Las últimas palabras de los Zweig: «Decidimos, unidos en amor, no abandonarnos el uno al otro»
Las cartas del autor de 'El mundo de ayer' y su mujer desvelan nuevas claves sobre el suicidio del matrimonio
El mundo perdido de Stefan Zweig

Stefan Zweig se despidió del mundo con una declaración política. «El mundo de mi propia lengua se hundió y se perdió para mí, y mi patria espiritual, Europa, se destruyó a sí misma». Era febrero de 1942. Europa estaba involucrada en una guerra cruenta. ... El mundo de ayer, ese en el que Zweig brilló como intelectual respetado y escritor de éxito, se desmoronaba. Judío, lejos de su Austria natal, convertido en apátrida, pasó los últimos años de su vida viajando por América con su segunda mujer, Lotte Zweig, hasta que el matrimonio se asentó en Petrópolis (Brasil). Allí se suicidaron juntos.
El suceso conmocionó a amigos y admiradores a lo largo del planeta. Esa foto en la que Lotte yace de costado, con una mano apoyada sobre su marido, es un icono de la sinrazón; y la carta de despedida, el acta de defunción del renacer intelectual del periodo de entreguerras. «Dejo saludos para todos mis amigos: quizá ellos vivan para ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, más impaciente, me voy antes que ellos». La publicación, unos meses después, de su autobiografía 'El mundo de ayer' terminaría por convertirlo en leyenda.
El trabajo de muchos biógrafos ha consistido en buscarle sentido a este final abrupto. ¿Qué le llevó a rendirse cuando, a sus 61 años, disfrutaba de una vida más o menos cómoda en Brasil? ¿Por qué su mujer, 27 años más joven, se fue con él? Algunos biógrafos cuestionaron el papel de Lotte en la vida de Stefan. El escritor Thomas Mann llegó a escribir que la nota de suicidio de su colega fue muy inadecuada: «¿Qué quiere decir con la reconstrucción de la vida que él había encontrado tan difícil? el sexo débil debe de tener algo que ver con ello, ¿un escándalo en perspectiva?».
La recuperación de la correspondencia del matrimonio entre 1940 y 1942 aporta nuevas claves a este punto de vista, equivocado en varios aspectos. La primera conclusión es que ambos eran perfectamente conscientes de lo que iban a hacer. Cinco días antes de los suicidios, Stefan designó a un albacea de su propia en Brasil y legó su colección de joyas y dinero a su hermano Manfred. Antes había enviado a su editor 'Novela de ajedrez', su última novela. Y ambos explicaron en cartas de despedidas a familiares y conocidos los motivos de su decisión, incluso les pidieron disculpas por los problemas que les pudieran ocasionar.
«Al irnos así, mi única idea es que creas que es lo mejor para Stefan, tras haber sufrido todos estos años al igual que lo hacen todos cuantos padecen el dominio nazi, y para mí, siempre enferma con asma», le escribió Lotte a su cuñada Hannah. «Muchas gracias por todo lo que habéis significado para mí y disculpadme por causaros tanto dolor a ti y a Manfred. Créeme que lo mejor es lo que hacemos ahora». Stefan fue más explícito, explicando que habían tomado la decisión por la mala salud de Lotte y porque esa «vida de nómadas» no le permitía al escritor trabajar «eficientemente». Y, «con sesenta años, la idea de esperar aún más en estos tiempos terribles se me ha hecho insoportable».
«Al irnos así, mi única idea es que creas que es lo mejor para Stefan, tras haber sufrido todos estos años al igual que lo hacen todos cuantos padecen el dominio nazi, y para mí, siempre enferma con asma»
Estas cartas habían permanecido inéditas hasta 2010, cuando se publicaron por primera vez, y ahora se pueden leer en español gracias a la traducción de Virginia C. Ghent para Ediciones 98: 'Stefan Zweig y Lotte Zweig. Cartas americanas (1940-1942)'. «Son una crónica de la vida, la época y las muertes de Stefan y Lotte Zweig en Brasil y Argentina», escriben Darién J. Davis y Oliver Marshall en una trabajada introducción: «No solo arrojan luz sobre las preocupaciones y las aspiraciones de la pareja después de su decisión de marcharse de Europa, sino que, además, nos ofrecen una singular visión de la vida doméstica y familiar de los Zweig en medio de la Segunda Guerra Mundial».
Fue el periodo posterior a la boda, que se produjo en 1939, un par de años después de que comenzaran su relación. «Me he casado con Lotte Altmann hoy aquí en Bath (Inglaterra). [...] Albergo la intención de asentarme en esta ciudad y tengo casi comprada una casa vieja y modesta con un maravilloso jardín de más de un acre». Pero el avance de los nazis empujó a los Zweig a América, a una serie de viajes a Nueva York y luego a Argentina y Brasil, donde recibieron mucha atención mediática. «Me temo que Lotte va a perder su modestia aquí, ya que siempre se codea con embajadores y ministros».
En 1941 se asentaron en Petrópolis, en una especie de autoaislamiento. «No habría creído que en mi sexagésimo año estaría viviendo en un pequeño pueblo brasileño, atendido por una muchacha negra descalza y a millas y millas de mi vida anterior de libros, conciertos, amigos y conversaciones», apuntó Stefan. Esta correspondencia es una crónica del paulatino declive del matrimonio. Les embargaba la culpa por haberse alejado de los suyos, y mientras los ingresos menguaban: el escritor fue perdiendo los derechos de autor, las conferencias no daban para tanto... las depresiones de Stefan cada vez se manifestaban con más frecuencia.
«Ha superado el periodo en que pensaba que todo era inútil a causa de la guerra y la posguerra, e incluso había perdido el placer de trabajar», escribió Lotte. La distancia de Petrópolis, ese aislamiento, agudizó estos estados depresivos. Ella, a su vez, sufría problemas de salud. «Los dos estábamos muy cansados. Lotte más a causa de su asma y yo por depresiones psíquicas; aquí en la soledad esperamos recobrar fuerzas también, ya que, por desgracia, nos harán falta muchas». Unos días antes de los suicidios, el tono de las cartas del escritor era casi desesperado: «Cuando recibas esta carta me encontraré mucho mejor que antes...».
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A juicio de los editores del libro, «estas cartas muestran que Stefan y Lotte Zweig tuvieron una relación mucho más equilibrada de lo que se decía, una relación vencida en última instancia por la depresión severa y las profundas sensaciones de desesperación». Destruido el mundo que había disfrutado, Stefan Zweig sentía que vivía «una vida individual pobre, miserable e indigna», con dudas de si tendría energía suficiente para restablecerse tras la guerra. «Decidimos, unidos en amor, no abandonarnos el uno al otro. Siento una enorme responsabilidad frente a vosotros y la madre de Lotte».
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