SAN FERMÍN
El VAR del tendido: brindis por Rufián en el Año Nuevo pamplonica
Era doce de julio, pero el ambiente era de campanadas de Nochevieja. Las peñas se regaban con champán y terminaron chocando copas, 'chinchín, chinchín', por un quinto toro superior: «Solo tiene feo el nombre»
![Las peñas, en su salsa](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/07/12/penas0_20220712233034-RcEjyvJvBFZqEHQVBqVQSnK-1240x768@abc.jpg)
Era 12 de julio, pero parecía Año Nuevo. Un Año Nuevo de verano. Se descorchaban las botellas de champán en el sol. Se sucedían los brindis, pero no solo de sorbo en sorbo, sino de ducha en ducha. El calor era sofocante y cada uno ... se refrescaba como podía. Los ventiladores portátiles se habían agotado en el bazar del centro y muchos no aguantaron ni media hora. Las aspas se hacían añicos en el tendido alto y no quedaba otra que cubrirse con la boinas de verano compradas en Gutiérrez. Un clásico de la plaza Consistorial que no hay guiri que no pise esta semana. Para quitarse cualquier cubrecabezas fue el saludo de Urdiales: puro compás. Paladeó la sombra las verónicas mientras el sol saboreaba el cava. «Ojo cómo es el toro», indicó un abonado. Menuda clase tenía Selvalimpia, el único con el hierro de Vegahermosa. Cuando más felices nos las prometíamos, un veinteañero advirtió de que el animal se había lastimado una 'mano'. Una pena. Aun así, el buen toro aguantó y el riojano, fiel a su sello, lo disfrutó. Los que se impacientaron fueron los de arriba, que tenían ganas ya de que el torero le diera matarile.
Locas andaban las peñas por ver salir el segundo y alzar sus voces en homenaje al 'Rey'. Sin tiempo para el respiro, ya estaba en las gargantas la 'chica ye-ye'. Ni el aire cabía entre Tabarro y Talavante en la arrucina. ¡Vaya manera de empezar! Todos los ojos se imantaron a sus telas. Tal fue la locura que desde el sol lanzaron una pelota gigante de playa, lo que suscitó los pitos de la afición cabal. «Totalmente fuera de lugar», señalaron. Quiso agradar el extremeño con un codicioso y enclasado animal, pero el horrible pinchazo mantuvo el casillero a cero.
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Principiaba su obra Ginés Marín y sonaba Camela entre las peñas. «Ese palo no lo habían tocado estos días», comentaron en la sección 7. Por la senda clásica caminó su toreo frente a otro buen jandilla, aunque no tanto como sus hermanos. «¿Qué pasa esta tarde?», se preguntaban en la sombra. Por h o por b, por la personalidad de esta plaza o por todas la excusas que se quieran poner, la cuestión es que, con sus distintos matices, habían embestido tres toros y los tres se marcharon con las orejas puestas.
Lidiaban al cuarto cuando las bocas se llenaban de dispares sabores: del bacalao con pimientos a la ensaladilla, de la chistorra a la tortilla de gambas. Todo en abundancia, como la obra de Urdiales, que alargó y alargó, aunque solo le hicieran caso tres y su familia. «El toro de la merienda nunca es fácil en Pamplona», recordó un fiel seguidor. Tuvo sus teclas Tonadillero, en el que lo único que se cantó entre bocado y bocado fue aquello de «al Rocío yo quiero volver…» Ni rezando a la Virgen se tocaba pelo ayer.
Con el estómago lleno, el baño seguía en el tendido. A estas alturas, con calimocho. Pero el toro que salió era una cara 'bouteille noire' de Bugatti. Rufián era el nombre de este quinto, aunque de vil y despreciable no tenía nada. «Solo tiene feo el nombre, pero pariente del político no parece», bromearon. Bravo y noble –el toro, no Gabriel–, se postuló como firme candidato al trofeo Carriquiri y merecía el pañuelo azul. Talavante vio pronto las cualidades del jandilla y dejó algunos momentos de autenticidad, pero sin la rotundidad que exigía este número 70, humillador y repetidor. Entre lo mollar, el pacense supo leer que el público también demandaba efectismos, y alguno dejó en los remates. Los ojos del aficionado preferían aquella trincherilla o ese pase de pecho a la hombrera contraria. «Qué bien ha estado, pero falta algo más», comentaba Paul, llegado de Béziers. Lo ganado lo perdió con el acero: su temporada de reaparición no termina de tomar vuelo. Larga fue la vuelta al ruedo, en la que los areneros tuvieron que retirar decenas de sombreros y un rollo de papel higiénico que rodaba por la arena. A las peñas regresó para que se secaran tras la ducha de emociones.
Cerró el sexteto el garbanzo negro de este 12 de julio, que más bien parecía un 31 de diciembre. «¡Feliz Año Nuevo!», exclamó un guasón mientras saltaba y brindaba. Por Rufián era el chinchín en la Nochevieja de blanco y rojo.
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