Xavier Pla, el biógrafo que se reencarnó en detective
Ha rastreado durante diez años la vida de Josep Pla entre miles de documentos: 1.536 páginas con más de 1.400 personajes. El autor de 'El cuaderno gris' lo guardaba todo, desde agendas repletas de anotaciones hasta recordatorios de funerales
El 'corazón furtivo' de Josep Pla
En 1942 el semanario 'Destino' publicó una autoentrevista de Josep Pla. El escritor comparecía cual personaje de novela detectivesca, una sombra huidiza: «¿Somos algo más que una sombra?». La pregunta atravesaba sus libros: «Nadie conoce exactamente el horario de su vida. A veces, ... está días y días recluido en su cuarto, con sus libros, leyendo tumbado en la cama o escribiendo; otras veces, sale de su casa por unas horas y regresa al cabo de quince días. ¿Qué hace? ¿Dónde va? ¿En qué se ocupa? ¿Cómo pasa el tiempo? Es un verdadero misterio. Un misterio sin clandestinidad, desde luego».
Hace diez años Xavier Pla (Girona, 1966) afrontó el reto de su vida: componer el retrato más completo de Josep Pla. Nietzsche escribió que quien habla mucho de sí mismo ama la máscara. Como el autor de 'El cuaderno gris'. Pla habló mucho de su vida, pero faltaban otras voces que corroboraran o impugnaran lo que contó. Preguntas sin respuesta que hace que su retrato sea «más completo, pero no definitivo», advierte su biógrafo. Como su actuación privada en la guerra y la inmediata posguerra o las relaciones amorosas –físicas o platónicas– de alguien con fama de misógino. Eso explica que el biógrafo denomine al biografiado 'Un corazón furtivo'.
Desde que publicara en 1997 'Josep Pla, ficción autobiográfica y verdad literaria' en el centenario del escritor, Xavier Pla ha desvelado el dietario inédito 'La vida lenta', datado en 1956, 1957 y 1964, la 'Historia de la Segunda República Española', desechada de la Obra Completa y 'La inflación alemana', crónicas del Berlín de 1923-1924. Quedaban por consultar las 4.000 cartas de la Fundación Josep Pla de Palafrugell y 1.800 documentos que catalogó Frank Keerl Pla, sobrino del escritor, en el Mas de Llofriu.
Pla lo conservaba todo. ¿Pistas para su posteridad? «Guardaba cualquier documento que diera testimonio de su existencia, hasta los más intrascendentes, en apariencia», explica su biógrafo: cuadernos, agendas, notas, listas de artículos, documentos de guerra, contratos, liquidaciones de derechos de autor, centenares de recibos de la luz y el agua, o de taxi, o del recadero, facturas de hoteles y restaurantes, billetes de metro, de tren, de avión o de barco, tarjetas de visita, invitaciones a fiestas, cenas o actos literarios, tarjetones de bautizo, participaciones matrimoniales, recordatorios de funeral, folletos de propaganda…
Un informe de depuración deja claro que el bando ganador no confía en este catalanista
Papeles, en apariencia fútiles, para recrear al Pla cotidiano. Hasta 1939 Pla se declaró casado con Adi Enberg en el consulado de España en Londres, año 1927. El biógrafo lo quiso confirmar: el Registro Civil consular de la embajada española no consigna tal unión. Tampoco en Francia, segunda hipótesis desmentida en un archivo de Narbona. Hasta 1931 era imposible casar a una protestante (Adi) con un católico (Pla) salvo no mediar apostasía. Conclusión: «Eso descarta un matrimonio en un consulado español en Inglaterra o Francia».
Al lado de Adi Enberg, Pla colabora desde 1936 con la propaganda franquista en Marsella, pero se sabe poco de aquel período. «Había tantas capas superpuestas, tantos malos entendidos, tanta falta de información, que era muy difícil dar una explicación subjetiva», observa Xavier Pla. Hasta que el biógrafo-detective localiza cuatro cuartillas manuscritas inéditas. ¡Eureka! Pla apuntó todos los lugares que recorrió con Adi entre julio de 1936 y enero de 1939: «Sorprenden sus movimientos. Su estancia en Marsella fue breve e intermitente. Viajan por toda Francia, Suiza e Italia. ¿Huyen? ¿Borran pistas? ¿Realizan algún encargo de información? ¿Viajan por placer, por hacer turismo? No queda nada claro. Todos esos desplazamientos son posibles gracias al padre de Adi, cónsul de Dinamarca en Barcelona».
Desconfianza
En esa cronología el biógrafo subraya el año 1937. Pla se empieza a mover por la España franquista: «Va a San Sebastián. A Burgos. A Zaragoza. Juega tal vez un doble juego, o más de uno. ¿Cuántos? Está en el SIFNE, el servicio de espionaje de Cambó, aparece Juan Juan March, los falangistas. Pla pasa temporadas largas en París, con una misión nunca concretada. No forma parte, que se sepa, de ningún grupo, de ningún frente. Como es un individualista, va a la suya. No se mezcla con nadie. Hace nuevos contactos, probablemente interesados, de pura supervivencia».
Acabada la guerra, Pla se mimetiza en el paisaje ampudanés. Un informe de depuración deja claro que el bando ganador no confía en este catalanista poco adepto a los luceros: se le niega el carné de periodista. Más sorpresas entre los archivos: «A veces, un solo documento permite cavar la tierra y alcanzar espacios inexplorados», acota Xavier Pla. Una pequeña agenda de 1944. «Otra puerta abierta a la vida privada de Pla. Apunta los nombres de la gente que ve cada día, comidas y cenas, viajes de aquí para allá, direcciones, números de teléfono…» ¿En qué estuvo Pla aquel año? Varias comidas con norteamericanos e ingleses, a punto de acabar la Segunda Guerra Mundial. Al igual que el director de Destino, Ignacio Agustí y el editor Josep Vergés, Pla es aliadófilo. El biógrafo tira del hilo para identificar a los comensales: el representante del British Council y el director del Instituto Británico en Barcelona; un redactor de 'The New Yorker', dos ingenieros químicos y altos directivos de una multinacional corchera.
Hay más: «Los tres últimos son miembros del OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos, precursora de la CIA», señala. Pla los invita a Llofriu: «¿Qué hacen comiendo en el Mas Pla tres agentes secretos norteamericanos la primavera de 1944?», inquiere. Agenda mediante, sabrá de los unos encuentros en Barcelona y Madrid con agentes del I9. ¿Motivo? Organizar la evasión de soldados británicos: «Pla y su hermano Pere formaron parte de una de esas redes de evasión, de contraespionaje a favor de los aliados, la Pat O'Leary. Los pasos por mar partían de las playas de Canet de Rosellón y Port Vendres; tenían como destino directo la Costa Brava: L'Escala, donde Pla compartía un piso con Aurora, así como otros puntos de la bahía de Rosas y las calas entre Llançà y Colera», explica Xavier Pla.
Hemos citado a Aurora Perea, el gran amor de quien se declaraba antiromántico. Si Adi Enberg era el cosmopolitismo, esta mujer a la que conoció en un prostíbulo protagonizó su memoria erótica. Las cartas con Adi y Aurora desmienten la misoginia de la que Pla blasonaba. El problema era que él estaba casado con la literatura. Con Adi vivió una relación tan larga como repleta de altibajos: «Tus caricias son las únicas que me han gustado, porque me gustan tanto, porque me gustan demasiado. Todo lo que ha pasado me hace estar más enamorada de ti… Te respeto mucho y tengo una confianza absoluta en ti; porque eres tan desgraciado, tan buena persona, había puesto todas las afecciones maternales (me dijiste que habría sido una buena madre de familia), y todo el amor que puede sentir una mujer por un hombre», escribe Adi en 1932.
O la relación con Consuelo. Su condición de analfabeta dificultaba acceder a documentos epistolares, más allá de los que escribió Pla. Se perdía la pista hasta que Maria Mercè Sánchez, una señora que conservaba el manuscrito de 'Un señor de Barcelona', vecina de Consuelo en Cadaqués, facilitó al biógrafo una casete en la que Consuelo grabó sus recuerdos de Pla. Más eureka: «Son veinte minutos… Las palabras de Consuelo afloran desordenadas, en un catalán de Cadaqués genuino y auténtico, expresivo, ríe mucho, chilla, suelta palabrotas».
Gracias a Facebook
Las redes sociales facilitan la investigación. El biógrafo localizó en Facebook a la familia de Aurora en Molins de Rei. «Fue cuestión de minutos, aunque no recordaban nada». También pudo contactar con las hijas de Lilian Hirsch, otra relación sentimental de Pla: «Viven en Suiza». La guinda la puso el último amor –platónico– del escritor: Luz de Santa Coloma. Argentina de cuna ilustre, la conoció en 1958 en un viaje de retorno de América del Sur.
El biógrafo consiguió hablar con ella por teléfono: «Durante años soñé con una llamada como la suya», contestó Luz. «¡Aquella mujer octogenaria era uno de los personajes de mi biografía! ¡Conservaba fotos y cartas de Pla!» Como aquella del escritor en julio de 1960: «Desde que la vi por primera vez pienso en usted siempre. Se me ha metido en la cabeza, porque usted podría escribir una cosa muy seria; sin duda, porque su persona, su cuerpo y su inteligencia están fundidos en mi imaginación…» Epifanías de esa modalidad detectivesca llamada biografía.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete