ENTREBARRERAS
La terna, en el Bicentenario de la Policía: «Es nuestro deber educar a la gente en cuál es el toro que nos permite a los tres torear»
Urdiales, Ortega y Aguado analizan su tarde ante los micrófonos de OneToro en el Homenaje al CNP
Una corrida para salir escoltados en el día de la Policía
Urdiales, Ortega y Aguado, en el patio de cuadrillas
Tras lo vivido ayer, aún con resaca emocional por la primera puerta grande de la feria, cerraba el ciclo isidril la Corrida Homenaje del Bicentenario de la Policía Nacional. Se anunciaba el cartel del arte, que había colgado el 'No hay billetes', y que se esperaba como agua de mayo. Urdiales, Ortega y Aguado, tres toreros muy de la afición madrileña, lidiaban el hierro de Román Sorando. Sin embargo, el agua se volvió un jarro de agua fría, que cerca estuvo de ser un homenaje a la policía, pero a la antigua, con lluvia de almohadillas -que cayeron- incluida.
Ya empezó movidita la corrida, cuando un «gracioso» interrumpió el minuto de silencio por los nacionales caídos, con una frase fuera de tono. Una vez terminó el Himno, la policía sacó al listo, llevándose la primera ovación -y tal vez la más sonora de la tarde-. Después salió el primer toro, tornando la ilusión de la gente en desesperación. «Es increíble, ha sido la peor corrida, que ya es decir», salía comentando un sufrido aficionado. De ese primer animal, Urdiales dijo que había estado muy a gusto, «pero le faltó el empuje necesario para tirar hacia adelante». Menos le gustó el cuarto de la tarde: «Ha sido un toro con mucho genio, y cuando conseguí poderle, empezó a soltar hachazos. Intento estar siempre lo más puro y de verdad posible, pero hoy no hubo manera, ojalá se deslice alguno de los que quedan porque la gente quiere ver torear», dijo a los micrófonos de OneToro el riojano. Y cierto era, porque a la mínima que se veía algo, la plaza se metía en la corrida.
Pero poco se vio. Prácticamente no pudo pegar un muletazo Juan Ortega en toda la tarde. Se esperaba este año al sevillano con muchas ganas, ya que la temporada pasada no toreó en San Isidro, aunque poquito ha podido hacer esta feria. «No ha querido. Ya marcó desde muy pronto que se quería ir. Fui detrás de él para ver si se sujetaba, pero no hubo suerte», explicó del segundo de la tarde. Del quinto, dijo que «no ha tirado nunca hacia adelante y así es muy complicado». Era imposible.
El que no lidió ningún toro de Sorando fue Aguado. Hacía aspavientos hacia el palco cuando asomó el pañuelo verde, cosa que no hizo mucha gracia en el tendido, desesperado de tragar un tostón de corrida. Por lo menos el sobrero era de otro hierro, nuevo oxígeno. No obstante, tampoco terminó de mejorar el espectáculo, y Aguado declaró que había sido «muy zorro. Al menos ha sido obediente, pero sólo tenía medio tramo. He intentado estar decoroso, más que sentirme torero, porque no se podía».
Se había quedado el sevillano con las virtudes que él vio del tercero titular, y expresó que era «una pena -el cambio del animal-, porque los tres toreros de hoy necesitamos un toro con clase y con ritmo, que es algo no están acostumbrados a ver. Es nuestro deber educar a la gente en que ése es el toro que nos permite a los tres torear. El toro tenía ritmo, a media alturita, pero nos sirve a nosotros. Tenemos responsabilidad por toda la gente que ha venido, pero para torear como queremos era imposible». También debería saber Pablo que tiene la responsabilidad, junto a sus compañeros, de elegir corridas con más posibilidades.
Al doblar el sexto, se llenó el ruedo de almohadillas. No habló el torero tras lidiar al sobrero de Montalvo, que poco tuvo que ver con aquel que cuajó el sevillano el 18 de mayo de 2019, con el que paró el tiempo. Los tres toreros salieron por la puerta de arrastre, para recibir una medalla conmemorativa de manos de la Infanta Elena, acompañados por sus cuadrillas y altos cargos de la Policía Nacional. Salían los aficionados enfadados por el final de la feria, aunque con ilusión por saber quién iba a ser el sustituto de Morante en la Beneficencia.
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