La mujer que apoderó a un torero para librarlo de dormir en el coche

En un mundo donde reina el postureo, donde todo hijo de vecino presume de guapo y rico en las redes sociales, Miguel Andrades Alcántara dormía en el coche la noche antes de torear porque ni tenía 50 euros para pagarse un hotel ni tampoco sentía la necesidad de pedírselos a nadie. Se vestía de luces en el ayuntamiento o en el polideportivo de turno y se lanzaba al ruedo. En Azuqueca de Henares (Guadalajara) cortó cuatro orejas y rabo a finales de la temporada de 2022 y, sin saberlo, su suerte cambió. Allí, en los tendidos de una plaza portátil, se encontraba Lidia R. Bermejo, que salió conmovida con el arrojo de aquel chaval diminuto (mide 1,67), pero gigante delante de los cuernos. Y cuando conoció la historia de sacrificio que escondía, que «tenía una vocación muy grande y por circunstancias personales no podía crecer», se propuso «ayudar».

—Miguel, ¿tú has toreado en Madrid?

—No.

«A los pocos días me llamó y me contó que estaba puesto y la ganadería a la que me enfrentaría», relata a ABC por teléfono, todavía sorprendido. Lidia agradece «la oportunidad» a la empresa Plaza 1 y a la Comunidad de Madrid. Miguel se estrenó en Las Ventas la pasada primavera, con petición de trofeo (no concedido) ante un sexto, 'Hortensio', de Guadaira, colorado chorreado en verdugo, pleno de casta, que le dio una voltereta al tirarse a matar o morir. «Muchas veces las cosas ni las pienso. Para ser torero hay que estar loco, buenos de la cabeza no estamos... Tengo varetazos por todos lados. La Virgen del Rocío debe de estar harta de mí», cree este jerezano, de 28 años, con patillas como Juan José Padilla, del barrio de Santiago como Rafael de Paula, aunque no es gitano: «Me queda que me voy a morir sin serlo».

Lidia, mientras, trabaja como bróker aéreo en una de las compañías de vuelos chárter más importantes del mundo. Básicamente, se dedica a alquilar aviones y pasa bastante tiempo fuera de España. «La afición a los toros me viene porque en mi casa siempre ha habido caballos y me encantaba ir al rejoneo», cuenta. Al margen de eso, no había en ella ningún vínculo previo con lo taurino. «Lo de ser apoderada surgió así, no me lo había planteado antes», afirma.

Y ahora, a marchas forzadas, descubre un panorama plagado de valientes en la arena y cobardes en los despachos. «Hay empresarios que hacen negocio de los novilleros que se juegan la vida y aceptan torear sin cobrar, lo que me parece terrible. No entiendo cómo pueden dormir tranquilos y prefiero no imaginar qué ocurriría si hubiera una desgracia. Ninguno ha tenido el valor de llamarme porque saben que Miguel va por otro camino. Donde lo vea anunciado es porque le están pagando. Torearemos menos, pero vamos por derecho», expone con firmeza.

La madrileña asegura que es tratada «exactamente igual que si fuera un hombre. Me siento respetada, pero no puedo hablar con otras mujeres que se dediquen a esto». También Cristina Sánchez es excepción en un mundo de abrumadora mayoría masculina.

El dinero, o más bien la falta de, explica que Miguel no debutara con picadores hasta los 26 años y 316 días (el 25 de agosto del 2022 en Casavieja, provincia de Ávila). A la escuela taurina de Jerez se había apuntado con nueve. Actuó bastante de becerrista, consiguiendo resultados prometedores en certámenes de importancia: finalista en el organizado por Canal Sur o en el Alfarero de Plata de Villaseca de la Sagra. Sin embargo, al subir un escalón, se quedó colgado. No había ni parné ni padrino.

Curiosamente, la pandemia le vino al pelo. «Me salvó de tirar la toalla. Me hice fuerte y no le eché cuentas. Seguí entrenando con más ilusión, aun encerrado en el piso. Un amigo me dice: 'Te ha pasado como el vino: te podías haber avinagrado y te has tirado a oloroso de categoría'», comenta con el gracejo del sur. Entre medias, «me saqué lo de Administrativo y he trabajado en oficinas, y también en la televisión local de mi ciudad. Y hemos ido a la obra porque comer hay que comer todos los días».

En 2023 toreó siete festejos: Añover de Tajo, Méntrida, Villaseca, Azuqueca y dos en Guadarrama, además del mencionado en Madrid, con un balance de una docena de apéndices y un rabo. La temporada la califica como «positiva y ascendente». «Lo bonito es que ha quedado triunfador todas las tardes», añade su apoderada.

Los números no muestran el contexto. En Añover mató una de Miura; en Villaseca, una de Celestino Cuadri, y en Méntrida un bicho era de Juan Luis Fraile y otro de Monteviejo. Y en 2022, en su segunda comparecencia con caballos, se anunció con una de Prieto de la Cal en la Feria del Arroz de Calasparra. «No miro el cartel: ni ganadería ni compañeros. Yo voy a cortar las orejas y estoy capacitado para matar cualquier encaste», a pesar de que «he ido muy poco al campo», expresa.

Y nunca, nunca perdona las banderillas, que las pone con la entrega de quien se alista voluntario a la guerra. Lidia traza una radiografía: «Miguel es generoso como persona y eso se extrapola a lo que hace como torero. Es muy consciente de lo que le cuesta a la gente pagar una entrada y de lo que le cuesta a un ganadero criar un toro. Le gusta dar espectáculo y, en definitiva, que la gente no se aburra».

De cara a este año, la apoderada desea «una temporada llena de éxitos, entrar en las grandes ferias, que no haya ningún percance y poder tomar la alternativa cuanto antes. Ya se están moviendo cosas y hemos cerrado varias fechas». En cualquier caso, lo único seguro es que Miguel ya no duerme en el coche.