Juan Ortega desangra el tiempo a la verónica
Fue lo más armónico de la tarde, con permiso de las excelencias de Puntero, un toro de Juan Pedro de clase superlativa que le tocó a Cayetano y se arrastró intacto, en una corrida en la que Borja Jiménez atacó y cortó la única oreja
Roca Rey tapa bocas sin piedad
![Juan Ortega mece el capote a la verónica en el saludo al segundo toro de Juan Pedro](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/03/18/juan-ortega-R3hrchJQHrvdxBplynvEJeL-1200x840@diario_abc.jpg)
Sin tiempo la verónica de Juan Ortega. Porque no lo paró: lo desangró. Morían de amor aquellos seis lances. Hasta hacerlos eternidad en la tierra donde todo es efímero. Hasta el fuego que arderá. Hasta las cenizas que barrerán. Hasta el polvo que recorrerá ... los mundos por los que la bienvenida orteguista transitó. Cada verónica era una postal antigua, de esas que ya nadie manda, de esas que ya nadie escribe. Porque tampoco nadie escribe el toreo de capa como el trianero. Y todas esas postales llevaban el sello de Roma, adonde conducía su capote, hecho a base de monumentos, de ciudades eternas, de verónicas de lectura en calma, lumbre y chimenea. Al torero que más ilusión despierta esta temporada solo le falta la bendición del Papa. Porque a los aficionados los puso a todos de acuerdo. A la verónica. Luego la faena sería otro cantar.
El acontecimiento, porque un acontecimiento fueron, ocurrió a las seis y media. Era la hora que marcaba el deceso del reloj, la hora en que vinieron al mundo las seis verónicas y media (hubo dos más), una hora para quedarse a vivir eternamente... Las parió a cámara ralentizada, como si no quisieran nacer a sabiendas de que su fin era el morir, tan bello ayer en la tela rosa de Ortega, tan a compás. Y si usted que esto lee no vio la corrida en directo, sino por la tele, no crea que es efecto de superlentas. Era ese su estado natural. Sin embargo, aquel ritmo no se sostendría luego y comenzó ya a torcerse en las apretadas chicuelinas de Borja Jiménez, un quite que valió por un puyazo y que contrastaba con la armonía anterior. Tampoco la hallaría después el de Triana con la muleta: Poderoso, al que precisamente le faltaba más de su bautismo, protestaba y en cuanto le tocaba el engaño aquello se descomponía. Hubo muletazos sueltos preciosos, con aroma desde que la presentaba hasta que buscaba abrochar en la cadera. O ese ayudado rodilla en tierra que se pintaba en sepia. Pero faltó mayor acople y entendimiento; además, se pasó de faena y alguno le pidió abreviar. Créanme, no por no verlo, sino para ver repetidas en el móvil las seis verónicas. ¡Qué seis verónicas! Hasta la larga de remate tuvo ángel.
No pudo reeditarlas en el quinto, de La Ventana y hecho morfológicamente como una cuesta empinada de esas que a ver quién es el guapo que pedalea. Jabonoso intentaba descolgar, pero se antojaba imposible. Como no podía, optó por imitar a Pelé en la muleta, cabeceando continuamente. Claro que el toro con cero estilo. Y la gente se quedó con las ganas de ver al sevillano, que regaló un torerísimo prólogo por abajo. Ahí quedó todo entonces. Atrás y ahora, las seis verónicas (y media).
Los partidarios de Ortega rezaban para que le saliera un toro como el primero. ¡Cómo fue! Las excelencias de la clase habitaban en Puntero, un ejemplar de Juan Pedro Domecq que colocó la cara ya en el primer lance de Cayetano y que, además, se abría con ese punto que tanto gusta a los toreros. Aquella embestida invitaba a tender alfombras de pétalos, arroz y rosas. Para abandonarse con él, para paladear las mieles de la embestida más divina de la feria (Leguleyo fue otra bravura, el más completo). Para gozarlo, en definitiva. Tanta clase le rebosaba que el vendaval quiso también disfrutar de aquella brisa que escondía su fino cuello, su piel negra sellada con el 27, que por una vez no traía el prefijo del 'spam', sino la llamada de la gloria. Qué manera de deslizarse, de humillar con un ritmo que se sostuvo hasta el final. Sus armónicas hechuras no fallaron: Puntero fue de nota altísima, un toro que mereció arrastrarse sin las orejas.
Intacto se marchó el cinqueño después de que no entrase la espada en el primer encuentro y se enfriase un público que había estado muy caliente con Cayetano, al que incomodó mucho el viento. No logró el dinástico torero cuajar las profundidades de Puntero en una faena con dos comienzos, el segundo de rodillas. Pura entrega ahí Rivera, que conectó en las partes más falleras, aunque también buscó el temple y dibujó algunos muletazos con relajo, pero sin estrecheces ni a la altura de un toro de esos que dicen «se torean solos», de esos para encumbrarse, y se le escapó... Hubo una ovación de gala para Puntero y saludos para el matador, al que frenaron el amago de vuelta al ruedo, premio que bien hubiese merecido el del Castillo de las Guardas. El salmantino cuarto fue todo lo opuesto: midiendo, con genio y bruto. Un toro con el que pasar un mal rato, que sembró el desconcierto, y al que cazó de un espadazo contrario, que tiene mérito. «Todo el mundo quieto», dijo a los del callejón antes de perfilarse. Y con agallas dio boleto al animal de mayor peligro. Y eso que lo zurraron en el peto más que a ninguno.
Feria de Fallas
- Coso de Valencia. Lunes, 18 de marzo de 2024. Octavo festejo. Dos tercios de entrada. Toros de Juan Pedro Domecq (1º, 2º y 6º), Puerto de San Lorenzo (3º y 4º) y La Ventana (5); destacó el excelente 1º, de clase superlativa, y en menor medida, de otro modo, 2º y 3º.
- Cayetano, de fucsia y oro: pinchazo y estocada (saludos tras aviso); estocada contraria y descabello (silencio).
- Juan Ortega, de rosa palo y oro: pinchazo y estocada corta perpendicular (saludos); estocada delantera (silencio).
- Borja Jiménez, de turquesa y oro: estocada delantera tendida (oreja); pinchazo hondo y descabello (vuelta al ruedo tras petición y aviso).
Sólo Borja Jiménez tocó pelo y se quedó en el quicio de la puerta grande con un lote que transmitió (¿o era el torero el que transmitía exponiendo todo?) y al que atacó. Tanto que se aceleró y amontonó, pero siempre valiente y dispuesto; con actitud, desparpajo y la mente despierta para leer los códigos de público y toro, que lo ve por todas partes, tanto a un tercero del Puerto con carbón y fondo como al más mermado pero bueno y serio sexto de Domecq. Y eso que con menos revoluciones habría dicho más... Pero la calma únicamente la pusieron aquellas seis verónicas que desangraron el tiempo.
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