Heroico Damián Castaño en la generalísima corrida de Dolores en Bilbao
El salmantino corta una oreja de importancia, la de mayor peso de la feria, sobre el lodazal de Vista Alegre
Honores en la despedida de El Juli en Bilbao

Qué tarde de emociones. De toros y toreros. Se frotaba la afición la mirada, incrédula por lo que en el ruedo de Vista Alegre sucedía. Que no era un ruedo, era un lodazal impracticable. Sobre aquel barrizal se hundía la figura de Damián Castaño, ... el pequeño torero charro, agigantado con un Cigarrero que nada regaló y que hubiese dejado sin aliento a cualquiera. Pero Castaño se creció y se la jugó. Con la montera calada, con el corazón ofrecido y una desnudez bárbara. Era la faena de la verdad, la verdad de Salamanca, con el toro de verdad, el de Bilbao. Como muy de verdad había sido en la apertura la de Perera a un fiero fuenteymbro.
Un corridón de Dolores Aguirre cerró la feria, imponente y de vibrante comportamiento. Con la importancia que dan la seriedad y las exigencias, con varios ejemplares que sacaron un fondo de inquietante y cautivadora emoción. En tensión siempre. Una señora corrida. Cara vendieron todos su vida, con el rabo enhiesto y la mirada desafiante, aunque 'agradecidos' cuando un torero se entregaba. Como si no hubiese mañana lo hizo Damián Castaño, enfundado de valor y oro, vestido de torero macho. Había estampas en blanco y negro de atávica tarde; de cuadros de mar y batalla, de epopeyas de Juan Sebastián Elcano y pinceles de Ferrer-Dalmau. Porque a las ocho de la tarde, en la anochecida bilbaína, el coso era un océano en el que cualquiera hubiese naufragado con aquellos capotes que eran velas empapadas, con la muleta hecha de cañas y barro. Más que para garapullos y estoques, el redondel se puso para manguitos, cocodrilo hinchable y un ancla para sujetarlo.
Qué mérito el de Castaño. Goteaba la montera del salmantino, bañado en agua y sudor con esa batalla que libraba. Habían aplaudido de salida -como a todos sus hermanos- al astifino y melocotón sexto, en el que Javier Martín agarró un segundo puyazo en el sitio. Se quedaba corto Cigarrero en banderillas, en un dificilísimo tercio, tanto por la condición del doloresaguirre como por el estado del piso. Deseoso andaba Damián de quedarse a solas con el rival. Y todo a favor de él hizo, hasta obligarlo a pasar, hasta hacerlo embestir. Heroico el salmantino, al que no le importó que la fiera se quedase corta o se revolviera. Pero de pronto, cuando cogió la zurda, logró el imposible de alargar el viaje. En muletazos sensacionales, de una sinceridad acongojante, y con el toro respondiendo ante tanta entrega. De nuevo se frotaba la afición los ojos, la mirada, mientras Castaño descubría un edén de naturales, relajadísimo, con dos a placer. Y con un toro que imponía. Todo con la montera calada, a lo Luis Francisco Esplá. Un quintal pesaban las telas cuando se marchó a por la espada. Toda la plaza empujaba en la hora final. Y el acero entró en medio de gritos de «¡torero, torero!», entre voces de «¡torrero, torrero!», que eran muchos los franceses que se habían citado para ver la de Dolores. El presidente otorgó pronto la primera oreja y aguantó la petición de la segunda. Fue un trofeo de auténtico peso.
Otro perdió en el tercero, el mejor del interesante conjunto ganadero, con sus distintos matices de casta y mansedumbre. Le bajó mucho las manos Marcos Galán en una buena lidia. Castaño había visto las condiciones del animal, al que concedió distancias sobre el lodazal. Fue una notable faena, bien estructurada, perdiéndole pasitos cuando era preciso y asentado cuando Clavijero lo permitía. Como pez en el agua se le vio al torero charro, que dejó unas trincherillas de primor y hasta hizo un guiño al tendido mientras rubricaba con la firma. Aunque hizo amagos de rajarse siguió embistiendo con carbón. A lo que se añadía el peligro del ruedo, con las zapatillas embarradas y los pies nadando en el acuario. Lástima que pinchara, porque era de premio. «No importa la oreja, importa la faena de torero macho», le dijo una voz. Se atascó con el acero y, para colmo, el de Dolores fue duro de pedernal para morir. Tanto que le pegó un tremendo arreón con el descabello y tuvo que pasar a la enfermería completamente desmadejado. Pero saldría a dar cuenta del siguiente para cerrar con una épica página la Semana Grande.
Corridas Generales
- Plaza de toros de Vista Alegre. Domingo, 27 de agosto de 2023. Última de las Corridas Generales. Toros de Dolores Aguirre, con cuajo, serios y de variado y emocionante juego, exigentes y con movilidad; aplaudidos de salida y en el arrastre.
- Antonio Ferrera, de blanco y oro. Estocada delantera desprendida y descabello (pitos). En el cuarto, estocada (silencio).
- Domingo López Chaves, de sangre de toro oro. Pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada en los bajos (saludos).
- Damián Castaño, de azul eléctrico y oro. Tres pinchazos y tres descabellos. Herido, pasa a ala enfermería y lo descabella Ferrera. En el sexto, pinchazo y estocada (oreja con petición de otra y dos vueltas al ruedo).
- Se desmonteraron Otero, Ferreira y Carrero.
Descorchó la función un agresivo Cantinillo, que debía de venir de los avernos según lo despachó Ferrera. A la antigua y con brevedad lo macheteó por abajo entre el enfado del personal. El cuarto, un tren de mercancías de casi 700 kilos, fue todo un espectáculo en su brava pelea en varas. Hasta derribar a Jesús Vicente, que había aguantado como un jabato. Fenomenales anduvieron también Ferreira y Carrero con los palos. Cumplió luego el extremeño con muleta y espada mientras Noé preparaba ya el arca. ¡Cómo jarreaba! Todo apuntaba a suspensión. Seguir no formaba parte de ninguna mente cabal. ¿Quién iba a nadar, perdón, a torear, en esas circunstancias? Pues hombres de plata y oro nacidos para la épica. Que siempre es de locos.
Fue la tarde de la despedida de López Chaves, al que tributaron un aurresku y ovaciones. Con dignidad cumplió en su último toro en Vista Alegre, con un triste aspecto en los tendidos. De toma y daca había sido su faena al segundo -mejor por el derecho-, en el que el aguerrido matador se centró en la mano de la cuchara, que la cosa no estaba para coger la del tenedor. «¡Este es el toro de Bilbao!», clamaban. Y con los generalísimos astados de Dolores Aguirre, la dama de hierro, se puso el broche a las Corridas Generales. «¡Torero, 'torrero'!», gritaban a Castaño.
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