SAN ISIDRO
Ginés Marín: cuando torean la cabeza y el corazón
Lección de tiempos, distancias y alturas del extremeño, que se inventa una faena, exprime a un toro de Montalvo y corta una oreja en una corrida que se desfondó pronto. Diego Ventura pasea una oreja de un buen lote de María Guiomar en el festejo mixto de Las Ventas
Carta de Ginés Marín a la juventud
![Ginés Marín, con Rebujín, el sexto toro de Montalvo](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/05/13/GINES1-RAGCjmrZIKBeaQV2gjUnUHK-1200x840@abc.jpg)
Tiempos, distancias y alturas. Y sitio, mucho sitio. Todo lo encontró un torero en estado de gracia, un torero con un talento innato, tocado por la varita de Dios. Con medio toro, Ginés Marín se inventó una faena de variadas bellezas y, sobre todo, muy torera. Torerísima de principio a fin, de esas que se paladean luego en las tertulias poscorrida. En 'Los Timbales' fantaseaban con un diálogo entre Rabal y El Brujo. ¿Y cómo fue lo de Rebujín, Búfalo? «Pues usted se marchó a los terrenos del cinco con el toro para que le molestara menos el viento...». Y en ese refugio presentó la muleta con torería, con cositas de Curro (Vázquez). No, no era la muleta. Era el corazón de Ginés el que daba el hola, el cómo está usted y el adiós al último ejemplar de Montalvo, que lidió un conjunto que apuntó buena condición, pero al que faltó empuje y se desfondó pronto –«¿Tendrá algo que ver el Batán?», se preguntaban en el VAR del tendido–. Ese era el temor en este sexto, último cartucho de un festejo mixto en el que el único que había puntuado era Diego Ventura. Pero Ginés, que está otra vez con la hierba en la boca pero ralentizando escenas, creyó, apostó y no se equivocó. Qué importante es no perder la fe. Y tener una mente despejada.
Tras ese prólogo cerca de las tablas, el extremeño se lo sacó de las rayas y Rebujín, que así se llamaba el montalvo, se arrancó a su derecha, conducida con emoción. Desde la barrera, Guillermo Marín, que es su padre y su picador, le hizo el gesto de la calma y con el dedo apuntó a la cabeza. Y de ella tiró el hijo. Si el toreo es para listos, toda la listeza del mundo tuvo esta pieza que combinaba lo cristalino y la orfebrería, la paciencia y la técnica. Ahí quedó el toque fuerte cuando vio que Rebujín se vencía algo a estribor.. Ahí quedaron las pausas, esas inyecciones de oxígeno mientras salía de la cara del toro, mientras andaba al toro, mientras llenaba el escenario. «Y entonces, Búfalo de mi alma, los naturales se engrandecieron, ralentizando la noble embestida». Con un trincherazo regresó a la diestra.
Soplaba el viento, no tan infernal como el día anterior, pero cómodo no era. A Marín no pareció importarle y templó y templó. «¿Y qué me dice, maestro, de ese semicambio de mano en la dirección en la que las agujas del reloj desmarcan la hora? Cómo aplaudía Madrid». Porque Madrid reconoció el mérito de Ginés para extraer hasta la última gota de Rebujín como el que apura una copa tras besar el polvo del camino. Resoplaba el padre en el callejón. Cuánto sufrimiento, cuánta lucha de la cabeza y el corazón, del arrímate o no. Colocación cabal la del pupilo entre un runrún de expectación que no se había dado en toda la tarde. «Vamos, toro, 'p'alante'», lo animaba el matador antes de echarse de nuevo la muleta a la izquierda, antes de esa trincherilla de cartel, antes de ese pase de pecho de cabo a rabo. Frente a la puerta de la enfermería, aquella que no hace tanto cruzó con las carnes abiertas, se adentró en las proximidades del toro. «¡Torero!», gritaron entonces. Sabedor de que la pieza ya estaba cuajada, sabedor de que a la pieza sólo le faltaba la coronación final, se perfiló en la suerte contraria, echó las telas al hocico y el brazo por delante y, «más despacio que el paso del Cachorro», entró a matar. Se tragó la muerte el toro y sonó un aviso cuando iba a sacar la espada. Hasta para morir hay que hacerlo despacio. Nadie protestó la oreja, ni tampoco aquellos que habían protestado al toro, un buen montalvo al que le faltó más vida. Un tacazo era el tercero, con expresión para embestir, pero se vino abajo, tónica de un conjunto bien presentado y al que faltó raza.
Un toro con sus cositas buenas había sido el serio segundo, Carabinero, pero no para esta plaza, pues sangró mucho y no respondió lo esperado en las telas de Paco Ureña, que tampoco terminó de encontrar la comunión con animal y público. Nada pudo hacer con el deslucido quinto, que humillaba en el embroque y luego protestaba. Ahí quedaron un valiente quite, un firme prólogo, unos zurdazos enfrontilados y dos estocadas con todo, la última con la rabia acumulada.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Sábado, 13 de mayo de 2023. Cuarta corrida (mixta). Más de 22.000 espectadores. Toros de María Guiomar Cortés de Moura (1º y 4º), demasiado pobres de cara y muy colaboradores y buenos, y Montalvo (2º, 3º, 5º y 6º), destacaron 2º y 6º en un conjunto de buena presencia y que apuntó buena condición, pero se desfondó por su justa raza.
- Diego Ventura, con chaquetilla de terciopelo y zahones. Pinchazo y rejón (saludos). En el cuarto, pinchazo y rejón (oreja).
- Paco Ureña, de tabaco y oro. Estocada caída (palmas). En el quinto, estocada (silencio).
- Ginés Marín, de rosa y oro. Estocada pelín trasera y tendida (silencio). En el sexto, estocada rinconera (oreja).
Había abierto la mixta –con un extraño ambiente en el entradón, mixto también– Ventura: una oreja arrancó y otra posible perdió con el acero. Qué manera de torear y qué cuadra. Qué forma de presentar los pechos de los caballos que montaba, esos pechos sobre los que cabalgaban también los suyos. Sublime Nómada. Sublime Bronce. Y Fabuloso uno que atendía a tal nombre con su toreo a dos pistas y esos trincherazos por dentro. Gráciles las hermosinas mientras aquel corcel afilaba las orejas, tan torero. Provocador Lío, incitando de frente al toro y haciéndole venir mientras ejecutaba el paso atrás y clavaba al pitón contrario. Música en las rosas y los violines. Todo con un estupendo lote de María Guiomar, aunque demasiado pobre de presencia...
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