'El lector por horas', un 'no-homenaje' a José Sanchis Sinisterra
La obra del dramaturgo valenciano sube al escenario del Teatro de La Abadía dentro del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid
José Sanchis Sinisterra: «En cuanto me descuido, me sale el humor fallero»

Un hombre de negocios contrata a un lector por horas para que lea en voz alta textos del repertorio literario universal a su hija, que ha perdido la vista hace un tiempo en un accidente. Le pide que lo haga con «transparencia», sin aportar emoción ... a las palabras, haciendo que su voz sea «solo un órgano, una máquina... o una simple herramienta que convierta las letras en sonidos, las palabras en formas acústicas».
Éste es el argumento de 'El lector por horas', una de las obras más celebradas de José Sanchis Sinisterra, estrenada en 1999, y que se presenta ahora en el Teatro de La Abadía (las tres primeras funciones se inscriben en la programación del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid), donde estará del 24 de noviembre al 17 de diciembre. Se trata de una coproducción con la Sala Beckett de Barcelona, donde se estrenó, que ha dirigido Carles Alfaro y que interpretan Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins.
«La literatura es, ha sido y será mi verdadera patria -escribió Sanchis Sinisterra en el prólogo a la edición del texto-. No reconozco otra. En 'El lector por horas' he querido pagar parte de esa deuda. Lo necesitaba. Desde esta región errática en que vivo -el teatro- he intentado asomarme al continente misterioso de los libros. de la ficción literaria, de la novela, en suma. De ese perenne flujo de palabras que nos hace vivir lo que otros vivieron o soñaron».
Los cuatro puntos cardinales de José Sanchis Sinisterra, sin lugar a dudas uno de los autores fundamentales de nuestro teatro reciente, son según Juan Mayorga: «Creador, pensador, agitador y maestro». El director de La Abadía, alumno de Sanchis, califica 'El lector por horas' como «una de las obras más importantes del teatro español reciente y una de las más interesantes de la dramaturgia europea de las últimas décadas».
La puesta en escena quiere ser un «no homenaje» a Sanchis -no le gustan los homenajes-, un autor, en palabras de Alberto Conejero, director del Festival de Otoño, «de talla inmensa, de vasto conocimiento y fiscal constante de sus propias ideas. 'El lector por horas' es un texto capital al que hay que volver una y otra vez».
Toni Casares, director de la Sala Beckett -tercer vértice del triángulo impulsor de la producción-, dice del texto que «es un pozo sin fondo, que tiene que ver con la literatura y también con la disminución de la capacidad lingüística del ser humano y la importancia de la capacidad creativa de la ficción».
En la obra se escuchan fragmentos, por ejemplo, de 'Justine', de Lawrence Durrell; 'El gatopardo', de Giuseppe Tomasso di Lampedusa; 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad; 'Madame Bovary', de Gustave Flaubert; 'Relato soñado', de Arthur Schnitzler; o 'Pedro Páramo', de Juan Rulfo.
Les toca el turno a los verdaderos artífices del montaje. Carles Alfaro dice de Sanchis que es «una especie de exiliado allá donde ha ido, que no ha acabado nunca de encontrar un vuelo definitivo». 'El lector por horas', reconoce, es una obra compleja y difícil, que deposita una gran confianza en el espectador. «Es 'pinteriana' en el uso de las palabras y la sintaxis, y también en que se abre una ventana y de pronto la cierran sin que el espectador pueda hacer nada».
Se trata, sigue el director valenciano, «de una obra que no deja de abrir enigmas; fragmentaria, con intermitencia e interrupciones». No sigue, dice, una línea narrativa, sino que se plantea en escenas que van configurando a los personajes. «Cada escena la hemos planteado como una isla, y entre todas configuran un archipiélago. Sanchis pide a los actores y a los espectadores que no se acomoden; en este sentido es un texto duro, en el que se provocan preguntas que no tienen respuesta».
Los actores, confiesa Alfaro, no lo han tenido fácil, porque no han podido hacer el viaje como tienen acostumbrado. «Es un viaje con muchos transbordos -compara Pere Ponce-, pero hemos podido volar mucho con la palabra como elemento transgresor». «No tiene una lógica binaria -apunta Mar Ulldemolins-, es incómoda para el espectador y también para el actor, pero consigue un silencio en el patio de butacas como yo jamás he vivido».
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En el insólito silencio del público coincide Pep Cruz, que asegura que esta obra es «para los espectadores que vienen a buscar algo más que entretenimiento. Sanchis es un autor juguetón, que le pasa la pelota al espectador y le presenta dieciséis obras de teatro en una».
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