Feria de Palencia
Y el discípulo Fernando Adrián replicó al maestro Juli con indulto incluido
Después de la faena de 'abracadabra' del veterano matador (dos orejas), el alumno (cuatro orejas y rabo) perdonó la vida al excepcional Finito de Zacarías Moreno. Diego Ventura pinchó una gran actuación y no pudo subirse al carro de la apoteosis
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Se despachó a gusto Maximino Pérez en los micrófonos de 'Clarín': de «mercadeo» y sistema «podrido» habló por la ausencia del triunfador de Madrid no ya en todas las ferias, sino en la mismísima Feria de Otoño. Ya no valen las Puertas Grandes ... ni para torear donde se triunfó, ni para coger alguna de las docenas de sustituciones que hubo en este verano sangriento. Menos mal que la empresa palentina tuvo el gesto de otorgarle a Fernando Adrián el puesto de Morante. Para lo que no hubo sensibilidad ni señorío fue para guardar un minuto de silencio por una figura empresarial como Martínez Uranga, que se lo habrá tomado con sorna desde el otro lado. Que ni era amigo de homenajes ni de monsergas, que ya las habrá cuando, Dios no lo quiera, muera el vecino del primo tercero del acomodador del quinto.
Se pierden los detalles... Como se perdió la ovación a El Juli tras el paseíllo en la tarde de su despedida en Palencia. Pero en el último minuto, con el último toro de Julián López en esta plaza, se coreó su nombre con una fuerza bárbara. El eco del «¡torero, torero!» se juntaba con los ecos del 'Ausente' de Malú, pues no había otra melodía que se escuchara en los móviles. Hasta que las gargantas enronquecieron con gritos de «¡Juli, quédate!» en una vuelta al ruedo apoteósica. Atronadora y despaciosa. Al son de las lentitudes con las que había regado una faena que parecía imposible con un toro de contado poder. Pero algo le vio Juli, que apostó y se inventó una pieza. Mágica con su sutil técnica para imantarlo a sus telas. Era el 'abracadabra' de la maestría y el temple. Por delante y por detrás sostuvo la embestida, hasta sacar un buen fondo. Hubo muletazos al ralentí dentro de aquella sabia lección, con una conexión brutal con el graderío. Tanto que ni el pinchazo frenó la doble pañolada. El acero había evaporado el premio en el anterior, con el que todo fue a menos.
A partir de ese momento, todo crecería: a más y más. Qué buen conjunto lidió Zacarías Moreno, con la guinda de un sexto que se ganó el regreso al paraíso de ‘El Quejigal’, que no hay edén en los libros más bello que la finca del ganadero que lo mismo se sube al avión que hace que sus toros lo hagan. Qué ritmo tenía Finito. Qué fijeza. Qué profundidad. Incansable hasta el final. Una noble y brava máquina de embestir con la que el maletilla y corralero Juan Fresilla contó hasta cincuenta muletazos. Y allá que seguía Finito, con una boca cerrada en la que no entraba ninguna mosca, con ese mar de bravura para repetir y repetir en las telas de Fernando Adrián, que lo cuajó a placer y disfrutó de aquel regalo que le presentaba la temporada tras el parón. Dios a veces es justo. Y qué ‘baraka’ la suya: normal que no le den sitio... Cada vez que pisa un ruedo se lleva un lote de escándalo. Al maestro que se va, al espejo de la Fundación donde soñó el toreo, brindó esta última apoteosis. Intensa e inmensa la apertura, con tres pases cambiados por la espalda de rodillas. Un superclase era Finito, que no podía fallar con ese nombre. Y fenomenal anduvo Adrián, que ofrecía las telas con encaje, ligazón y apasionada firmeza. Hasta rematar como empezó: con las dos rodillas por tierra. Que no sería remate, pues la gente pidió el indulto para el ejemplar de Zacarías, al que no le mermó ni el volatín que se pegó tras su breve paso por varas. Como (casi) siempre en estos tiempos. Pero qué fondo de casta, qué lujo ver un toro tan excepcional, con esa honda entrega ante un hombre completamente entregado. Con los máximos trofeos, acompañado del criador de Finito, paseó el anillo.
Dispuesto a arrasar había venido Fernando Adrián a los Campos Góticos. Tragó su polvo en el saludo, con dos vibrantes faroles de rodillas. Guapas las hechuras de Bellota, con su chata cara. Brindó a uno de los pocos públicos que han tenido oportunidad de ver al triunfador venteño, a ese al que no han dado ni un pitón. Y como ni los ha olido, quiso sentirlo cerca ya en el prólogo por alto. Luego la faena tendría más asiento que ángel, con una composición algo forzada. Un cañón con la espada, mató a cámara superlenta y se anotó el doble trofeo. Con cuatro orejas y un rabo se marchó el discípulo, que replicó con un indulto incluido al maestro.
Feria de Palencia
- Coso de los Campos Góticos. Viernes, 1 de septiembre de 2023. Tercera corrida. Tres cuartos de entrada. Dos toros para rejones de Guiomar Cortés de Moura (el 1º mejor que el 4º) y cuatro para la lidia a pie de Zacarías Moreno, de buenas hechuras y agradables caras; de buen juego; indultado el excepcional 6º.
- Diego Ventura, con chaquetilla negra y zahones. Dos pinchazos, rejón y descabello (saludos). En el cuarto, rejón (oreja).
- El Juli, de gris plomo y oro. Tres pinchazos, otro hondo y descabello (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (dos orejas).
- Fernando Adrián, de azul marino y oro. Gran estocada (dos orejas). Indulta el sexto (dos orejas y rabo simbólicos).
Presentó parte facultativo Morante por la lesión que arrastra en la mano y San Antolín se quedó sin ver al genio a pie de La Puebla. Pero sí tuvo al genio a caballo. ¿Qué tendrá el agua de La Puebla del Río? ¿Qué tendrán sus marismas? Porque si hay un torero que funda tauromaquias pisando tierra y sobre una cabalgadura ese es Diego Ventura. Soberbia de principio a fin, torerísima, fue su faena al buen primero de Guiomar, con el que perdió el triunfo por el acero. Sí amarraría una oreja con el otro, que no bastó para ser aupado a hombros con los matadores de la apoteosis.
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