SAN FERMÍN
Del grito de horror por la cogida a Pinar al triunfo de Colombo al calor de las peñas
El dramático percance del albaceteño dejó la corrida de Miura en un mano a mano entre el francés Leal y el venezolano Colombo, que cerró la feria de Pamplona por la puerta grande
Quién es quién en San Fermín
![Durísimo el impacto de Rubén Pinar contra la arena tras ser prendido por el primer toro de Miura](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/14/pinar-R8SrINDPyRkHzOLuXY8rWmI-1200x840@abc.jpg)
Inerte sobre la arena yacía un torero. De purísima y oro Rubén Pinar. De hierro de negra leyenda el toro. De 'Grito' de Munch los tendidos. Apretaba el gentío las mandíbulas, con unos ojos de par en par y otros tapados para no ver ... lo que ver no querían. Completamente desmadejado estaba el hombre que se había postrado de hinojos para recibir al primer miura. Como si matar ya la divisa que no deja dormir de noche y genera pesadillas de día no fuese suficiente penitencia. De rodillas se puso una mujer en la andanada del 7 mientras apretaba la imagen de san Fermín, pidiéndole un último capote en esta feria... Pinar había librado la larga cambiada, pero en el momento de incorporarse se trastabilló con Reinasolo, que así se llamaba este imponente toro. En el sitio de la extremaunción lo prendió mientras sus manos servían de escudo al rostro. Oculta su mirada, pero sintiendo el aliento del cárdeno, que lo elevó a la altura del pecho por la chaquetilla con su enorme envergadura y sus 615 kilos a cuestas. Durísimo el impacto contra la arena, sobre su propio cuello. Un 'craaaaac' retumbó. Dolían los huesos sólo de ver y escuchar el impacto. Dolía luego el alma al ver al torero boca abajo mientras más de media tonelada pisoteaba la figura que vestía el color del Monstruo de Córdoba en la poesía de Sabina. La leyenda siempre al fondo de la divisa verde y roja de Lora del Río. Pinar no movía ni las pestañas y las cuadrillas volaron hasta las manos del doctor Hidalgo. «No se mueve, no se mueve», musitaban los aficionados. En voz baja, con las sílabas temblando. Recuerdos de un pasado no tan lejano, recuerdos de sangres derramadas que no se querían recordar. Olor a hisopo de sacristía... Hasta que entró en la enfermería y todo fue de nuevo bullicio. Que era 14 de julio, las peñas entregaban sus últimos cánticos y en cinco horas el reloj de Estafeta marcaría la cuenta atrás.
Larga se le hizo la espera a los aficionados que habían ido a ver sencillamente la corrida. Aguardaban noticias de la enfermería y a los móviles llegaba la última hora que se daba a través de MundotoroTV. El torero albaceteño había recuperado la consciencia y decía que quería salir a torear. Imposible: no se mantenía en pie y no recordaba nada de lo sucedido. Preocupaba por el coágulo en el cerebro que se le formó hace una década tras sufrir un percance en el campo, con secuelas epilépticas. Imperaba la sensatez: el traslado al hospital para realizarle un TAC, que descartó lesiones.
Por la durísima cogida al curtido matador –curiosamente la otra de la feria fue al experimentado Robleño con los escolares–, a las siete menos cuarto la corrida quedó ya en mano a mano entre Juan Leal y Jesús Enrique Colombo. Lejos de contagiarse por la psicosis del hierro y del percance, los de oro y los de plata dieron la cara en una meritoria tarde. Fue el venezolano el que se llevó a las peñas de calle hasta inventarse una puerta grande por sus continuos guiños al sol y su fulminante espada. Suyo fue el lote de más opciones dentro de una corrida que cumplió en el caballo más que ninguna, pero que, aun sin maldades, poco regaló en la muleta. Faltaron humillación, clase y empuje en las telas, pero el conjunto mantuvo de principio a fin el interés. Miura siempre es Miura. De postre, como broche de feria, saltó el miureño que tanto gusta, de bella estampa. Bueno y bravo este sexto, que mereció más toreo y menos efectismos. No se acopló Colombo con el cárdeno, pero se adaptó perfectamente a las peñas, dio fiesta a su modo a Panadero y horneó la oreja que le abría la Puerta del Encierro con una estocada letal. Otra había paseado del segundo pese a caer el acero en los bajos. En pie puso a la plaza en banderillas, sobre todo cuando cogió la gorra que le lanzaron para detener al oponente tras un par al violín en los mismísimos medios. En cambio, en el de la merienda, al que mató por arriba, no cuajó la petición. Ni la faena fue de oreja.
Feria de San Fermín
- Monumental de Pamplona. Viernes, 14 de julio de 2023. Última corrida. Lleno. Toros de Miura, largos y con alzada, sin un gramo de grasa; cumplidores en el peto, pero faltos de raza y sin apenas humillar en la muleta; destacaron el 4º y, sobre todo, el 6º.
- Rubén Pinar, de purísima y oro. Cogido en el primero.
- Juan Leal, de crema y oro. En el primero, pinchazo y estocada (saludos). En el tercero, estocada perpendicular en dos tiempos (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, estocada que hace guardia y dos descabellos (saludos).
- Jesús Enrique Colombo, de gris plomo y oro. En el segundo, estocada baja (oreja). En el cuarto, espadazo (leve petición y silencio). En el sexto, estocada (oreja).
La tizona privó a Juan Leal de acompañar a hombros a su compañero. Su lidia tal vez no fue la adecuada ni se puso a la antigua, sino que ejecutó el toreo moderno, el de hoy. Y se la jugó en muletazos de todas la variedades, por delante y por detrás, de rodillas y erguido, en la media distancia y en el arrimón. Todo lo puso el francés de valor espartano: aguantó embestidas de pantera, arreones, topetazos y caras por las nubes. Qué sangre fría en la portagayola, resistiendo frente al túnel la llegada andarina del tren. El común de los mortales hubiese puesto pies en polvorosa. Pero el común de los mortales no somos toreros, que eso es cosa de héroes. Qué mérito sopreponerse a la cogida de un compañero. Y con Miura: tan sólo cinco letras para tan larga leyenda.
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