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Roca, Rey en San Fermín: al rojo vivo Pamplona con la fiera peruana

Andrés Roca Rey descifra con inteligencia los códigos pamplonicas y corta tres orejas en una tarde en la que 'sólo' le faltó exigir una corrida con el trapío de esta plaza. Justísimo de todo el conjunto de Cuvillo, que nunca rompió hacia delante y en el que Morante, cómo no, se llevó el peor lote

Quién es quién en los carteles de San Fermín

El rugido de Andrés Roca Rey en Pamplona Efe
Rosario Pérez

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Un hormiguero era el tendido, poblado de figuras que se hacían diminutas desde la última fila de la andanada. Miles de almas para inmortalizar en los pinceles de Juan Genovés. En medio del jolgorio, de las camisetas empapadas de tinto, de los pañuelos granas anudados ... al cuello y de los cánticos, se palpaba un runrún diferente. «¡Perú, Perú, Perú, Perú!», corearon toda la tarde. Era el día de Roca Rey. Y en San Fermín se coronó como Su Majestad Andrés I del Perú. Qué manera de descifrar los códigos pamplonicas, de trepar peldaño a peldaño la pirámide de Maslow sobre las necesidades de las peñas y de ser el líder de masas en la teoría de Katz y Lazarsfeld. En dos pasos: adelante su furia y atrás las dudas. Ni una tuvo el limeño, listo como los ratones coloraos. En lo que no anduvo mandón fue a la hora de elegir una corrida con la seriedad requerida en Pamplona. Había toros que parecían pintados a vista de pájaro por el autor de 'El abrazo'. En miniatura para un escenario donde lo primero que (se) impone es el trapío desbordante, el torazo.

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