonja y Musa entraban sin ton ni son durante los partidos, incómodos pese a que fueron firmados para liderar al equipo en ataque. Tampoco se encendía la mecha del Chachismo, que ante el no fichaje de Campazzo tras su marcha de la NBA se vio en el canario, pese a sus 36, alguien en quien depositar la dirección de juego tras una temporada muy floja del teórico base titular, el estadounidense Williams-Goss. Problemas y más problemas que no permitían a los blancos alcanzar o asentarse definitivamente en zonas superiores a sus grandes rivales, tanto a nivel nacional como internacional. Para colmo, el recuerdo de Pablo Laso y su dura marcha del banquillo madridista tras sufrir un infarto de miocardio, era una losa inasumible para hacer borrón y cuenta nueva. Y entonces, Llull soltó el brazo.
Roles definidos
La pelea ente el Partizan lo cambió todo. Las sanciones a Yabusele y Deck, que en un principio parecían irreparables para una hipotética remontada del Madrid, hicieron que las piezas se reorganizaran (así lo reconoció Hezonja en una entrevista durante la serie ante el Partizan). La zona se descongestionó y hombres como Hezonja o el mirlo Ndiaye entraron en la rotación como ala pívots. Un movimiento que permitió a Tavares sacar su mejor versión, aquella que le convierte en el jugador más dominante de Europa tanto en ataque como en defensa. Para acabar de finiquitar la reestructuración, Chus comenzó a darle rienda suelta a los veteranos en los momentos calientes, que eran casi todos, porque después de que los de Obradovic se pusieran 2-0 en los cuartos de final, solo había partidos en el abismo. «Antes de jugar contra el Partizan estábamos a cinco victorias del título y, después de perder los dos primeros, seguíamos a cinco», resumía Mateo, con su habitual tranquilidad ya en la Final Four.
Una teoría básica y difícil en la práctica que, sin embargo, el Madrid cumplió al dedillo. Ganaron los blancos el primer partido en Belgrado por 80-82 (seguramente el más difícil de todas las pruebas hercúleas porque los serbios generaron el ambiente más tenso en las gradas que el baloncesto continental haya visto en años) y escaparon de la capital balcánica con otra muesca positiva bajo el brazo (78-85). En el quinto y decisivo duelo en el WiZink, volvieron a superarse a sí mismos y tras ir perdiendo por 16 al descanso, firmaron una remontada histórica para acabar venciendo 98-94 (además de convertirse en el primer equipo en reponerse de dos derrotas en los dos primeros partidos en una serie de Euroliga).
Con el billete para Kaunas ya conseguido, el equipo mostraba otra cara, todo era confianza, unión y ambición en los entrenamientos previos al viaje a Lituania (seguramente cuando el infinito positivismo de Mateo había cuajado definitivamente entre sus pupilos). Los duelos ante el Barcelona y Olympiacos, en principio los más exigentes, fueron como un paseo por el campo, exento de dudas y con solo un objetivo entre ceja y ceja: ganar la Euroliga. Las epopeyas suelen acabar en tragedia, porque a los dioses no les gustan las personas o grupos que intentan doblegar a su favor los hilos del destino, Pero el Real Madrid de Chus Mateo no quiso hacerles caso y escribió su propia historia.
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