Feria del Atlántico de Bayona: sinfonía en azul mayor
Fiesta enteramente dedicada, desde la mañana hasta bien entrada la noche, a los toros y a la cultura que inspiran

Fue el azul de la corrida con color y decorado goyescos, el azul del Atlántico con sus toreros curtidos en las dos riberas, y el azul esperanzador a pesar de los ataques que sufre la Fiesta. De hecho, pocas ferias han tenido un guión tan cuidosamente diseñado por la empresa y la autoridad municipal, predominante ésta en la vida taurina francesa. Los tres pilares de este guión han sido la celebración de las raíces del toreo moderno, la internacionalidad de la tauromaquia marcada en la contratación de los diestros (además, en el techo de la plaza ondeaban conjuntamente las banderas de España, de Francia, del País Vasco y de Europa), y la apuesta por el futuro. En su mensaje de bienvenida, en la comida del patio de caballos que reúne a taurinos, aficionados y autoridades, el alcalde de Bayona, Sr Etchegaray, manifestó el apego de la ciudad a la fiesta taurina, a sus libertades culturales, y su oposición a la iniciativa de una propuesta de ley, por parte de un diputado del grupo de Mélenchon para prohibir la corrida y acabar con las tradiciones locales, «¡como si hubiese un mismo modo de vida desde Lille hasta Bayona!»
De azul fue vestida toda la plaza, incluida la arena, para la corrida inaugural del viernes 2 de septiembre, con burladeros llevando pinturas recordatorias del genio de don Francisco, el de los toros. Tarde triunfal – dos orejas para Juan Leal, cuatro orejas y un rabo para Adrien Salenc, vuelta al último toro –, en primer lugar por la clase de la corrida de El Vellosino, muy bien presentada, con tres toros notables, sobre todo el cuarto y el sexto. Los franceses Juan Leal y Adrien Salen tuvieron ampliamente la oportunidad de deleitar al público, cada uno en su estilo propio. Vibración, valor seco y fuerte impacto de Juan Leal, alternando cites de largo y cercanías. Al excelente cuarto toro, bravo y que embestía con fuerza, no pudo en algún momento ligar los pases, o bien por la condición del animal, o por una falta de flexibilidad en la muñeca. Dos faenas perfectamente construidas, con trazos largos y mandones, por parte de Adrien Salenc, rematadas por sendas estocadas. Fue una alegría verle emborracharse de toreo en el último, radiante de felicidad. Tuvo el gesto de atar su toalla al pitón del toro arrastrado para manifestarle su gratitud. Paco Aguado no pudo expresarse más que ante su primer oponente. Me queda el sabor de sus pases suavemente deslizados y encadenados, casi sin toque previo, de una naturalidad exquisita.
El seis contra seis del sábado, de marcado carácter internacional, tuvo su punto de exigencia y de interés por los toros de Pedraza de Yeltes, de diferentes comportamientos, destacando claramente por su bravura y fijeza los lidiados en primer y sexto lugar, arrancándose todos de largo al caballo para mayor satisfacción del respetable. Morenito de Aranda, sobrado de experiencia, no dudando en iniciar su actuación por una porta gayola, tuvo una actuación muy digna, malograda por la espada y cuatro puntillazos fallidos (¡Es urgente remediar fase tan bochornosa!). Realizó, por otra parte, en el sexto un quite por chicuelinas preciso y precioso a la salida de la puya, y otro encomiable y salvador a Dorian Canto, caído ante las astas del toro en plena faena. El joven diestro francés fue precisamente la grata sorpresa de la tarde, cortando dos orejas al excelente toro que clausuraba la corrida. Estuvo a su altura, lo que no es poco, llevándolo muy toreado y dibujando series muy válidas. Entró a matar con estocada fulminante. El gaditano Daniel Crespo tuvo un buen momento con derechazos de fino trazo, y, al resultar cogido de lleno citando con la izquierda, tuvo la valentía de reanudar su faena por el mismo lado. Dentro de las cuadrillas cabría mencionar a Andrés Revuelta, cuyo manejo del capote y lidia oportunísima ayudaron al portugués Juanito a salir de un paso difícil, y a sacar a su toro arrinconado en las tablas. No siempre hace falta ser el matador de turno para estar en maestro.
Para la clausura del ciclo, el domingo, Justo Hernández echó una corrida de mucha clase. La mayoría de los toros embistieron con bravura, haciendo el avión, y fueron ovacionados en el arrastre. El sexto Garcigrande fue excelente y fue honrado con una vuelta al ruedo. Miguel Ángel Perera cortó una oreja a cada uno de sus oponentes con un toreo de capa y muleta basado en el manejo ajustadísimo de los engaños, imponiendo su mando y ligando las embestidas de los animales. En el cuarto, tal vez la excesiva bondad del toro restó emoción a una obra impecable. Paco Ureña pudo expresar con el quinto su temple, y con la muleta la pureza y la firmeza en el trazo dibujado, lo que procura al espectador una sensación entremezclada de serenidad y tensión, acrecentada por la quietud del torero y su determinación en quedarse en el sitio. Otra oreja.
Jesús Enrique Colombo, fuerte además de su triunfo del año pasado, se apoderó de inmediato del público con su toreo volcánico, regalando, sobre todo con el capote, un pot pourri de suertes muy variadas, y alternando en la muleta, con mando indiscutible, la seriedad y la alegría de un auténtico fin de fiesta, al estilo flamenco. Mató de estocada certera cada uno de sus toros – la última fue recibiendo – y salió por la puerta grande con un saldo de cuatro orejas. Triunfo macizo.
La Feria del Atlántico de Bayona no se limita a las tres corridas. Hay las novilladas de la mañana, con y sin caballos, las exposiciones de pinturas, las ventas de libros, carteles y objetos taurinos, y los actos culturales en el Campo de Feria: este año la presentación de la revista Minotauro y la entrega de los premios del jurado hispanofrancés de Bayona- periódico Sud Ouest para el triunfador de la San Isidro 2022, Ángel Téllez, y 2019 (con retraso a causa del COVID), Paco Ureña, que recibieron sendas makilas, el emblemático bastón vasco.
Dentro de la plaza de toros y en su entorno, durante estos tres días, Bayona es una fiesta enteramente dedicada, desde la mañana hasta bien entrada la noche, a los toros y a la cultura que inspiran, sin olvidar, por supuesto, de beber y de comer.
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