FERIA DE FALLAS
El brindis por el fracaso de Roca Rey tendrá que esperar
Con un petardo de corrida de Victoriano del Río, saca su artillería de figura en el último toro, rinde los abarrotados tendidos y corta una oreja
Todos los carteles taurinos de Fallas
![Roca Rey, en el prólogo de rodillas al quinto toro](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/03/16/roca4-R3dfwMoE42q4Ur8oGmjlObM-1200x840@diario_abc.jpg)
Volvía el Rey a su feudo. Al reclamo de Roca se había colgado el primer 'No hay billetes' de su fin de semana. Sus partidarios brindaban felices por haber conseguido una entrada que cotizaba al alza en la reventa. Sus detractores sacaban brillo a ... las copas a la espera del fracaso numérico. A punto estuvo de sonar el chinchín de la alegría por la derrota. Pero guardadas en la vitrina terminaron, con el champán en la nevera hasta nueva ocasión. Y eso que pocos apostaban por el peruano tras una primera faena sin ángel ni calado, vulgar en definitiva, frente a un toro que no decía nada. Y ahí está el primer error del matador: ¿de verdad no había una corrida más armónica y más seriamente hechurada en el campo bravo para quien es hoy el mandamás del toreo? Cierto es que cuando los toros no embisten la fealdad se multiplica: la corrida fue el mayor petardo de una jornada en la que sonaron miles y miles por Valencia. De 'pum-pum', que explotaría el 7 de Madrid. Para colmo, la terna se empeñó en alargar aquello hasta las tres horas de espectáculo. Qué hartura, qué manera más tonta de aburrir al personal. Ya ni los artistas recuerdan el tan cacareado «quien quiera más, que vuelva mañana». ¿Dónde están los partidarios de Belmonte? Ayer, ni uno en el cartel. Claro que como el público suele ser espléndido, y aguanta lo que le echen, salió medio contento de la plaza por la oreja cortada por el ídolo. Unos, claro; otros maldecían al presidente por no darle las dos; y algunos mentaban a la madre del ocupante del palco por no asomar el pañuelo del tercer aviso. Como hay gente 'pa to', hay gente que revive con el fracaso ajeno. Con la falta que hacen dos o tres toreros con el tirón taquillero de Roca...
No hubo finalmente naufragio como este del tendido o aquel del 'xtendido' vaticinaban: el gobernalle del peruano se enderezó en Valencia con el quinto, Jaceno de nombre, un toro vulgarón, con el que Roca sacó su artillería para no irse andando. Aunque a pie se marcharía finalmente -por ese gusto de los toreros de que les den la hora-, se creció y demostró su capacidad de figura hasta dar la vuelta a la paella. Habían recibido con pitos a este victoriano, que acaparó los focos cuando metió la cara en la boca del burladero. Era el momento en que Andrés tenía que arrancar la faena. Pensativo se quedó -¿de qué manera meto a la parroquia en el bolsillo?-, hasta plantarse de hinojos en una vibrante apertura. Su faceta dominadora rindió al toro, que iba y venía, y al público, que aplaudía. La tela, a rastras; el compás, abierto; la mirada, arrogante. Pero sin ese tacto suyo, menos sutil, quizá menos fresco. Buscaba Roca esa complicidad que parecía perdida y la encontró, especialmente cuando el animal estuvo a punto de arrollarlo y se desplantó soberbio, con la zapatilla en el pie derecho y desnudo el izquierdo tras el arreón de Jaceno. Agigantado ahora en lo suyo, con un final de ochos imposibles. Era el arrimón de su soberanía en las Fallas. Todo ligado: por delante y por detrás. Los tendidos bramaban, se rendían a sus pies: descalzo uno, calzado otro. Tanto se extendió que oyó un recado antes de entrar a matar. Y otro más mientras el toro se tragaba la muerte. En el último segundo se echó, cerca de donde salen las mulillas, que anduvieron con una agilidad inusual y apenas hubo tiempo para la petición de otra.
Al menos aquello palió la decepción primera, con un toro sin el trapío mínimo, con su cara viejuna, tan lavado de expresión y, para colmo, desagradable, pues dentro de su mínima presencia enseñaba las puntitas. Sólo un arrimón de órdago, de esos en los que se dejó lamer la taleguilla literalmente, despertó a la parroquia entonces.
Feria de Fallas
- Plaza de toros de Valencia. Sábado, 16 de marzo de 2024. Sexto festejo. Cartel de 'No hay billetes'. Toros de Victoriano del Río, desiguales -bien comidos, pero en el límite de trapío algunos-, deslucidos, sin fondo ni clase.
- Sebastián Castella, de turquesa y oro: estocada trasera y tendida y descabello (petición minoritaria y saludos); media atravesada (silencio tras aviso).
- Roca Rey, de rosa y oro con remates negros: tres pinchazos hondos y dos descabellos (silencio tras aviso); estocada (oreja y petición tras dos avisos).
- Pablo Aguado, de nazareno y oro: estocada corta desprendida (leve petición y saludos); dos pinchazos hondos y descabello (palmas de despedida tras aviso).
No habría más trofeos en la interminable tarde-noche, aunque Sebastián Castella lo rozó en el primero, uno de esos mansos a los que se les pone el apellido de encastados -y geniudos-, el de mayor transmisión del sexteto, con rivalidad en quites. Respondió Frenoso agradecido en un prólogo por abajo superior y dos series de mucha importancia, pero luego se cansó y todo se desinfló. Pesado se puso el francés en el cuarto. Suyo, por cierto, fue el lote más serio. El que apuntó más calidad se lo llevó Pablo Aguado. Claro que ninguno toreó con su clase y su cadencia. ¿Cómo se puede hacer el toreo tan despacio? ¡Qué prodigio! «¡Agua!», exclamó un espectador con acento andaluz en las chicuelinas al paso, en dos verónicas aladas, aquella media al ralentí o ese natural de seda. Porque agua era: pura naturalidad. Lástima que también le pidieran la hora. Tres horas tres. Y vuelva usted mañana...
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