El peor viaje con Manuel Jabois
el peor viaje de mi vida
Estaba viendo la televisión solo, aburrido, muerto de asco, y se encontró con la noticia del Prestige. Así que dejó sus vacaciones y se fue a Galicia
Manuel Jabois: «En mi oficio se avanza preguntando»

Le comento que la entrevista es para la contra de ABC del domingo y me suelta un «¡carallo!», al que sigue el comentario: «Primero el Cavia y ahora, esto… ¡muchas gracias!». En efecto, el periodista y escritor Manuel Jabois ha obtenido el premio Mariano de Cavia por su artículo 'Mi vida sin WhatsApp', ... publicado en el suplemento Ideas. Le hago notar que, si escribiera mal, seguramente no le haríamos tanto caso, así que no ha lugar a agradecer nada, sino más bien las gracias se las damos sus lectores, por el buen trabajo. En cualquier caso, la fama tiene un precio, de modo que «ahora, esto»: le toca contarnos su peor viaje.
Leyendo lo que se ha publicado durante la promoción de su nuevo libro 'Mirafiori', intuyo que la respuesta va a ser que su peor viaje fue esa visita a Italia durante la que escribió las tres mil últimas palabras de la obra. La idea, inicialmente, era hacer una escapada de pareja, pero acabó yendo él solo. Durillo. ¿Hay algún viaje peor en su vida?, le pregunto. Y me dice que sí, que «ese viaje fue muy bonito, al final. Joder, sí».
Jabois dice tacos en cada frase, así que aparte del aquí reproducido vamos a intentar tirar de eufemismos para no llenar la contraportada con palabras de esas que llamamos malsonantes pero que al final resultan tan útiles como insustituibles para expresar lo que queremos expresar.
Si el viaje que inspiró 'Mirafiori' no ha sido el peor, ¿cuál ha sido? Jabois empieza a repasar y en seguida se acuerda de Jávea. Tenía que ir con una amiga de jueves a domingo
Si el viaje que inspiró 'Mirafiori' no ha sido el peor, ¿cuál ha sido? Jabois empieza a repasar y en seguida se acuerda de Jávea. Tenía que ir con una amiga de jueves a domingo. «Pero el viernes ya estábamos de vuelta en Madrid», me cuenta, señalando: «Jávea no tuvo la culpa«. Habían alquilado un apartamento al lado de la playa. Discutieron. Se volvieron a Madrid y dejaron la casa ahí »perfectamente pagada, con sus vistas a la playa, sola, por no hacer cuatro o cinco duras [en realidad, aquí dijo otra palabra] horas de coche«. Para cuando llegaron a la capital, ya habían hecho las paces. Total, que pasaron un fin de semana increíble en Madrid, »lo cual tiene delito«. Se lo vuelve a pensar: »Bueno, a lo mejor sí que tenía la culpa Jávea«, bromea.
Pero, cuando parecía que Jávea se había confirmado como peor viaje de Jabois, aparece por ahí Malta. ¡Uf, Malta! «Sí, este fue mucho peor«, asegura. Fue en 2002 a visitar a un amigo que le había insistido mucho para que fuera a verlo. Uno de sus mejores amigos, de hecho. »Ya empezamos mal porque no me vino a recoger al aeropuerto y cuando llegué me dio unas indicaciones rarísimas de lo que tenía que hacer para llegar a su casa y yo allí, cargado como un burro de un lado para otro, cuando había hecho el esfuerzo de ir a verlo…«.
De malentendido en malentendido acabaron enfadándose, hasta que en una de esas, «estaba viendo la televisión solo, aburrido, muerto de puro [tampoco usó exactamente esta palabra] asco, y me encuentro con la noticia del hundimiento del Prestige«. Así que »dije, tío, estoy de vacaciones, pero soy periodista, lo estoy pasando fatal aquí, esto es manifiestamente mejorable [imagínense ustedes la expresión original de Jabois] y me volví a Galicia«. Que no cunda el pánico: »Luego él volvió aquí, nos reconciliamos y sigue siendo de mis mejores amigos. Es con el que más me peleo pero también es uno de los que más quiero«.
Define su nueva obra, este 'Mirafiori' que está presentando, como la «autopsia de una relación larga» entre dos personas que no han sabido ver que su unión se iba carcomiendo. La protagonista guarda un secreto que solamente ha compartido con su hasta ahora amado: ve fantasmas. Le pregunto a Jabois por esa doble vida de ser periodista y contar historias inventadas. Dice que conviven bien ambos aspectos porque, en su caso, los une un mismo hilo. «Cuando tienes los pies metidos en tantos charcos, pues trata de divertirte, salpica, ¿no? No te quedes viendo cómo se te enfrían los pies o se te congelan. ¡Mueve los pies, levántalos, salpica, ríete!».
Disfruta de su trabajo. «Escribir es un arma muy, muy potente«. Y después de escribir, relajarse: »Me encanta coger los cascos y darme un paseo«. Dice que anda quince kilómetros diarios, pero esos viajes también tienen su complicación: »Tengo problemas de espalda porque yo apoyo muy mal el pie, así que soy el único gentilhombre del mundo al que al que caminar le sienta mal«. Y no, tampoco dijo »gentilhombre«, por más que la palabra que usó empezase con g.
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