feria de Palencia
Enésimo golpe de autoridad de Roca Rey, a hombros con cuatro orejas en Palencia
El peruano arrasa en los Campos Góticos tras una lección de mando y asiento
Perera y Ginés se suman a la fiesta de El Fandi con Limpito

Daba su enésimo golpe de autoridad Roca Rey cuando un mensaje nos heló el corazón: «Ha muerto Martínez Uranga». Ha muerto un señor, el hombre que ocupó la Moncloa del toreo, un empresario con una categoría que ya no queda. Don José Antonio Chopera, ... uno de los últimos 'don' de la Fiesta, era la inteligencia, la seriedad y el sentido del humor. Un caballero, que no quiso dejar todo el verano a solas a Rosario Erice, el amor de su vida. Y desde allá arriba gozarían con la rotundidad de Roca Rey, un fuera de serie con el toro de primera, de segunda y de tercera. El peruano avasalló en Palencia con los de Cuvillo, eclipsando a sus compañeros, eclipsando todo. Porque la tarde era suya y con cuatro orejas se marchó por la puerta grande, en la que jóvenes y peñistas aguardaban su salida: «¡Roca-Roca!», sonaba en los alrededores de los Campos Góticos.
El sello de la decisión traían ya las verónicas y chicuelinas a su primero. Con continuidad en el quite: en la delgada línea que separaba sombra y sol se echó el capote a la espalda. Por saltilleras milimétricas. En ese mismo punto improvisó un molinete cuando Ponderoso se escapó de la jurisdicción de los hombres de plata. Al que no se le escapó fue a Roca, que echó las dos rodillas por tierra y se puso a torear. Soberbio el prólogo, con un redondo a cámara lenta. King Roca venía con el depósito a rebosar. Más que el de Cuvillo, noble y con clasecita, aunque falto de chispa. Toda la puso el limeño, asentadísimo por ambos pitones, con alardes por la espalda. Aunque lo sobresaliente brotaría en su vertiente natural: por delante las telas, alargando el medio viaje de Ponderoso, encajado y bajando la mano. Hasta brindar por alegrías en el molinete de hinojos. Que fue ya el preludio del arrimón, metido entre los pitones del agradecido Ponderoso, que respondió entregándose al gobierno peruano, rendido a su muleta. Como el tendido, puesto en pie. Entró el acero, pero no fue de muerte rápida... Y ni con esas se enfrió el ambiente: dos orejas paseó.
Si aquel segundo tuvo una agradable presencia, su lote lo completó un animal en las antípodas. Casi seiscientos kilos pesaba Contento, basto y grandón, con poca apariencia embestidora. Pero el peruano, consintiéndolo tras los estatuarios, le hizo embestir. La autoridad del Rey se imponía una tarde más. Intratable Roca.
No quería quedarse atrás Tomás Rufo, que se dobló con el buen tercero toreramente, le concedió luego distancias y enseñó su temple castellano. Aunque Pocarropa iba rebrincadito por su contado poder -no le ayudaría el chocazo en el burladero-, su intención era positiva. Pero Pocarropa fue cerrando el armario y la cosa decayó. El pinchazo evaporó el premio, aunque no en el sexto, en el que se trabajó la oreja con un dispuestísimo arrimón.
Feria de Palencia
- Coso de los Campos Góticos. Jueves, 31 de agosto de 2023. Segunda de la Feria de San Antolín. Segunda corrida. Goyesca en homenaje a El Regio. Tres cuartos de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia y juego, manejables dentro de su justa casta; mejores 2º y 3º; el 4º fue el peor.
- José María Manzanares, de azul pavo. Estocada delantera con derrame (petición y saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada desprendida (silencio).
- Roca Rey, de grosella. Estocada perpendicular (dos orejas). En el quinto, estocada (dos orejas). Salió a hombros.
- Tomás Rufo, de espuma de mar. Dos pinchazos y estocada desprendida (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada baja (oreja).
El festejo goyesco había arrancado con un homenaje a El Regio, que cogió un puñado de arena y la lanzó como se lanza el arroz a los novios. Y entre «¡vivas!» a Palencia y España salió el primero, un toro de telenovela, Gavilán, que tuvo de galán a Manzanares, al que gritaban «¡guapo y guapo!». Noble pero con las fuerzas justas, necesitaba un temple exquisito, y a la vez dominador, para moldearse. Pero Gavilán cada vez se despidió con la cara más alta y sin pasiones en el episodio. Hasta que el efectivo espadazo delantero provocó cierta petición, que el palco no concedió: se acabaron los regalos del día anterior. Más vueltas dio el operario del tractor y el mallazo que el cuarto, un Asturiano que se aculó en tablas y en el que los banderilleros cumplieron con mérito. Poco se esperaba con tan deslucido cuvillo, con más kilos que casta. Sin noticias de ella y cada vez más incómodo. Se mosqueó un sector incomprensiblemente cuando Manzanares cogió la espada. Antes tenía que haberlo hecho.
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