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ABC Cultural

Premio Luca de Tena

Inés Artajo: «Los periodistas precisan de fortaleza interior frente al sectarismo ideológico»

Discurso íntegro de Inés Artajo, exdirectora de 'Diario de Navarra'

Inés Artajo, la entrega a la independencia del periodismo

Inés Artajo recibe el Luca de Tena de manos del Rey

Soy una periodista de provincias. Sé perfectamente que el premio no es solo para mí sino para los cientos, los miles de redactores, que hacemos prensa regional, más allá de las mugas de Madrid.

A los ciudadanos, a todos, nos importa primero lo más cercano y, luego, todo lo demás.

Esa es la fortaleza con la que el periodismo de proximidad ejerce su trabajo, la de medir la temperatura social a ras de suelo.

Pero hay algo en lo que no voy a hacer distingos entre cualquier periodista. Y es en la dignidad de este oficio, se ejerza en cualquier redacción, pequeña o grande.

La dignidad no se regala. Es la cualidad del que se hace valer y se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y, añade la Real Academia, no deja que lo humillen ni lo degraden.

En nuestro oficio, se consigue día a día y línea a línea.

Cuando, hace ya 43 años, llegué a 'Diario de Navarra', aprendí que un periodista es una persona que mira, ve y cuenta lo que tiene alrededor. Y que un periodista digno es el que lo hace desde la libertad y la honradez, sin dejarse coaccionar por nada ni por nadie.

Aprendí de quienes me precedieron y, ahora, cuando me marcho, me toca reivindicar este legado de futuro. El de las raíces de esta profesión. Las de los periodistas sólidos, que saben que ejercer este oficio con dignidad:

- Exige humildad: pensar primero en los demás, porque el protagonista siempre es el otro.

- Requiere soledad: para mantener una distancia sana y saber decir no a lo que no toca, no a quien no respeta.

- Impone una mirada limpia, lejos de prejuicios: para saber escuchar y buscar la verdad y para alejarse de la crítica sin fundamento.

-Necesita una curiosidad infinita porque la verdad está siempre llena de matices, de grises, y casi siempre es incompleta.

- Reclama valor frente a las imposiciones y presiones de quienes buscan favores o colocar versiones interesadas.

- Demanda serenidad y templanza para no contribuir a la crispación ni a la polarización y, si siempre, a analizar la realidad con conocimiento y criterio.

- Precisa fortaleza interior: imprescindible frente al sectarismo ideológico o ante la miopía política y social y, en tiempos de peligrosos populismos y aldeanos nacionalismos, frente a la falta de visión y de ambición del país

- Pide modestia y ejemplaridad también para aceptar las críticas porque sería de engreídos creer que todo lo hacemos bien y porque perderíamos todo crédito si no supiéramos admitir nuestros errores, que los tenemos todos los días

- Y, déjenme que añada, que este menú profesional no estaría completo sin el gusto por el estilo, por la palabra como construcción intelectual, ese aliño que genera en los demás el placer por la lectura.

Y hasta ahí podía ser. Pero si algo exige y ha exigido, en nuestro caso y en otros periódicos de la tierra norteña, es fortaleza y coraje, durante muchos años frente a asesinatos y bombas en la calle.

En 'Diario de Navarra' sufrimos 29 balas liberticidas en el cuerpo del anterior director del periódico, José Javier Uranga. Y estallidos de goma 2, en talleres y (edificios) rotativa, por defender algo tan obvio como la libertad y el derecho de los navarros a seguir siendo una comunidad con identidad propia.

Pero ni en mi casa, y estoy segura que en la de ningún periódico hermano, se ha consentido jamás el periodismo débil.

Mi agradecimiento enorme, pues, a todos mis redactores por haber soportado amenazas, malas miradas, insultos y provocaciones por contar lo que pasaba.

Por haber disimulado el miedo, que lo había, y por no haber cedido un ápice ante los asesinos y los dictadores del terror, de los que siguen quedando herederos. Y por haberlo hecho firmes como las rocas, aunque por dentro tembláramos como juncos.

Y gracias, cómo no, a los periodistas de otras comunidades, por su apoyo en momentos duros y terribles para que mantuviéramos el coraje y no cayéramos en la tentación de un periodismo cómodo, cobarde ni cómplice.

Sería egoísta, ingrata e injusta si me fuera de aquí sin un agradecimiento especial. En este caso a mi hijo y, por supuesto, a los hijos de todos los periodistas, que han vivido con la máxima evangélica de no saber ni el día ni la hora en que podían contar con sus padres.

Con agradecimiento a su generosidad y con la certeza de que nos han perdonado por haber antepuesto tantas, tantas veces las páginas de los periódicos a sus atenciones. Va por todos ellos también.

A todos los demás, muchas gracias.

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