La sugerente comodidad de Parténope
![Uan escena de la ópera 'Parténope', en el Teatro Real](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2021/11/14/partenope-U30920346632QfD--1248x698@abc.jpg)
Es posible que la ópera barroca sea un género absurdo y ‘Parténope’, la ópera de Haendel, un ejemplo a considerar entre muchos otros. Tratando de confirmar la idea puede acudirse estos días al Teatro Real, a cualquiera de las nueve representaciones que se han programado ... del título. Anoche tuvo lugar la primera de ellas en un ambiente de recuperada normalidad, con el aforo a pleno rendimiento, y una expectación en la calle y en el interior inquieta y sonriente, dispuesta a recuperar el tiempo de contención. Presidieron la representación los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia.
Pero el asunto es el mundo de seres acartonados que dan sentido a la ópera barroca participando de una mitología a la que se incorporaban afectos con la intención de conmover; el deambular por la insensatez del artificio que en ‘Parténope’ se acentúa por su curiosa ambigüedad formal a medio camino entre el rigor marmóreo de lo serio y la naturalidad de lo bufo, mediante la cual se transmite una vivencia que es, a la postre, el oxígeno sentimental del que se alimenta la ópera barroca. En el caso de ‘Parténope’ también hay que tener en cuenta la abundancia de arias y gestos que se asocian, y la brevedad de muchas de ellas. En definitiva, la ligereza estructural de una obra que implica en su misma esencia una dramaturgia que aligera a la resolución de un enredo dramático no siempre inmediato.
Quienes acudieron ayer al Teatro Real pudieron respirarlo desde el mismo arranque de la representación, con la obertura sonando de manera fulgurante, nerviosa, intensa, contagiosamente vital. A ella siguieron arias rutilantes todavía alimentas por excitación del momento. En primer lugar se escuchó la presentación de Parténope con la que Brenda Rae demostró capacidad para la agilidad, poco consistencia rítmica, timbre afilado, buena caracterización y encanto luego confirmado en la sugerente «Io ti levo». También fue sorprendente la aparición de Teresa Iervolino, Rosmira, la amante despechada, que desde la primeras notas de ‘Se non ti sai spiegar’ se impuso con serenidad, capacidad para conmover y fortaleza frente al furor, particularmente controlado en ‘Furie son dell’alma mia’. Incluso deslumbró Anthony Roth Costanzo, cuyo Armindo se tiñó de exquisitez, rotundidad en los momentos de agilidad y seducción en la reflexión.
Todo ello sucedió antes de que la representación se apaciguara en una continuidad no exenta de aliento. Los aplausos acompañaron el final de muchas arias y se fijaron en el maestro Ivor Bolton, director desde el clave, y en la orquesta del Real (convenientemente adaptada) como respuesta a una versión bien conjuntada, tímbricamente aproximada, aunque siempre confortable. El primer reparto aún incorpora al contratenor Iestyn Davies quien ayer creció hasta alcanzar el virtuosismo vocal en el cierre del acto segundo con ‘Furibondo spira el vento’. En otra dimensión más prudente caminaron Jeremy Ovenden, cantante para un Emilio poco ágil, y Nikolay Borchev, Ormonte en ocasiones descontrolado.
Vigencia
Y aún queda pendiente el absurdo del género al que la producción diseñada por Christopher Alden da respuesta con inteligencia, ingenio y elegancia. Desde su estreno en la English National Opera en 2008 mantiene incólume su vigencia y capacidad de comunicación. El premio Olivier ratificó en su día la validez del proyecto elogiado por su capacidad para transponer el artificio a un espacio imaginario en los años veinte, en un entorno blanco, distinguido, surreal y particularmente sorprendente en el primer acto. Se ha explicado que la inspiración proviene de la mansión de Nancy Cunard, escritora, poeta, editora, periodista y activista, comprometida con los refugiados españoles de la Guerra Civil y musa de Man Ray.
Pero tras la atractiva visualidad de la escena surgen otros detalles, varios de ellos capaces de conjugar un cierto expresionismo (tan llamativamente recreado en la proyección de las sombras) y el sentido del humor (es el caso de la rememoración del fotógrafo encarnado por Emilio, de las acrobacias sobre la escalera que Armindo ejecuta en el aria ‘Voglio dire al mio tesoro’ en un alarde de facultades o las castañuelas y taconeo de este mismo durante ‘No il core, che ben ama’, que anoche levantó una importante ovación). Hubo muchas más, pues se escucharon aplausos tras un buen número de arias y en el saludo final, momento en el que se ratificó el éxito de una representación que coloca al Teatro Real en una posición distinguida, que ya se suma a la fama que se la ha atribuido tras solventar, entre cal y arena, muchos meses de crisis sanitaria.
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