LAS VENTAS
Grave cogida de Espada en una tarde de seria altura de Jiménez
El de Fuenlabrada paga con el tributo de la sangre su firmeza y da una vuelta al ruedo, como el sevillano, autor de lo más rotundo. Buena imagen del confirmante Molina con una corrida de Margé de cambiante movilidad
Los frutos de Fonseca, el más listo con la mansa cosecha de Cebada

Qué tarde más seria. Por toros y toreros. Inmensa la terna, con una entrega que se pagó con sangre. Terrorífica la cogida de Francisco José Espada. Viajó directo al muslo el pitón en la primera bernadina y cayó en la arena a merced ... de Picasso, que lo alzó de nuevo con geniuda violencia por los aires. Tres metros sobre el suelo. Dolía desde el tendido la brutal caída mientras el madrileño se protegía la cabeza con las manos, las manos que pronto se habían puesto a torear a este quinto. Fue un buen toro, el mejor del variado sexteto ganadero, de cambiantes embestidas. Ni un ápice de firmeza racaneó Espada, que se pegó un soberano arrimón en medio del enrarecido ambiente, más alterado aún tras el volteretón que le propinó Picasso, capaz de lo más genial y de lo más perverso. Honor a su nombre hizo.
Vibrante había sido su faena al tercero, un Van Gogh con mansita movilidad e informales arrancadas. En redondo lo cosió en una soberbia ronda, con el toro de los girasoles totalmente empapado de muleta. La estocada, de tan contraria, le privó del premio.

El acero se lo robó también a Borja Jiménez. Elevado su brindis a Dwight Howard. Al pívot de 2,08, con un trapío que imponía en el tendido 9, brindó el torero de 1,75. Fue la cumbre, con un hombre que vestía el blanco de la pureza y la plata que aguantaba el plomo del astado de Margé, que tomaba antigüedad. Pese a su mansa querencia, se movieron con variados matices –engañosos en ocasiones– los toros con bautismo de músicos, poetas y pintores. S(c)ézanne traía cosas en común con su matador: mucho le han ninguneado, pero obras como las de ayer se guardarán celosamente en los museos taurinos. Fenomenal el de Espartinas, con la faena más rotunda. De categoría el trincherazo o esa ronda diestra en la que el toro no veía más paisaje que su muleta. Inmensa. Muy relajado, ligó las repetidoras embestidas, que se animaban más en sus telas.
Fue una pieza de altura. Como el brindis. Que no todos los días se deja ver en Las Ventas un jugador de esa talla. Grababa cada serie con el móvil, como esos naturales de relajo cuando el enemigo se sentía ya podido y derrotaba a mitad de viaje. O aquel profundo pase de pecho. Bárbaro y con mucha verdad Jiménez hasta las ceñidas manoletinas del broche. La oreja estaba cantada, pero el acero se cayó y el premio se redujo a una vuelta al ruedo de ley. Madrid no es Pamplona... Ni en exigencias ni en público: a plaza llena mucho se hablaría de la tarde más seria de julio. Muy por encima anduvo también el sevillano del manso y deslucido Velázquez.
Madrid
- Monumental de las Ventas. Domingo, 16 de julio de 2023. Toros de Robert Margé, serios dentro de la desigualdad –el 6º bajó –; destacó el 5º en un conjunto manso, con transmisión y movilidad, engañosa en ocasiones.
- Borja Jiménez, de blanco y plata. Pinchazo y estocada. Aviso (saludos). En el cuarto, estocada caída y descabello. Aviso (petición y vuelta).
- Francisco José Espada, de blanco y plata. Estocada contraria. Aviso (petición y vuelta). Cogido en el quinto. Estocada caída de Jiménez (silencio).
- José Fernando Molina, de espuma de mar y oro. Media, pinchazo hondo, estocada atravesada y descabello (silencio). En el sexto, tres pinchazos y estocada. Aviso (silencio).
- Parte médico: Espada sufrió «una cornada grave en el musl o derecho de dos trayectorias, una de 15 cm. con destrozos en el vasto externo y otra de 20 que alcanza el fémur».
Qué imagen más positiva de José Fernando Molina, qué sentido del temple del confirmante. Como si el trabajo de poner toldos con el que se gana la vida le diese ese plus de más. Que también hay que tener templanza para tal oficio. Tardeaba pero metía la cara con buen aire el toro de la ceremonia, Lelee. Poco le ayudaría luego el interminable tercio de banderillas a este primero, que brindó a la memoria de su madre y de todas las víctimas del cáncer. Encantó su clásico concepto, ese modo de echar los flecos con naturalidad al hocico, enganchando adelante y tratando de rematar atrás. Por abajo, hundido en la arena y con una colocación cabal, tan sincero que Lelee le envió una desafinada nota musical al muslo. Otra le mandó al cuello cuando entraba a matar. Después de ese pavo llamado Picasso, se antojaba insignificante el sexto, en el que Molina se mostró otra vez centrado, pero no afiló la espada. Y eso que venía de Albacete...
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