María Belmonte: «Escenas mitológicas como las de Ovidio hoy podrían dar pábulo a cancelaciones»
En 'El murmullo del agua' la escritora vasca explora, a través de los siglos, una cartografía de fuentes, jardines y divinidades
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![María Belmonte, fotografiada en Barcelona](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/04/08/mbelmonte-baucells-REjy4ns9p1d013nMx8M9nzL-1200x840@diario_abc.jpg)
María Belmonte comenzó a sentir 'El murmullo del agua' tras la lectura de una reseña sobre la reedición 'Placer', un librito que el británico J.B. Priestley publicó en 1949 para que sus compatriotas aliviaran el racionamiento de posguerra con pequeños instantes de felicidad. ... El primero de todos, por delante del baile, el olor a beicon, el gin-tonic o las patatas fritas eran las fuentes de agua cristalina y eufónico rumor. «Contagiada por el entusiasmo de Priestley, mi mundo se pobló repentinamente de fuentes, de todas las que había conocido en mi vida», explica María Belmonte. Fuentes de su infancia bilbaína, de villas renacentistas italianas, surtidores de jardines árabes, fuentes con estatuas de ninfas acuáticas, manantiales al final de una excursión e, incluso, esos charcos que parecen pequeños lagos donde se reflejan las nubes.
«Con los años he llegado a descubrir que las fuentes son lugares mágicos y liminares a los que hay que acudir sin prisa, como quien va a visitar a un amigo, para poder impregnarte de esa atmósfera especial que reina en ellas, sobre todo si están en lugares aislados y solitarios», advierte la escritora vasca. El glosario de su viaje tiene sus mojones etimológicos en 'aqua', 'fontis', 'manantial' –«¡que bien suena!»- 'alfaguara', hontanar', 'venero', 'mina', 'nacedero' o 'naciente' y transcurre de los clásicos grecorromanos al Barroco. Para los romanos, apunta, «el sonido del agua era la música de la civilización». Belmonte comenzó a escribir 'Los murmullos del agua' (Acantilado) en Fontrubí, pequeña población del Alto Panadés. Era 2020, todavía en confinamiento pandémico. Una lluvia abundante no hacía pensar en la sequía que hoy asola Cataluña: «Todo invitaba a escribir este libro que es una celebración del agua», recuerda. Meses después, el paisaje ya dejaba sentir la penuria hídrica: «Morían los almendros y los animales del bosque, como salamandras o zorros, que antes se dejaban ver, ya no aparecían».
Corrección 'progresista'
Como en títulos anteriores –'Peregrinos de la belleza', 'Los senderos del mar', 'En tierra de Dioniso'- 'El murmullo del agua' es un cruce de caminos: historia, viajes, naturaleza, literatura… «Escribir es un pretexto para visitar los lugares de los que escribo», confiesa Belmonte. Lugares vividos o fotogramas de 'La gran belleza' o 'La dolce vita': aquella escena de Anita Ekberg convertida en la ninfa de la Fontana de Trevi. Esculturas como el 'Rapto de Proserpina' del barroco Gian Lorenzo Bernini, inspirado en la 'Metamorfosis' de Ovidio. Desde el presentismo actual, podría escandalizar, advierte Belmonte. Interpretada en su contexto plasma «el misterio de la transformación de la materia, algo que todas las criaturas tienen en común». Al salir de la Galería Borghese, donde se expone la obra, Belmonte pensó en esta sociedad de la corrección «progresista» con sus censuras planas y pacatas: «Escenas mitológicas como las de Ovidio podrían dar pábulo a 'cancelaciones' por los que se autoproclaman 'wokes' y a reclamaciones para que esas obras sean retiradas de los museos. Si empezamos así, al final no quedará nada», lamenta.
Si tuviera que escoger un lugar de entre los descritos en 'Los murmullos del agua' Belmonte opta por la villa Pliniana, en el lago de Como, construida en 1573 por el conde Anguissola. Actualmente es un hotel de gran lujo que se abre a los visitantes una vez al año con turnos de cuarenta y cinco minutos. «Por allí pasaron Napoleón, Rossini, Liszt, Byron, los Shelley… En su interior se halla una fuente que mana de la tierra en una oscura cueva y detiene su caudal tres veces al día. El misterio de ese flujo atrajo la atención de Plinio el Joven y Leonardo». Para concluir con una frase sobre el líquido elemento, Belmonte elige las de Píndaro que abren y cierran el libro: «Pétalos del Océano, las fuentes». «Lo mejor es el agua».
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