Italo Calvino, como el alma primorosa del cristal
Se cumplen cien años del nacimiento del periodista y escritor italiano -aunque nació en La Habana, adonde había emigrado su padre-, sin duda una de las grandes figuras de la literatura de aquel país
Calvino, un editor en la calle Biancamano
Cuando Borges y Calvino coincidieron en Sevilla
![Italo Calvino, como el alma primorosa del cristal](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/10/14/Calvino1-RZSIQv45vKvoKyWlhtJ7R2H-1200x840@abc.jpg)
Apenas dispongo de poco más de mil palabras para resumir mi devoción y fascinación por la obra de Italo Calvino (1923-1985) -el autor en lengua italiana que debería acompañar a Borges, Proust, Joyce y Kafka entre los olvidados del Nobel- y tengo ... clarísimo que escribo estas líneas pensando en los estudiantes de secundaria, bachillerato y pregrado que no lo han leído, porque estoy persuadido de que las novelas, cuentos y ensayos de Calvino los ayudarían a disfrutar más y mejor del manga, los cómics, las series, las películas y todas esas ficciones de fantasía, extraterrestres, superhéroes, distopías y ciencia-ficción que reinan absolutas en nuestros días. Por lo tanto, no persigo la aprobación de los críticos sino la complicidad de esos compañeros de enseñanza, que trabajan con jóvenes en edad de merecer [leer].
¿Por qué un autor realista se convirtió en uno de los máximos exponentes de la literatura fantástica? ¿Quizá porque dejó de ser eso que llamamos un 'escritor comprometido'? En un ensayo de 1962 -'El desafío al laberinto'- Calvino advirtió con lucidez la existencia del «salvaje de la civilización industrial» (hijo del materialismo histórico y del liberalismo anglosajón), desprovisto de vibraciones religiosas, sensibilidad trágica e insinuaciones antropocéntricas. Según Calvino, el hegemónico realismo social de la época «dejó desamparadas las trincheras de lo individual; y el territorio que durante más de dos siglos de historia del pensamiento laico ha sido posible sustraer al dominio de los teólogos está a punto de caer en manos de los nigromantes». Por cierto, aquella nigromancia también era ideológica y por eso Calvino sentenció premonitorio: «la línea visceral de la vanguardia nos sitúa hoy, por lo tanto, frente a la alternativa entre la sumisión biológica y la sumisión industrial». Han transcurrido más de 60 años desde que Calvino escribió aquel ensayo, y en las ficciones distópicas contemporáneas abundan los autoritarismos digitales y ecologistas.
Degradación del lenguaje
La poderosa intuición de Italo Calvino también lo llevó a vislumbrar la degradación del lenguaje como consecuencia de la necesidad de traducir, del impacto tecnológico y de las transformaciones culturales. Así, en otro ensayo de 1965 -'La antilengua'- escribió: «Todos los días, sobre todo de cien años a esta parte, por un proceso ya automático, miles de nuestros conciudadanos traducen mentalmente a la velocidad de máquinas electrónicas la lengua italiana en una antilengua inexistente […] La característica principal de la antilengua es lo que yo definiría como un 'temor semántico', es decir, la huida de todo vocablo que tenga un significado en sí mismo […] En la antilengua los significados son continuamente eludidos, relegados en el fondo a una perspectiva de vocablos que nada quieren decir en sí mismos o quieren decir algo vago e inaprensible». Las reflexiones de Calvino se adelantaron en décadas al lenguaje políticamente correcto y su alharaquienta secuela de eufemismos, pero sobre todo a la deriva que arrastra a todos los idiomas a convertirse en una suerte de esperanto farfullado en los suburbios del inglés, aunque proclamó su esperanza por conservar «la esencia más peculiar y secreta de la lengua, intraducible por excelencia, y que se asentará en campos diversos, como el argot popular y la creatividad poética de la literatura». Calvino reivindicó así, la condición teatral y performativa de la narrativa.
Calvino eligió lo fantástico para narrar la épica íntima de la condición humana, para conectar los complejos laberintos contemporáneos con la sencillez de los cuentos populares y para formular una crítica del presente
En efecto, en un breve pero luminoso ensayo de 1970 -'La novela como espectáculo'-, Italo Calvino evocó a Dickens recorriendo los teatros de Londres y de provincias, donde leía sus novelas en alta voz ante multitudes enfervorizadas, que le pedían que sus personajes no murieran o que no fueran tan desgraciados. Calvino rompió una lanza por esas lecturas públicas que recordaban las puestas en escena de los aedas homéricos y los trovadores medievales, quienes fueron incorporando nuevos aliados a la flota griega que tomó Troya y nuevas historias de milagros y amoríos a un repertorio que crecía de un pueblo a otro. Aquella reivindicación de la espectacularidad -que nada tenía que ver con Guy Debord- es la que hoy impera en las redes sociales a través de los fenómenos 'fandom' y 'fanfiction', por no hablar de los 'podcasts', los vídeos de TikTok y las charlas TEDx. ¿Y por qué Calvino nos instaba a recuperar la dimensión teatral de la lectura y la narración? En primer lugar, para conjurar los regodeos teóricos de una crítica académica con ínfulas forenses, deseosa de certificar la muerte de los clásicos por medio de estudios que eran genuinas autopsias. Y, en segundo lugar, porque se anticipó a un fenómeno que hoy ya es una realidad, como consecuencia de la proliferación de talleres y escuelas de escritura creativa: «si ahora conocemos las reglas del juego 'novelesco', podríamos construir novelas 'artificiales' alumbradas en laboratorio, podríamos jugar a la novela como se juega al ajedrez, con absoluta lealtad, restableciendo una comunicación entre el escritor, plenamente consciente de los mecanismos que está utilizando, y el lector, que se prestaría al juego porque conocería sus reglas y sabría que no se le iba a tomar como un pasivo señuelo».
Lo fantástico
Mientras Italo Calvino construía su obra ensayística compilada en 'Punto y aparte' (1995), escribió y publicó los grandes títulos de su literatura fantástica. A saber, 'El vizconde demediado' (1952), 'El barón rampante' (1957), 'El caballero inexistente' (1961), 'Las cosmicómicas' (1965), 'El castillo de los destinos cruzados' (1969) y 'Las ciudades invisibles' (1972). Es decir, que eligió lo fantástico para narrar la épica íntima de la condición humana, para conectar los complejos laberintos contemporáneos con la sencillez de los cuentos populares y para formular una crítica del presente desde el pasado medieval de Medardo o desde el futuro intergaláctico de Qfwfq, pues como afirmó en 'Definiciones de territorios: lo fantástico' (1970): «En el siglo XX se impone un uso intelectual (ya no emocional) de lo fantástico: como juego, como ironía, como guiño, y también como meditación sobre los fantasmas o los deseos ocultos del hombre contemporáneo». Pensemos en Cosimo Piovasco di Rondò, aquel joven que el 15 de junio de 1767 se subió a una encina con apenas doce años y que nunca más volvió a pisar la superficie terrestre. ¿Se volvió arborícola abducido por las doctrinas roussonianas? De ninguna manera. La combinación de extravagancia, empecinamiento y libertad individual encarnan la esencia fantástica de una historia que dialoga con las de los santos ermitaños, Robinson Crusoe y los socialistas utópicos del siglo XIX, pero que no es intercambiable con ninguna de ellas porque la excentricidad del barón rampante no era inverosímil para los personajes de la novela.
Un año antes de morir, Ítalo Calvino trabajó en una serie de conferencias encargadas por la cátedra 'Charles Eliot Norton Poetry Lectures' de la Universidad de Harvard. Las cinco que terminó y los esbozos de la sexta fueron publicadas de manera póstuma en 'Seis propuestas para el próximo milenio' (1988), un libro extraordinario donde Calvino reflexionó sobre el futuro de la escritura y la lectura en la era tecnológica o postindustrial, centrándose en seis valores o recursos literarios específicos, que intuyó fundamentales mucho antes de la entronización de las pantallas, internet y los ordenadores como 'scriptorium' universal. Hablamos de la «Levedad» [sutilidad], «Rapidez» [brevedad], «Exactitud» [precisión], «Visibilidad» [pensar con imágenes] y «Multiplicidad» [acervo enciclopédico]. Ignoramos cómo habría desarrollado el concepto de la «Consistencia», pero las seis propuestas que Italo Calvino formuló para el presente milenio se han convertido en prestaciones habituales de los modernos entornos digitales de la lecto-escritura.
«El objeto de la narración- escribió- no es, para mí, la explicación de un hecho extraordinario, sino el orden que dicho hecho extraordinario desarrolla en sí y en torno a sí»
En realidad, el primer latido de sus propuestas lo encontramos en su viejo ensayo de 1970 sobre lo fantástico, donde apuntó que «el objeto de la narración no es, para mí, la explicación de un hecho extraordinario, sino el orden que dicho hecho extraordinario desarrolla en sí y en torno a sí, la simetría, la red de imágenes que se depositan en torno a él como en la formación de un cristal». Italo Calvino mismo era un cristal sólido e invisible. Invisible como sus ciudades y como el caballero Agilulfo, poblador de una armadura vacía. Calvino era tan invisible, que Borges llegó a decir «lo he reconocido por su silencio», cuando ambos coincidieron en Sevilla en 1984.
En los cómics de Marvel existe un cristal -el M'Kraan- que funciona como nexo entre todas las realidades, porque en su interior no existen ni el tiempo ni el espacio, igual que en la Sala del Alma y el Tiempo -el 'Seishin to Toki no Heya'- de 'Dragon Ball' o en la película 'Todo a la vez en todas partes' (2022), todos trasuntos del Aleph borgeano y a la vez reconstrucciones fantásticas del universo como laberinto, tal como Ítalo Calvino lo plasmó en sus cuentos, novelas y ensayos, cuando quiso levantar «un mapa del laberinto que sea lo más detallado posible».
Leer las narraciones fantásticas de Ítalo Calvino, supondría para los jóvenes descubrir a un clásico que les permitiría reconocer la genealogía de los clásicos, desde los poemas homéricos hasta 'Star Wars', pasando por los caballeros de la Tabla Redonda, Jonathan Swift, Hoffmann, Edgar Allan Poe, Stevenson, Julio Verne, Wells, Lovecraft, Tolkien, los Vengadores, Borges y Naruto, porque Italo Calvino es el nexo entre todas esas realidades y su obra tiene el alma como el alma primorosa del cristal.
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