La batalla de la Francia taurina contra los inquisidores de la tauromaquia
El escritor y antropólogo François Zumbiehl analiza el sentir los aficionados tras una lectura en el ruedo de Mont de Marsan

El 20 de julio en Mont de Marsan, antes del inicio de la primera corrida de la Feria de la Madeleine 2022, una joven salió al tercio para leer, en nombre de sus compañeros, una declaración para reivindicar la libertad de su afición ... frente a «estos diputados que quieren, desde París, prohibirla».
«¿Qué saben – dijo ella – de esta cultura que comparto desde niña con los de mi edad, y que me han transmitido mis padres?». Nada, desde luego, a no ser unos cuantos estereotipos y lemas condenatorios, prefabricados por unos Torquemadas o Savonarolas animalistas. Bien sabemos que el dogmatismo se nutre con la ignorancia y el rechazo hacia el otro. Los inquisidores de la tauromaquia, sin escuchar nunca a los aficionados, les achacan toda clase de perversidades, que en realidad pertenecen a la mirada que ellos proyectan sobre esta fiesta, o más bien ceremonia, llegada desde la más lejana antigüedad (¡qué magnífico homenaje le brindaron los antitaurinos que, en Pamplona, para condenarla recurrieron a la imagen de los dinosaurios!), y milagrosamente actual, que nunca supieron entender.
Emociones contradictorias
Bien es verdad que las fuerzas no son iguales: mientras los ideólogos de la opinión políticamente correcta sólo tienen certidumbre, la vivencia de los aficionados navega entre admiraciones y decepciones, asume la dificultad de captar la realidad tan compleja de lo que surge en el ruedo y se borra casi de inmediato, y experimenta emociones contradictorias.
¿Cómo convencer a los de fuera, con las palabras justas, que uno siente fascinación por esta alternancia de ansiedad y de gozo, cuando el enfrentamiento del hombre y del animal no termina en la violencia, pero queda transfigurado por la lentitud y la largura de los pases, signos inequívocos de una armonía conquistada, y cuando se contempla con respeto la acometida del toro hasta su muerte a plena luz, que lo libra de una ejecución oscura en el matadero, y que consagra al final el triunfo de la vida para el torero… y para el conjunto del encaste bravo?
La joven de Mont de Marsan quiso resumir todo esto en pocas frases. Exigió no ser insultada en su cultura, ni ser 'reeducada' por unos censores que pretenden quitarle sus raíces y cortar su vínculo con el mundo de sus padres y de sus antepasados. Es lo que se proponen hacer todas las empresas totalitarias y colonialistas. Esta joven terminó expresando el deseo de poder transmitir a su vez este patrimonio taurino a sus hijos. ¿Es legítimo impedírselo?
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Sigue la batalla de la Francia aficionada, claramente minoritaria a escala nacional, que es también una batalla del sur y de su identidad regional contra el jacobinismo del norte. Pero ahí hay que acordarse del mediterráneo Albert Camus, uno de los mayores defensores del humanismo en el siglo XX. Escribió a su amada María Casares, al salir de una corrida en Nimes, en 1950: «Creo que he encontrado mi religión. Esta lidia le deja a uno abrumado de angustia y de grandeza». Declaró también eso que los políticos actuales deberían meditar, porque ha sido además recogido, en su vertiente cultural, por la Unesco: «La democracia no es la ley de la mayoría sino la protección de la minoría».
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