Roca Rey tapa bocas sin piedad: el Cóndor revienta la puerta grande de Fallas
Soberbia tarde del peruano, que desoreja a un bravo jandilla y se marcha a hombros hasta el hotel
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Roca Rey abandona a hombros el coso valenciano
Guarden las copas sus enemigos. Colóquenlas en la vitrina, déjenlas reposar. Ya lo escribíamos ayer: el brindis por la derrota de Roca Rey tendrá que esperar. Falta mucho para desplumar al Cóndor, que diría Martín Arranz. ¡Cómo estuvo el peruano! Maciza su tarde, en ... la que tenía la misión de defender su trono de Valencia en el cartel de mayor expectación. Todo agotado con el ídolo de Fallas. Aunque ladren... Señal de que cabalga un imprescindible en las ferias, un número 1, como gritó un aficionado.
De máxima figura su encuentro con Leguleyo, con bautismo discutidor y con una faena indiscutible. Herrado con el número 67 estaba el bravo y guapo jandilla, al que dio al picador la orden de «vale»... antes de que llegara al peto. Era la prueba irrefutable de su ambición, el óleo con el que se purifica el barro humano según un referente de las letras. Pero no había tiempo para licencias poéticas en aquella faena tan desnuda, tan soberbia y tan de verdad. Tan de tío al que le crece la barba de la raza y le arrastra la testosterona del valor cuando toca jugarse la vida (ya saben aquello de «que Dios me libre del bravo que del manso me libro yo») y manejar corazón y mente con inteligencia descomunal.
¿Tocado y hundido Roca? Que revisen la tarde de ayer, capaz de traspasar las emociones de la plaza a la pantalla. De las que se recordarán cuando las hojas del calendario pasen. Había sembrado dudas su arranque de año y pronto sus 'haters' se lanzaron a la yugular. Era este 17-M una fecha ordoñista, clave, de esas en las que uno tiene que estar preparado para morir, para salir con el machete entre los dientes y para deletrear con la muleta «aquí mando yo». Era la revancha de un figurón contra todo, contra los que lo daban por acabado y contra sí mismo. Así se tapan bocas. En el ruedo, sin ambages, sin piedad. Aunque ya llegarán otras tardes de sufrimiento, que esta temporada las habrá...
Quiso el destino que este domingo le tocase en suerte un toro de Jandilla de extraordinario fondo, que apuntó sus cosas de bravo ya mientras ganaba terreno a la verónica y al que no quiso desgastar en el caballo. Roca lo quería entero para la muleta. Era el día. Era el 17-M. El peruano se echó de rodillas en dos pendulares de pólvora y traca, pero fue el cambio de mano zurdo el que avivó la hoguera. Y tras un pasaje de más celeridad sobre la derecha, fue precisamente la izquierda, la mano de contar billetes, la mano donde la mentira no cabe, la que encumbró aquella obra de dominio absoluto. Aplastante, con la tela a rastras; hundidas las zapatillas y elevando su espíritu de campeón. Porque Roca Rey ha nacido para ganar. Cada vez más aplomado y con un punto más de reposo; templado y encajado, cada vez más mandón, alargando el viaje del gran jandilla. Rugían los tendidos sin necesidad de arrimón. Porque Roca Rey sabe torear de categoría. Miraba al público en el desdén, sabedor de que su feudo valenciano seguía siendo suyo. Y a sol y sombra rindió, mientras reducía cada vez más los humos del bravo, a más y mejor bajo su jurisdicción. Qué capacidad, qué poderío. En pie se lo reconoció el gentío, loco, extasiado, borracho de toreo y bravura. Con listeza intercaló un palo más fallero trenzando circulares invertidos. Y el ejemplar de Borja Domecq que seguía embistiendo mientras ya sonaban los «no lo mates». Cualquier otro se hubiese sumado a la fiesta y lo hubiera provocado. Pero Roca no: Roca se tiró a matar. Y el toro -al que sólo faltó verle en un puyazo- se marchó a los medios. En la más bella muerte de bravo. Aplaudía el torero, aplaudían los tendidos, aplaudían los del balcón. Qué maravilloso espectáculo. Inolvidable: hubo toro (para muchos de vacas) y hubo torero (muy bravo). Incontestables las dos orejas. Como lo sería la vuelta al ruedo para Leguleyo.
Feria de Fallas
- Plaza de toros de Valencia. Domingo, 17 de marzo de 2024. Séptimo festejo. No hay billetes'. Corrida de Jandilla y Vegahermosa (4º), bien presentada y buena en conjunto; destacaron el bravo 3º, de vuelta al ruedo, y el 1º.
- José María Manzanares, de nazareno y oro. Estocada contraria recibiendo (oreja con petición de otra); pinchazo y estocada (saludos).
- Alejandro Talavante, de sangre de toro y oro. Estocada trasera tendida y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio).
- Andrés Roca Rey, de fuego y oro: estocada corta (dos orejas); estocada (oreja con fuerte petición de otra). A hombros hasta el hotel.
Tras aquella apoteosis, la faena al cuarto pasó de puntillas. Lo cierto es que Manzanares, sin tacto ni pulso con las telas, tuvo un lote para triunfar y se marchó con una oreja por el cañonazo a su estupendo primero. El peor, con un mansísimo quinto que fue el lunar de una buena corrida -a años luz en presencia y juego de la de Victoriano-, se lo llevó Talavante, que quiso mucho. La pasión regresaría en el rajadito sexto, cuando Roca, vestido de fuego y oro y con la gloria ya conquistada, se marchó a portagayola en una enésima declaración de intenciones para pasear otra oreja con fuerza. Y hasta el hotel se lo llevó a hombros una riada humana. El Cóndor vuela.
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