Maggie O'Farrell: «Me gusta contar las historias detrás de la Historia»
La escritora irlandesa regresa con 'El retrato de casada' (Libros del Asteroide) una novela sobre la trágica historia de la duquesa de Ferrara
Maggie O'Farrell: ser o no ser, esa es la cuestión
«Sigo aquí», el miedo siempre llega después
![La escritora Maggie O'Farrell, durante la entrevista](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/03/26/ofarrell-gnavarro-RxSp8Bv3Aai7GGmNtepeINN-1200x840@abc.jpg)
Cuando era niña, Maggie O' Farrell escribía con zumo de limón sobre una hoja en blanco. Cogía el trozo de papel con ambas manos y lo acercaba a la llama de una vela. El calor acaba por revelar lo que había escrito. De adulta, ... O'Farrell continúa haciendo lo mismo: lleva a la superficie lo que permanece invisible y escondido. Lo hizo en 'Hamnet' (Libros del Asteroide) y ahora en su más reciente novela, 'El retrato de casada' (Libros del Asteroide con traducción de Concha Cardeñoso), en cuyas páginas cuenta la historia de Lucrezia, la hija de Cósimo de Medici, el gran duque de Toscana.
Como el hijo de Shakespeare en su anterior libro, Lucrezia es un personaje trágico. Su vida ha quedado como la nota al pie de una historia más grande. Nació en la legendaria familia italiana, en 1545. Se suponía que una de sus hermanas se casaría con Alfonso II d'Este, el futuro duque de Ferrara, pero murió antes de la ceremonia. Lucrezia tomó su lugar. A los 16 años, antes de celebrar su primer aniversario de bodas, fue enterrada en el mausoleo de su marido.
O'Farrell partió del poema 'Mi última duquesa', de Robert Browning, un monólogo dentro de la mente del duque de Ferrara, mientras muestra una pintura de su Lucrezia a un representante de la familia de su futura esposa. Prefiere el retrato a la mujer original, porque la imagen es más fácil de controlar. La novela comienza en 1561, Lucrezia tiene un año de casada y acaba de llegar a un pabellón de caza. Está convencida de que Alfonso tiene la intención de matarla porque no ha logrado quedar embarazada del heredero necesario para asegurar su control sobre el reino.
La narración retrocede en el tiempo para mostrar cómo Lucrezia ha llegado a este momento crítico. El lector ve a una niña indomable y de imaginación portentosa que se escabulle por la casa, pinta y copia mapas y se adentra en el cuarto de fieras de palacio para acercarse a una tigresa. Una fiera enjaulada mirando a otra. Lucrezia está siempre atrapada por algo o alguien. En su boda, aparece inmóvil envuelta en un blanco y reluciente vestido que ella siente como una «fortaleza de seda». En la vida de Lucrezia de Medici, O'Farrell vio esa belleza trágica que toca sus historias escritas con zumo de limón.
En las páginas de 'El retrato de casada', la escritora irlandesa retoma la línea de 'Hamnet'. Retrata la Florencia del Renacimiento y algunos de sus personajes más vistosos, por ejemplo el duque de la Toscana o su madre, la española Leonor Álvarez de Toledo, una mujer estricta, bien informada y competente en todos los asuntos de palacio, a la que le angustian las vacilaciones de su quinta hija, la más díscola de la prole. Aparece también Bronzino, el pintor italiano manierista y uno de los más importantes de su tiempo. Suyo es el retrato de la duquesa de Ferrara y a uno de sus ayudantes, al menos en la ficción, atribuye O' Farrell el papel del amante de Lucrezia.
—¿Qué tienen en común Lucrezia de Medici y el hijo de Shakespeare?
—Cuando comencé a escribir esta novela pensé que toda la documentación que tenía sería útil, pero la vida de un chico de 11 años en la Inglaterra rural es muy distinta de una duquesa del Renacimiento en su palacio. A pesar de eso, es cierto que tienen en común el hecho de estar al margen. Sus historias nunca se conocieron porque formaban parte de una mucho más grande. Estoy interesada en las historias detrás de la Historia. Quiero contarlas. Lucrezia es una Medici, está ligada al Renacimiento, pero nadie sabe de ella.
—¿Refuta usted el poema de Robert Browning? ¿Le da voz esta vez a ella y no a su marido?
—Ese poema es muy conocido. Se estudia en el instituto. Así que me pregunté cómo sería esta chica que se casa tan joven y muere a los 16 años. El retrato que aparece en ese poema, ni siquiera está en la sala más importante. Se exhibe en un cuartito pequeño, junto a un extintor.
—¿Es cierto que de niña usted escribía con limón y acercaba luego el papel a una vela?
—(Risas) Sí, ¡me encantaba! Mojaba la punta de una pluma o un lápiz sin mina con limón y escribía. Al acercar el papel al candelabro, el calor de la vela hacía que apareciera.
—Sigue haciéndolo, pero en novelas.
—Es lo mismo. Me gusta hallar la historia que se esconde detrás de otra más grande. Contar lo que no se ve, lo que está detrás.
—Todos mandan sobre Lucrezia: su familia, su marido. ¿Es esta una historia de poder?
—Totalmente. Alfonso tenía que ser muy estricto. Él, como Cósimo de Medici y todos estos personajes, esperaba estabilidad y prosperidad para sus regiones. Era una vida muy estresante. El rol de los hijos y las expectativas tenían otras dimensiones. Los varones acabarían como soldados o consejeros, y las hijas como instrumento político para fusionarse con otros estados.
—Hábleme del amante de Lucrezia, el ayudante del maestro al que se encarga el retrato.
—Estaba interesada en los maestros del renacimiento. Todos tenían un estudio con aprendices a su servicio. Alguien le hacía las manos al retratado, otro el rostro o el cabello. En el caso de Lucrezia, su vida era tan reducida y tan estricta, que sólo podía contar con lo que venía del exterior. No podían salir del palacio por miedo a ser asesinados, o secuestrados. Es así como surge todo.
—Lucrezia y la tigresa. ¿La fiera más salvaje no la depreda, pero sí su familia?
—Que Cósimo de Medici tuviera un lugar para animales exóticos en su palacio me parecía fascinante, como si fuera un emperador romano. Y sobre la tigresa, quise establecer una conexión con esa bestia enjaulada en un sótano horrible, sin luz natural o aire. Ella siente simpatía porque se parecen. La tigresa prefigura su destino. Muy pocas mujeres podían zafarse de ese cautiverio y las que se rebelaron lo pagaron muy caro.
—Es una ficción histórica, pero usted toma la decisión de narrarla en presente. ¿Por qué?
—Esta es una historia que ocurrió en 1500. Está muy lejos del lector. Utilizar el tiempo presente me permitía acerca al personaje y al mundo del personaje al lector de hoy. De lo contrario, resultaría mucho más lejano. Pensemos, además, que de esta mujer se sabe muy poco. Así que decidí que el lector debía caminar con ella, prácticamente al mismo tiempo. Eso acelera el ritmo e introduce más al lector en la historia.
—También produce la sensación de asfixia y ahogo.
—La vida en esos palacios, así como en las cortes, con todas esas componendas y luchas de poder, tendían a ser asfixiantes. Habría que imaginar cómo sería la vida de una mujer como Lucrezia, alguien con una educación exquisita, de la que se espera sea la continuadora de una línea familiar de poder.
—¿Qué vigencia tiene la historia de la duquesa de Ferrara?
—A las personas nos interesan las biografías y las vidas de los demás. En este caso se trata de un personaje en el que confluyen muchas variables e historias. ¡Tenía apenas 16 años al morir y 13 cuando se casó! No me imagino a mi hija adolescente siendo estrictamente educada en el latín, la música, la pintura y ser de pronto arrancada de su juventud para perpetuar un poder político a través del matrimonio.
—Su destino la condena. ¿Le atrae la vulnerabilidad?
—Creo que el tipo de personaje que me interesa son los que aparecen con el zumo del limón en el candelabro. Los personajes no escritos, los no contados.
MÁS INFORMACIÓN
—¿El miedo a ser malinterpretado y cancelado interfiere en la labor del autor?
—No lo creo. Cuando escribes un libro y lo envías al mundo tendrá interpretaciones o malinterpretaciones y eso es normal. No me siento amenazada por lo políticamente correcto, me pasa quizá porque no estoy tan expuesta en las redes sociales. Estas son olas que avanzan y se retiran. Es como la muerte de la novela, cada cierto tiempo sale alguien a decir que la novela se está muriendo, y nunca ocurre. Lo que hay es una zona borrosa entre la ficción y los hechos. Eso es interesante. Tampoco me parece mal la autoficción, si está bien escrita.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete