SAN FERMÍN
Los nobles Jandillas se van con las orejas puestas
Por los fallos con la espada y las faenas demasiado largas, no se remata triunfalmente una buena corrida
![Talavante, en un pase de pecho al quinto](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/07/12/tala_20220712234024-RYH4NJWtsJUN83g6yWfmkLJ-1240x768@abc.jpg)
Vuelven la figuras y, con ellas, las ganaderías más apetecidas; eso sí, con la seriedad que se exige en Pamplona. Quedan solamente tres tardes de feria: dos, con los diestros más destacados, y el estallido final, con Ferrera y los Miuras.
Recuerdo a Borja Domecq ... padre, al ver sus toros de Jandilla. El encierro ha sido rápido (2'20) y emocionante, con la manada muy estirada, lo que ha permitido vistosas carreras; lo más dramático, un toro que ha caído, atrapando debajo a un mozo, y otra res, que ha llevado enganchado por la camiseta a otro, un buen rato. Ha habido un herido por asta de toro y cinco contusionados más.
Esta mañana, se ha rendido un merecido homenaje a Ignacio Cía, que fue muchos años director y alma de la Casa de Misericordia. Por la tarde, los toros de Jandilla han dado buen juego, en general: muy nobles, primero (limitado por lesionarse), segundo y quinto. Por fas o por nefas –decían los revisteros–, no se corta ningún trofeo, en una plaza que no se caracteriza precisamente por su exigencia.
No puede estar contento Diego Urdiales, ausente por primera vez, desde hace tiempo, de los carteles de Bilbao. Necesita reivindicarse y estoy seguro de que han venido bastantes riojanos, paisanos suyos, para apoyarlo. En el primero, de Vegahermosa, dibuja estupendas verónicas y lo lleva al caballo con torería. El toro, justo de fuerzas, embiste con nobleza, pero se lesiona en la mano derecha justo antes de la faena de muleta. Cuidándolo, Diego traza suaves muletazos pero el trasteo no puede remontar más por la limitación del toro, que, sin la lesión, hubiera sido de gran triunfo. Mata muy bien, como ahora está haciendo: petición.
El cuarto, castaño, bien armado, Tonadillero, canta pronto su poca clase y renquea de los cuartos traseros. Urdiales, muy decidido, muletea con gusto y torería pero el toro protesta, cabecea, puntea el engaño. Logra algunos naturales limpios pero, inevitablemente, la larga faena resulta desigual: suena el aviso antes de entrar a matar, lo logra a la segunda.
No está siendo feliz la temporada de regreso de Talavante a los ruedos: no salió bien la fuerte apuesta de cuatro corridas en San Isidro; tampoco, otras. ¿Es cuestión sólo de afinar la puesta a punto o, también, un problema de mentalidad? San Fermín le da la ocasión de remontar. El segundo, Tabarro (un tábano y también una preciosa ópera de Puccini), galopa con bravura pero flojea mucho, Comienza con una arrucina de rodillas y el toro también cae: ¡qué pena! Liga buenos naturales aunque el toro es codicioso pero claudicante (como decía Góngora de la montaña de Toledo). En Las Ventas, no hubieran tolerado un toro tan flojo. Mata mal: ha perdido el sitio con la espada.
El quinto, Rufián (no piensen en nadie), empuja en la primera vara, lo cuidan en la segunda. Talavante no se ha lucido con el capote, brinda al público por segunda vez. El toro es pronto y noble, le permite a Talavante desplegar con facilidad su repertorio, tanto los naturales como los circulares invertidos y las manoletinas. Con un toro tan bueno, ¿por qué no ha conseguido una mayor conexión con el público?... Mata con decisión, quedándose en la cara, y necesita tres descabellos. Este Rufián –como el de 'El rufián dichoso', la comedia de Cervantes– resulta ser un santo (de nuevo, no piensen en nadie). Ovacionan mucho al toro y Talavante da la vuelta al ruedo, en contra de lo que era su costumbre.
Ginés Marín lleva una buena temporada, desde el punto de vista artístico, pero lo está pagando con varios percances: después de la grave cornada de San Isidro, que no le impidió reaparecer pocos días después, ha sufrido otra leve, en el labio inferior, hace un par de días, en Teruel. Va a matar seis toros en Santander. El tercero se llama Tapabocas, como el legendario, bravísimo, que lidió Domingo Ortega en Madrid, en 1934 (recibió seis varas y le dieron dos vueltas al ruedo). A éste, en cambio, apenas lo pica el padre del torero y sale suelto. Muy bien Viotti, con los palos. Lo sujeta Ginés con elegancia; logra muletazos limpios, clásicos, aunque el toro se abre, transmite poco, simplemente 'se deja' (triste expresión). Entrando de lejos, mata fácil pero desprendido: escasa petición y suena el aviso porque ha prolongado la faena.
El sexto, Infante, me recuerda las rancheras de Pedro Infante: 'Ella', 'Me cansé de rogarle', 'Fallaste, corazón'… Pero las peñas son de sota, caballo y rey. Ginés lo intenta pero el toro es incierto, protesta mucho: es el de peor estilo de la corrida. Mata con gran seguridad, como ahora está haciendo: ha mejorado mucho en la suerte suprema. Le ha tocado el lote menos lucido: de la tarde: no ha tenido más opciones.
Si me preguntan cómo han estado los toreros, contestaré: «Bien». Si insisten: «Pero, ¿muy bien?», matizaré: «No, no muy bien». Y no es sólo por la falta de criterio de estos presidentes. A Talavante le ha tocado un lote excelente, con dos grandes toros, y se va sin trofeos. Una primera figura del toreo debe hacer mucho más.
Posdata. Hemingway fue el gran responsable, para bien y para mal, de la internacionalización de esta fiesta. En Pamplona y en los toros encontró una serie de valores que le fascinaron: «Ese sentimiento de la vida y de la muerte que yo andaba buscando». Además, vida intensa, amistad, complicidad, alegría... En los Sanfermines de 1925, cuando tenía 26 años, hizo grandes amigos, comió y bebió, descubrió la belleza trágica de la Tauromaquia. El 11 de julio, vio torear a Juan Belmonte, Marcial Lalanda y el Niño de la Palma. Este último lo deslumbró: «Siempre recto, puro, natural, en línea». Son las mismas palabras que usará 34 años después, en 1959, en 'El verano sangriento' para alabar a su hijo, Antonio Ordóñez, en la competencia con Luis Miguel. Pero dos años después de eso se suicidó: ya había perdido la alegría incansable que vivió, de joven, en la 'Fiesta' que era Pamplona, donde hoy sigue siendo un mito. Su estatua y su Paseo están al lado de esta plaza de toros.
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