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Premio Mariano de CAvia

Manuel Jabois: «En mi oficio se avanza preguntando»

PREMIOS CAVIA 2023

Discurso íntegro de Manuel Jabois, en la gala de los premios Cavia 2023

El Rey: «Sin un periodismo independiente, no hay opiniones libres»

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Galería | Los invitados a los Premios Cavia 2023, en imágenes

Manuel Jabois, durante su discurso como premio Cavia

Manuel Jabois nació en Sanxenxo, en 1978. A los 17 ya había escrito una novela y un poemario. A los veinte acumulaba episodios de una vida canalla que hicieron de la suya una voz inconfundible. Jabois llegó a la prensa para renovar y sacudir. Así lo hizo, primero en 'El diario de Pontevedra', luego en 'El Mundo' y desde 2015, bastante más atemperado y maduro, en 'El País', donde escribe reportajes, crónicas y columnas. Hoy, es una referencia periodística, por eso ha ganado el premio Mariano de Cavia, y un claro relevo generacional.

El discurso íntegro

Cinco días llevo con este folio en blanco no porque no supiese lo que quería decir sino porque no sabía cómo dirigirme a ustedes. Cinco días. Entonces se me ocurrió algo que fue preguntar a Arturo Pérez-Reverte, por cierto, o sea, a la Academia directamente, para averiguar cuál era la fórmula con la que tenía que empezar este discurso y pensé entonces que en mi oficio, en este raro oficio mío, no se avanza sin la primera línea, en mi oficio se avanza preguntando y pregunta quien ignora, así que en mi oficio se avanza ignorando, a veces ignorando de verdad y otras veces ignorando por los demás a los que quieres informar.

Galería. Invitados a la gala de los Premios Cavia.

Siempre hay alguien que no sabe lo mismo que tú y uno de los dos tiene que pasar por el trance de preguntar, comprobar si la respuesta es verdad y publicarla. Ese trance ha resultado ser una profesión estupenda. Hay una broma de Gomaspuma que tiene muchísimos años en la que cuentan que han aparecido las murallas de Jericó y cuando preguntan al arqueólogo cómo las encontró él responde: preguntando, preguntando. Resulta que estaban detrás de un pabellón a las afueras de la ciudad pero nadie había preguntado nunca por ellas.

Preguntar sigue siendo la primera razón por la que nosotros escribimos y leemos y en muchos casos, en la mayoría inteligente de los casos, la primera razón por la que estamos en el mundo porque queremos saber, crecemos preguntándolo todo y empezamos a estropearnos cuando queremos estar preparados para responderlo todo, las respuestas necesarias y también las respuestas innecesarias.

Aprendemos a preguntar antes de empezar a hablar, cuando señalamos las cosas con el dedo, preguntamos los nombres de esas cosas después, qué son y para qué sirven, preguntamos para saber, preguntamos para que nos digan la verdad y del mismo modo que si un niño pregunta algo y le mentimos, el niño crece dentro de una mentira que a veces lo estropea para siempre. También nosotros, cuando empezamos a regirnos por mentiras, podemos estropearnos para siempre.

«Esta profesión, aunque a veces no lo parezca, se inventó contra las mentiras, contra los bulos, contra lo que ahora se llama fake news»

Esta profesión, aunque a veces no lo parezca, se inventó contra las mentiras, contra los bulos, contra lo que ahora se llama fake news. Se inventó para que un ser humano llegase de un lugar lejano, le preguntásemos qué había allí y nos dijese la verdad y, según esa verdad, nosotros actuásemos en consecuencia. Si no nos contaba la verdad y le creíamos y viajábamos a aquel lugar, su información podría interpretarse incluso como un asesinato. La mentira siempre es un crimen, con diferentes escalas, pero un crimen.

Y esta no es la mejor profesión del mundo, creo que no lo es, como sí decía Gabriel García Márquez, pero sí que es una profesión que exige abrir los ojos y abrir la boca, exige curiosidad, interés y pasión, exige una de las partes más hermosas de nuestra vida, que es la parte que tiene que ver con los demás. Yo me dedico a esto por los demás. Me han dado este premio por un artículo de encargo, o sea, me han dado este premio gracias a los demás. Yo no pensé en escribirlo, fue mi periódico 'El País' el que me lo propuso. Escribo siempre para los demás, jamás he escrito para mí mismo.

Tengo muy presente una frase de mi querido Edu Galán, que dice lo mejor de ti son siempre los demás y cuanto más los miremos, cuanto más los entendamos y cuanto más les digamos la verdad, el mundo funcionará muchísimo mejor.

Cuando yo tenía 19 años era bastante presumido y quería colarme en el liceo-casino de mi ciudad para poder ponerme un smoking y creía que la vida se terminaba a los 30 años. Me fui a vivir solo a un pequeño ático de Pontevedra y un día llegó mi madre, miró alrededor y dijo menos espejos y más ventanas. Yo aún no sé si se refería a la casa o se refería a mí, sí digo que cuando una madre gallega te apuñala nunca sabes si es para sacarte la sangre o el veneno.

Me dedico a esto porque lo decidió mi abuelo a espaldas de mi familia y de mí mismo y después de él debería citar a tanta gente que solo voy a citar al más importante y al que más arriesgó por mí, que se llama David Gistau. De él recibí la mejor lección. La verdadera élite del pensamiento tiene el superpoder de cambiar de opinión si otra idea es más interesante o más convincente. El poder de comprender que los demás también tienen razón. El poder de saber que a veces uno está equivocado y puede dar marcha atrás, rectificar, corregirse, pedir perdón. Que no solo no pasaba nada si se hacía eso, sino que era una señal de distinción elegantísima de las inteligencias de primera clase.

Vivo en un país en el que se practica un periodismo mejorable, pero un periodismo repleto de gente capaz. Una profesión que, si quiere sobrevivir, debe dar condiciones dignas a los jóvenes y no tan jóvenes que están recluidos en muchas redacciones con contratos precarios porque les han convencido de que esto es un hobby, cuando una vocación jamás es un hobby. Un país en el que si queremos que alguien nos cuente y nos ordene el mundo, no podemos darle la voluntad, porque entonces nos contará y nos ordenará el mundo gente muy bien pagada que no se debe al periodismo sino a sus propios intereses y esto, por desgracia, ha sucedido siempre.

Muchísimas gracias al jurado de estos premios. Muchísimas gracias al diario ABC por mantenerlos vivos, por mantenerlos plurales, por mantenerlos, hasta hace 5 minutos al menos, con el prestigio intacto. Cuando gané el premio Julio Camba tenía 23 años y ahí me creí por primera vez que podía llegar a dedicarme a esto, a ser periodista. Hoy, con este premio, empiezo a pensar que ya puedo empezar a dejar de serlo. Non hoxe, non mañá. Cuando se acaben las preguntas.

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