bilbao
Bárbaro Perera con un Pintor de seco disparo
El acero le priva de la puerta grande en una importante corrida de Fuente Ymbro, que lidió un Iluminado de excepcional bravura. Pilotaba el toro la avioneta de Morante, pero se fue sin torear...
Carteles de las Corridas Generales de Bilbao
![Miguel Ángel Perera, en un encajado natural al cuarto toro de Fuente Ymbro](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/08/22/perera2-RRa2G8skqSPMNm9t8wOt6DM-758x531@abc.jpg)
No verán por televisión la corrida más seria del verano. ¡Qué conjunto más emotivo de Fuente Ymbro! Porque cuando hay toro, hay paraíso. Y si no se alcanza, se acaricia, sobre todo si enfrente se alza la figura de un torero como Miguel Ángel Perera. ... Y no precisamente con el mejor ejemplar. Bárbara su faena y bárbaro el disparo del cuarto, de seca casta. Un metro de pitón a pitón tenía este número 203, con las cinco velas recién sopladas. Magistralmente lo lidió Curro Javier, un torero de plata que debería pasear sus lecciones de oro por cada escuela.
Cruzada la frontera de las siete y media, Perera brindó al público y se puso a torear. Con encastado genio se arrancaba Pintor: a brochazos, a taponazos. Había que ser muy tío para estar ahí delante y tragar con semejante embestida. Lo que no está escrito aguantó Perera, que esperaba impávido la venida del escarbador toro. Tardeaba, pero cuando encendía el motor lo hacía con un carbón que quemaba el ruedo. Soberbio anduvo el torero de Puebla del Prior. Pluscuamperfecta esa técnica por abajo para gobernarlo; aquilatado su aplomo con tan reservón cinqueño. Y por encima de todo, el temple, padre y madre de su faena, con el que cosió zurdazos a carta cabal. Sólido y macizo, sin un solo guiño a la galería. Allí no existía nadie más que Perera y Pintor, a más en sus manos, hasta imantarlo en un muletazo interminable. Al compás de toda la plaza, de aquellos que no se perdieron una de las cumbres del año, Gallardo bramaba desde el burladero. Y tanto o más que Miguel Ángel sintió ese feo metisaca que le robaba la puerta grande, aunque nadie le quitará ser el autor de una de las piezas de más peso con la corrida de mayor importancia de este verano que no volverá. Y no, no lo verán por la tele. Que Bilbao se ha quedado sin cámaras como agosto sin canción, sin 'Aserejés' ni 'Macarenas'. Y aun así toda la afición cantará hoy la tarde bilbaína.
Una señora tarde de Perera, que precisamente cortó la única oreja del astifinísimo primero, de pavorosa cara sobre una caja sin exageraciones. Pareció lastimarse una mano Sabueso en el encuentro con el piquero, pero se creció con sones de bravura y un derroche de nobleza. Entre una cortina de polvo se vivió la faena. Que como siga este miércoles así el ruedo Morante no tardará en coger la manguera. Firme y atornillada la obra pererista, que acabó dibujando ochos en las cercanías. Tremendo su dominio.
Sin más pantalla que la de sus propios ojos se habían citado los abonados más fieles en Vista Alegre. Y cómo lo gozaron. Hubo toros que hacían la avioneta de Morante. Su aeroplano pilotaba Iluminado. Qué torazo. Se había frenado en el capote de Juan Leal, pero enseguida en la lidia se adivinó la profundidad que escondía. O más que esconder, derramaría. ¡Cómo fue! Tras la réplica en quites, Leal se dirigió al platillo y allí echó las dos rodillas por tierra en dos pendulares. Resistió con mérito de hinojos el francés, que nunca estaría ya a la altura de tan superlativo toro. Y eso que en la primera serie quiso vencerse, pero con habilidad lo despedía hacia fuerita. Larga distancia otorgó a Iluminado antes de descalzarse. Igual sería su (des)toreo con o sin zapatillas. Cuando cató el pitón zurdo, sonaron palabras mayores sobre la arena: planeaba Iluminado con prontitud y fijeza por la mano de contar los billetes, que Juan bajó sin ese ángel que cautiva. Hasta en los redondos invertidos quería coger las telas con entrega el de Los Romerales. Sabedor de que aquello no trepaba lo suficiente, el espada galo se echó de nuevo en la tierra para avivar el ambiente. Y lo que se avivó fue el viaje de ensueño de Iluminado. ¡Hasta en un invertido! Se llevaba la gente las manos a la cabeza haciendo el gesto del avión. Y frente a aquella escena nos preguntábamos qué habría sido de tan grandioso ejemplar en la muleta de Daniel Luque, cuyo puesto había ocupado Leal. A las nubes por donde circulaban sus parientes apuntaba Iluminado su mirada cuando tocó la hora final. Se agarró a la vida con una muerte de bravo, con tan bella muerte... «¡Se va sin torear!», gritaron en el tendido. Cosa que poco le importó al matador, pues hizo un amago de dar la vuelta al ruedo que nadie había pedido. Sí la pedirían algunos para el gran toro, aunque don Matías no lo estimó oportuno. El nombre de Iluminado ya resplandece en los carteles de candidatos al mejor toro.
A años luz fue el otro de su lote, aunque también quiso meter la cara el noblón quinto. Dos reseñables naturales esbozaría Leal, espantoso con el acero.
Corridas Generales
- Plaza de toros de Vista Alegre. Martes, 22 de agosto de 2023. Primera de las Corridas Generales. Un cuarto de entrada. Toros de Fuente Ymbro, serios y astifinos dentro de sus distintos volúmenes; encastados dentro de su variado juego; destacó el bravo y extraordinario 2º, Iluminado de nombre.
- Miguel Ángel Perera, de verde hoja y azabache. Estocada (oreja). En el cuarto, metisaca en los bajos. Aviso (saludos).
- Juan Leal, de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada. Aviso (saludos). En el quinto, cuatro pinchazos, otro hondo y cinco descabellos. Aviso (silencio).
- Leo Valadez, de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada. Aviso (saludos). En el quinto, cuatro pinchazos, otro hondo y cinco descabellos. Aviso (silencio).
El mismo bautismo que el indultado por Finito traía Soplón, de generoso cuello y con las manos por delante de salida. Flojito de remos y de media arrancada, cada vez más a la defensiva. Algo mejor ritmo lució por el zurdo, por donde Leo Valadez esbozó una entonada tanda de naturales. Una sola, que fue la que tuvo el informal animal. Qué complicado se puso para darle matarile. Una polvareda levantó el mexicano –variado con el capote– en las zapopinas al sexto, con el que anduvo con la mente despejada y llamando al timbre de las ferias.
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