Abraham Cupeiro, el artesano que recupera sonidos perdidos
Este músico toca unos cien instrumentos antiguos de los más de 200 que tiene su colección. Cerca de 50, entre ellos el kornyx celta o el aulòs griego, los ha fabricado con sus propias manos
![Abraham Cupeiro toca una caracola de Oceanía](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/01/24/abraham-RNQrBYJ9jMM2gShbndWNFIM-1200x840@abc.jpg)
Abraham Cupeiro (Sarria, 1980) ama la música tradicional desde que tiene uso de razón. De niño empezó a tocar en la banda de su pueblo y cuando creció entró en un grupo de folclore. «Ahí surgió la idea de juntar lo culto con lo ... popular», recuerda. En el último año de carrera –estudió en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y más tarde cursó un máster en Interpretación de la Música Antigua en la Universidad Autónoma de Barcelona– construyó una trompeta barroca con técnicas del siglo XVIII y decidió que quería dedicarse a la arqueología de estos sonidos milenarios.
En los últimos nueve meses ha estado trabajando para traer al siglo XXI el aulòs, «el instrumento más retratado de la cultura griega después de la cítara», afirma. «Lo copié de un cuadro del Museo del Louvre y luego hablé con armenios que tocan algo parecido. Al final este trabajo consiste en rastrear las tradiciones que quedan vivas y nos permiten acercarnos al pasado». Este pronto se unirá a la colección de más de 200 instrumentos de todo el mundo y de distintas épocas que atesora, de los que sabe tocar unos cien.
«Hace años no tenía dinero, así que para poder tocar estos instrumentos tenía que fabricarlos»
Entre ellos el karnyx, una trompeta celta de la Edad de Hierro que replicó basándose en una moneda romana. Luego le invitaron a probar el karnyx de Tintignac, el único que apareció entero en 2004, y descubrió que no se había desviado demasiado con su diseño. También rescató el cornu romano y la corna gallega, que ya tocaba su abuelo y que aparece en las iluminaciones de Alfonso X. La música antigua le persigue hasta rincones insospechados. Un vecino de Sarria encontró un día en el monte un cuerno de pastor con agujeros que también se ha unido a su inventario .
Unas 50 piezas las ha hecho él mismo en el taller que tiene en su casa, en medio del monte –«así puedo tocar cuando quiera», bromea–, por pasión, pero también por necesidad. «Hace años no tenía dinero y no tenía otra forma de tocarlos que no fuera fabricarlos yo mismo. Aprender las técnicas de construcción y hacerlos sonar también es muy complejo», reconoce. Cada 'rescate' exige además su propia investigación, de la mano de etnomusicólogos y expertos. «Es como hacer un puzle sonoro del pasado con piezas que están rotas. Es frustrante pero satisfactorio, porque el público se emociona con esta música antigua«, afirma.
Fin de Pangea
Lleva más de 250 conciertos comprobándolo en primera persona gracias a la gira Pangea, que concluirá el 31 de enero en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. El reto, afirma, es que estos sonidos ancestrales complementen a esa maquinaria perfecta y precisa que es una orquesta sinfónica. Sus instrumentos aportan ese toque imperfecto, «como el ser humano». Prestigiosos músicos, como la violinista Patricia Kopatchinskaja, y orquestas, como la Royal Philarmonic Orchestra de Londres, Mahler Chamber Orchestra, Berliner Philharmoniker y la Orquesta Sinfónica de Galicia, han organizado recitales con sus sonidos perdidos.
Además, este multiinstrumentista tiene un canal de Youtube con más de 20.000 seguidores donde muestra sus ensayos y actuaciones. «Me sigue pareciendo increíble que me paren por la calle chicos de 18 o 19 años para decirme que les encanta lo que hago. Conectar con ellos es un logro«, confiesa con orgullo. Y más hacerlo con música que tiene más de 2.000 años.
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